Hasta que lleguemos a la luna
Enviado por Antonioeddy Arenzano • 24 de Abril de 2016 • Práctica o problema • 4.350 Palabras (18 Páginas) • 309 Visitas
Hasta que lleguemos a la luna
Personajes:
Adina.- 73 años, un poco gruñona. Cáncer de pulmón.
Adelma.- 68 años, hermana de Adina.
Día 1
(Adina está sobre un petate acostada, se ve agotada. En la habitación hay además un baúl pequeño de madera, una mesa con un reloj y una vela. Adelma está sentada junto a ella, en un sillón; le termina de leer “El principito”.)
Adelma.- “Si entonces un niño va hacia vosotros, si tiene cabellos de oro y se ríe, y no responde cuando se le pregunta, adivinaréis quién es. ¡Entonces, sed amables! No me dejéis tan triste: escribidme en seguida que él ha vuelto…” (Deja el libro abierto sobre el piso).
Adina.- Mira, la Luna. ¿De qué será?
Adelma.- No sé, Adina, dicen que de queso.
Adina.- (Molesta) Ah.
Adelma.- No me mires así.
Adina.- ¿Así cómo?
Adelma.- Pues así, como me estás mirando: como se mira a cualquier persona; y no como me mirabas hace un minuto.
Adina.- (Molesta) Ya duérmete, zonza.
Adelma.- ¿Qué tienes?
Adina.- Que me estoy largando y a ti no te importa.
(Pausa)
Adelma.- Pues no te vayas
Adina.- Ya viene la señora.
Adelma.- ¿Cómo?
Adina.- Anoche soñé que una mujer vestida de negro estaba a cuatro cuadras de aquí, y dio un paso y con un solo paso avanzó una cuadra. Y me decía que la acompañara.
Adelma.- No la escuches. Quédate conmigo.
Adina.- Me tengo qué ir.
Adelma.- Yo voy contigo.
Adina.- No, zonza, tú no. (Pausa) Yo voy a echar alas y me voy a ir volando.
Adelma.- Pues yo también echaré y me iré tras de ti.
Adina.- Pues me convierto en lombriz y me entierro.
Adelma.- Pues me convierto en gallina y te saco de la tierra.
Adina.- Pues me convierto en pez y me voy nadando.
Adelma.- Pues me convierto en pescador y te pesco.
Adina.- ¡Pues me convierto en nube!
Adelma.- (Conteniendo el llanto) ¡Pues me convierto en aire y te traigo hasta acá, babosa!
(Adina se pone a reír a carcajadas)
Adina.- Ya no te enojes, Adelma.
Adelma.- ¡Pues deja de decir que…!
(Pausa)
Adina.- Léeme algo.
Adelma.- Ya se acabó.
Adina.- Pues hay que leer otro, o empezarlo otra vez.
Adelma.- Se nos va a secar el cerebro de tantos cuentos… como si así pasaran las cosas.
Adina.- Si no estuviera más ciega que tú yo misma los leería. Dámelo (Adelma le da el libro. Adina intenta leer pero no puede. Pausa. Mira el baúl por un rato. Busca en el baúl).
Adelma.- Ni aunque te pongas los lentes.
Adina.- (Saca unos lentes del baúl) Estos no son míos.
Adelma.- ¿Y con esos ves?
Adina.- Veo algo, pero no las letras.
Adelma.- ¿De quién son?
(Pausa)
Adina.- ¿De quién crees?
Adelma.- No sé.
Adina.- Son de Homero.
Adelma.- Ah... No sabía que los tenías.
(Pausa)
Adina.- No sabes algunas cosas.
Adelma.- Ah, carajo.
Adina.- Últimamente me acuerdo de él. Pero nomás últimamente. Una vez me pidió que fuera su novia.
Adelma.- Yo creí que nomás eran amigos. Así que hubo más y no me dijiste.
Adina.- No hubo nada, nomás fuimos amigos.
Adelma.- “Amigos”.
Adina.- Amigos. Además llevábamos bien poquito de conocernos. Mi amá nos llevó a vivir a Aguascalientes… pasado año nuevo… en el… ¿qué?, ¿63?
Adelma.- Ajá.
Adina.- Creo que fue el primer hidrocálido al que le hablé. Y tenía que llamarse Homero, me dio tanta risa.
Adelma.- Nunca le hablé, era muy… serio. Lo poco que sabía de él era por ti.
Adina.- Era muy raro. Un día durante la Feria de San Marcos, no sé qué de abril, estaba yo en el jardín de San Marcos…
Adelma.- ¿Sola? ¿Y dónde estaba yo o qué, que no me di cuenta?
Adina.- ¿Cuenta de qué?
Adelama.- De lo que hiciste con Homero. ¿Lo besaste?
Adina.- .No hicimos nada. Ya, deja que te cuente. Bueno, pues tú te habías ido con el Esteban, que en paz descanse.
Adelma.- Desde entonces ya andábamos quedando. Y ahora dos chamacos. Cómo lo extraño…, (Pausa) pero síguele… Te quedaste sola.
Adina.- Yo no dije eso.
Adelma.- Pero si no estábamos ni Esteban ni yo, entonces estabas sola.
Adina.- Ah, pues sí.
Adelma.- Zonza.
Adina.- Yo no sabía, pero durante la feria hay una tradición: si a un muchacho, le gusta una muchacha, le compra una gardenia; se la da y se va a darle la vuelta al jardín. Si para cuando vuelve, la muchacha tiene la flor en la mano, quiere decir que sí quiere ser su novia; pero si en lugar de tenerla en la mano la deja a un lado, quiere decir que no. Nomás que yo no sabía. Y ahí me ves, sentada en una banca, y de pronto que llega Homero y me da la rama de la gardenia, pero sin flor.
Adelma.- Y la dejaste a un lado.
Adina.- Pues te digo que yo no sabía, me levanté para buscarlo pero lo perdí y me fui a ver si me lo encontraba. Así que cuando él volvió, pues no estaba ni la gardenia ni yo. (Ríe) Ya luego me explicó la tradición y yo también le expliqué que no sabía, y pues, ya no hablamos de ser novios.
Adelma.- ¿Pero por qué te dio la rama sin flor?
Adina.- Ah, es que una vez iba con él, y un chamaco de esos que venden flores, nos estuvo insiste e insiste en que le compráramos una. Yo le dije al niño que era alérgica a todas las flores para que no nos molestara, pero Homero de zonzo, se la creyó (Ríe).
Adelma.- ¿Y te gustaba?
Adina.- Pues… algo. Pero a esa edad, una no sabe lo que quiere. Yo misma me decía: luego; y al otro día me decía otra vez: luego, luego, luego. Yo creí que él iba a estar para siempre ahí, esperándome hasta que yo estuviera segura. Al año siguiente él seguía ahí, para mí, y seguramente me hubiera esperado toda la vida… toda la vida… esperó . (Pausa) Era abril, el primero, como hoy. Y nos sentamos en el jardín para platicar. Siempre nos sentábamos ahí; ninguno lo decía, pero nos sentábamos para recordar cuando casi nos hacemos novios. Recuerdo que platicamos y platicamos hasta que el Sol se guardó y la Luna se colgó del cielo. Ah, yo tan chamaca y fantasiosa, le pregunté: ¿Qué es la Luna? Y ya vez cómo era él, me empezó a decir que la Luna era el satélite numero no sé qué y medía no sé cuánto y que los meteoritos quién sabe qué, y no, no, no; si parecía astrólogo en lugar de persona.
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