Historias Vividas
Enviado por brikatty • 20 de Junio de 2012 • Tutorial • 12.081 Palabras (49 Páginas) • 462 Visitas
Capítulo 1
Cuando tenía seis años, vi una vez un extraordinario dibujo en un libro que trataba sobre el Bosque Virgen, llamado "Historias Vividas". La lámina expresaba nada menos que una serpiente boa tragándose a una fiera. Aquí tenemos la copia del dibujo.
Decía el texto: "Las serpientes boas capturan a sus presas y las tragan enteras, sin masticarlas. Esto, no les permite moverse y duermen durante los seis largos meses en que transcurre la digestión." Es entonces que pensé mucho sobre las aventuras de la selva y un buen día, tomé un lápiz de color y logré mi dibujo número 1. Era así:
Decidí mostrar mi primer obra maestra a la gente grande, y pregunté si mi dibujo les asustaba.
—"Por qué nos asustaría un sombrero?"—, me respondían.
Pero mi dibujo, no representaba en verdad a un sombrero. Expresaba una serpiente boa que había tragado a un elefante.
Decidí entonces dibujar el interior de la serpiente boa a fin de que los adultos comprendieran, ya que siempre necesitan explicaciones. Así quedó logrado mi dibujo número 2:
Me aconsejaron las personas grandes, que abandonara estos dibujos de serpientes boas cerradas o abiertas y me dedicara un poco más a la geografía, la historia, el cálculo y la gramática.
De este modo abandoné a la edad de seis años lo que pudo haber sido una brillante carrera de pintor. Me encontraba decepcionado a raíz del fracaso de mis dos primeros dibujos. Insisto en que las personas grandes no comprenden nada por sí mismas y es cansador para nosotros, los niños, darles siempre y siempre explicaciones.
Consideré que debía elegir otra ocupación y aprendí a pilotear aviones, volando así por innúmeros lugares del mundo. Reconozco que la geografía me sirvió de mucho. Al instante podía distinguir China de Arizona; ésto es muy útil si uno llega a perderse durante la noche.
Debo decir, que así fue como a lo largo de mi vida, tomé contacto con muchísima gente seria. He vivido mucho con personas grandes, viéndolas muy de cerca. Aún así, no mejoré en demasía mi opinión acerca de los adultos.
Cuando encontraba alguna persona grande que me parecía algo lúcida, realizaba la prueba de mi dibujo número 1 que siempre he conservado y conservo aún. Me interesaba saber si verdaderamente comprendería mi dibujo. Sin embargo, siempre me respondían: "Es un sombrero". Desde ya que no les hablaba entonces de serpientes boas, ni de bosques vírgenes, ni de estrellas. Me ponía a su alcance, hablándoles de bridge, de golf, de política y de corbatas. Así es como se quedaban conformes por haber conocido a un hombre tan razonable.
Capítulo 2
Pasaba solo mis días, sin encontrar a nadie con quien verdaderamente pudiera hablar, hasta que algo me sucedió hace ya unos seis años, en el desierto de Sahara. Mi motor sufrió una rotura. Como no contaba con mecánico ni pasajeros, no tuve otra opción que la de intentar solo una difícil reparación. Indudablemente era para mí, una cuestión de vida o muerte. El agua que tenía, sólo me alcanzaba para ocho días.
Me recosté sobre la arena, pasando así mi primer noche nada menos que a mil millas de toda región habitada. Me encontraba por cierto, más alejado que un náufrago dentro de una balsa en medio del océano. Inexplicable fue mi sorpresa, cuando al despuntar el día una extraña vocecita me decía casi suplicante:
—Por favor... dibújame un cordero!
—Eh!—exclamé—
—Dibújame un cordero...
Como atravesado por un rayo, de un salto me puse en pie, refregué mis ojos y observé con severa atención. Me encontré frente a un increíble hombrecito que me examinaba gravemente. Es éste el retrato más acertado que tiempo más tarde logré hacer de él.
Seguramente el modelo, es mucho mas encantador que mi copia. Como ya os dije, las personas grandes me han desalentado de mi carrera de pintor cuando tenía apenas seis años, habiendo sólo aprendido a dibujar las boas cerradas y las boas abiertas.
Continuaba absorto mirando aquélla aparición ya que me encontraba, como les dijera, a mil millas de toda tierra habitada. El hombrecito sin embargo, no me parecía extraviado, ni cansado, ni muerto de sed ni de hambre y menos muerto de miedo. No tenía el aspecto de un niño extraviado.
Al fin pude hablar y entonces dije:
—Pero... qué haces aquí?
Suavemente pero muy serio repitió:
—Por favor... dibújame un cordero...
Cuando el misterio es demasiado grande, es imposible desobedecer. Por ridículo que me pareciera, a tantas millas de una región habitada y en peligro de muerte, tomé de mi bolsillo un papel y un lápiz. Comuniqué al hombrecito, no en el mejor tono, que no sabía dibujar. Me contestó:
—No importa. Dibújame un cordero.
Nunca en mi vida había dibujado un cordero, de manera que decidí rehacer uno de los únicos dibujos que me sentía capaz de realizar. El de la boa cerrada.
Incalculable mi sorpresa, cuando oí al hombrecito responder:
—No! No! No quiero un elefante dentro de una boa. Las boas son sumamente peligrosas y un elefante muy embarazoso. En mi casa, todo es pequeño. Lo que necesito es un cordero. Por favor, dibújamelo.
Entonces dibujé:
El hombrecito miró con atención y luego dijo:
—No lo quiero. Este cordero está muy enfermo. Debes hacer otro.
Mientras dibujaba, mi amigo sonreía amablemente pero con cierta soberbia:
—Ves?... No es un cordero, más bien es un carnero. Tiene cuernos...
Hice nuevamente el dibujo, pero fue rechazado como los anteriores:
—Este es muy viejito; quiero un cordero que viva muchos años.
Ya algo impaciente y apurado por desmontar mi motor, garabateé por último este dibujo:
Le dije:
—Esta es una caja. El cordero que quieres está adentro.
Sorprendido me quedé al comprobar que el rostro de mi joven juez se iluminaba:
—Es exactamente como lo quería! Me pregunto si necesitará mucha hierba este cordero.
—Por qué?
—Porque en mi casa, todo es muy pequeño...
—Seguro que alcanzará. En verdad, te he regalado un cordero bien pequeño.
Mirando el dibujo, con la cabeza inclinada dijo:
—No tan pequeño... Mira! Se ha dormido.
Así fue como conocí al principito.
...