Imaginación Y Sociedad: Una Hermenéutica Creativa De La Cultura.
Enviado por Dalital • 15 de Julio de 2014 • 1.979 Palabras (8 Páginas) • 404 Visitas
El descubrimiento de la imaginación
Por: Cornelius Castoriadis, (1978).
Cornelis Castoriadis en su libro los “Dominios del Hombre”, publicado en 1978, nos habla en su capítulo “El descubrimiento de la imaginación”; del elemento imaginario, estando en su primer volumen, lo histórico, planteando por una parte el descubrimiento de la imaginación que hizo Aristóteles en el Tratado del Alma y las indicaciones más esquemáticas sobre la orientación.
Castoriadis expresa que, a pesar de caer en la unilateralidad, resulta esclarecedor concebir la historia de la filosofía dentro de su corriente central como la elaboración de la razón, homologa a la disposición del ser como ser determinado, esto es atendiendo a la determinación.
Esta posición acarreo el encubrimiento de la alteridad de su fuente, el encubrimiento de la ruptura positiva de las determinaciones ya dadas, de la creación, no ya como simplemente indeterminado, sino determinante, es decir, la disposición de nuevas determinaciones.
Ocultación total y patente en lo que se refiere a la dimensión historicosocial de lo imaginario radical, es decir, lo imaginario social o la sociedad instituyente. Corresponde intrínsecamente y constitutivamente a la institución conocida de la sociedad (como institución heterónoma) excluir la idea de que podría tratarse de autoinstitución, de que podría ser obra de la sociedad instituyente misma.
Aristóteles es el primero que descubre la imaginación y la descubre dos veces, es decir, descubre dos imaginaciones. Descubre primero la imaginación en el sentido trivial que esta palabra llego a adquirir y que llama “la imaginación segunda”; en este sentido se fija la doctrina de la imaginación desde Aristóteles y la hace convencional. Posterior a ello, Aristóteles descubre otra imaginación mucho más radical, que guarda con la anterior una relación de homonima que llama “imaginación primera”.
Al hablar acerca de “El alma nunca piensa sin fantasmas”, indica que se caracteriza por las dificultades, las aporías, las imposibilidades que la acompañan siempre. El primer signo de ella ya está en Aristóteles, cuando este no se propone hablar explícitamente de la cuestión del alma.
Castoriadis manifiesta que, el libro I está dedicado como ocurre tan frecuentemente en Aristóteles, a la definición del problema, a la definición de sus dificultades y aporías, a la exposición de las teorías anteriores y a la crítica de estas.
Para Aristóteles se trata de poderes o potencias que e actualizan de manera diferente pero que solo existen efectivamente como una unidad.
Acerca de su planteamiento de la “Doctrina convencional de la imaginación segunda”, nos dice que ek tratamiento de la imaginación, puede llamarse, de manera anacrónica, convencional, al descubrir l imaginación segunda, Aristóteles fija al mismo tiempo las que llegaran a ser las convenciones según las cuales se concebirá luego la imaginación. También este tratamiento puede parecer trivial o ingenuo al lector contemporáneo en la medida en que este ignora el origen de las “evidencias” de que esta colmado su espíritu, ignora lo que el descubrimiento de esas evidencias exigió y sobre todo la desbordante riqueza en que se hizo dicho descubrimiento que la tradición no dejo de empobrecer, deformar y desconocer.
Con respecto a la “Imaginación primera”, expresa que todo constituye un avance decisivo respecto de Platón, un cambio del espacio en el que son concebidos phantasia y phantasma, pero ese avance parece casi desdeñable cuando trata uno de medir la importancia del vuelco promovido por Aristóteles.
Indica además, que el lenguaje de lo moderno, el pensamiento implica la representación que es como la sensación, pero sin el acto de la presencia efectiva del objeto. Presentación por la cual puede darse todo lo que pertenece a la forma del objeto, en el sentido más general de la palabra forma, esto es, todo aquello que del objeto puede ser pensado, la totalidad del objeto salvo su materia, la cual es de todas manera el límite de lo pensable puesto que, cuando se le toma como materia absolutamente, no hay nada que pensar.
De esta manera afirma que, la phantasia es pues condición del pensamiento por cuanto solo ella puede presentarse al pensamiento el objeto como sensible sin materia. La phantasia lo es asimismo en cuanto ella separa, en la forma del objeto, los momentos diferentes de esa forma y puede presentarlos como abstractos, como sustraídos de los demás.
Aristóteles trata de reducir la dificultad mediante su idea fundamental del carácter comitente: ocurre que el alma solo piensa en el tiempo y por el tiempo y que el tiempo es divisible, pero esto es comitente y extrínseco, ya que no afecta la esencia de lo que está en juego: el pensamiento de la esencia.
Refiere que, el alma conoce mediante la sensibilidad primera, tiempo, magnitud, movimiento y sin ellos no es posible pensar en nada. Ahora bien, tiempo, tamaño y movimiento son también phantasmas.
En el esquematismo aristotélico, el papel y la función de la imaginación son mucho menos precisos, pero también mucho más amplios que en el esquematismo Kantiano. El fantasma no es simplemente mediación entre las categorías y lo dado empírico. Es soporte de todo pensamiento, incluso el pensamiento de los abstractos, de los relativos, de los intangibles, de las formas indivisibles.
Manifiesta el autor que, la sensación de los sensibles propios es siempre verdadera. Esta sensación verdadera no se opone a una sensación falsa: no puede haber sensación que sea falsa (es fácil mostrar que la sensación patológica no crea un problema sobre esto en la perspectiva de Aristóteles).
Culmina indicando que un reconocimiento pleno de la imaginación radical solo es posible si va acompañado por el descubrimiento de la otra dimensión de lo imaginario radical, la imaginación historicosocial, la sociedad instituyente, como fuente de creación ontológica que se despliega como historia.
Imaginación y Sociedad: una hermenéutica creativa de la cultura.
Por: Celso Sánchez Capdequì, (1989).
El libro ubica su propuesta teórica en un fin de siglo dominado por el desánimo y la desesperanza incrustadas en el nervio de la vida institucional de la modernidad. Los vaticinios de Weber y Durkheim, formulados casi un siglo atrás, acerca del desencantamiento y del ocultamiento de los dioses respectivamente, cobran
...