Inés De Suárez
Enviado por gabriandre • 27 de Noviembre de 2012 • 2.249 Palabras (9 Páginas) • 425 Visitas
“Inés de Suárez y Pedro de Valdivia. La historia de un amor impedido que creció en el espacio privado”.
Este trabajo se instala dentro de los estudios literarios y tiene como hipótesis de trabajo que el amor del teniente gobernador Pedro de Valdivia e Inés de Suárez, vecina de la ciudad de Santiago de la Nueva Extremadura, en el Reino de Chile, fue silenciado en las esferas públicas, pero permaneció vivo en lo privado. A partir de esto, se trabajó con el texto “Inés del alma mía” de Isabel Allende, novela que forma parte de la nueva novela histórica, puesto que este tipo de textos “se apartan del modelo clásico mediante significativas y numerosas innovaciones temáticas y formales y, adoptando una posición crítica y de resistencia frente a la Historia como discurso legitimador del poder, proponen relecturas, revisiones y reescrituras del pasado histórico y del discurso que lo construye” (Perkowska: 33). El objetivo general es demostrar que el amor impedido de Inés de Suárez y de Pedro de Valdivia permaneció vivo, pese a las restricciones de la época, en la crónica sentimental.
Se puede destacar que para Isabel Allende “las hazañas de Inés de Suárez, mencionadas por los cronistas de su época, fueron casi olvidadas por los historiadores durante más de cuatrocientos años” (Allende: Pp. 07), y que es ella la encargada de narrar estos hechos tal cual fueron documentados, explicando que sólo se tomó el tiempo de hilarlos con “un ejercicio mínimo de imaginación” (Allende: Pp. 07). En esta novela es importante la presencia de diversos paratextos que le dan al texto ese efecto de verosimilitud, necesario, para que el lector sienta que la narración que tiene entre sus manos, forma parte de algo desconocido y que viene a llenar vacíos históricos existentes principalmente respecto a la vida íntima-sentimental de Pedro de Valdivia e Inés de Suárez.
Es Isabel Allende, quien da a conocer que para escribir esta novela, debió leer y buscar durante cuatro años, suficiente información histórica e incluso la obra señala como dato histórico la real existencia de las crónicas de doña de Inés de Suárez, entregadas a la iglesia de los Dominicos, para su conservación y resguardo, por su hija, doña Isabel de Quiroga, en el mes de diciembre del año 1580 de nuestro Señor, Santiago de la Nueva Extremadura, Reino de Chile. Aludiendo a lo dicho anteriormente, las nuevas novelas históricas, tras una exhaustiva búsqueda e investigación, “revisando territorios y objetos históricos viejos y consagrados, o recorriendo y descubriendo zonas desconocidas, inexploradas o borradas, los novelistas dibujan un nuevo mapa para el concepto de la historia y su discurso” (Perkowska: 42)
La crónica, “es el vocablo para denominar el informe del pasado o la anotación de los acontecimientos del presente, fuertemente estructurados por la secuencia temporal. Las dos actividades que designa este tiende, con el correr de los tiempos, a resumirse en la historia la cual, por un lado, incorpora el elemento temporal y, por el otro, desplaza a la crónica como actividad verbal”. (Mignolo: 75-76) incluso Inés de Suárez, da a conocer su punto de vista respecto a lo que significa esto. Ella expresa que toda crónica “ha de seguir el orden natural de los acontecimientos, aunque la memoria sea un revoltijo sin lógica.”. (Allende: Pp. 17), lo que sería muy acorde con una definición tradicional de este tipo de texto, pero este no es una crónica testimonial cualquiera, como se podría deducir a primera vista. Por el contrario, es mucho más que eso, es una crónica sentimental, porque desde su principio a su fin en la obra, Inés de Suárez expresa su desahogo frente a lo que le hizo Pedro de Valdivia. Esta crónica es dirigida a Isabel de Quiroga, la hija de Rodrigo de Quiroga, dando a entender que a pesar de su afán de exactitud, ha omitido bastante, “he debido seleccionar sólo lo esencial, pero estoy segura de no haber traicionado la verdad. Ésta es mi historia y la de un hombre, don Pedro de Valdivia, cuyas heroicas proezas han sido anotadas con rigor por los cronistas y perdurarán en sus páginas hasta el fin de los tiempos; sin embargo, yo sé de él lo que la Historia jamás podrá averiguar: que temía y cómo amó. (Allende: Pp. 114)
Lo tradicional es que al hablar de la historia de Chile, se haga referencia inmediata a los historiadores de larga trayectoria, por lo que una crónica escrita por Inés de Suárez no tendría mayor valor, incluso, ella expresa, el asombro que le provoca el hecho de que los versos de Alonso de Ercilla sean recordados y sean capaces de vencer el olvido, pero a pesar de esto, insiste en dar legitimidad a lo conocido por ella, expresando a Isabel de Quiroga que: “Las palabras sin rima, como las mías, no tienen la autoridad de la poesía, pero de todos modos debo relatar mi versión de lo acontecido para dejar memoria de los trabajos que las mujeres hemos pasado en Chile y que suelen escapar a los cronistas, por diestros que sean. (Allende: 80) destacando el hecho que, pese a casarse con Rodrigo de Quiroga, sigue experimentando el dolor de una herida de amor abierta, que nunca cicatrizó, esta crónica finalmente es una evidencia física, de la traición de Valdivia, de su pena, de su orgullo herido, como mujer. “Lo que allí está en juego, que es el drama del reconocimiento. Del hijo por el padre o de la madre por el hijo, lo que mueve la trama es siempre el desconocimiento de una identidad y la lucha contra los maleficios, las apariencias, contra todo lo que oculta o disfraza: una lucha por hacerse reconocer” (Martín –Barbero: 263)
Inés, continuamente en su crónica destaca el hecho no menor, de que sin ella, la conquista de Chile no hubiese sido posible, gracias a su ingenio, y sus conocimientos culinarios y medicinales, además de la particularidad de poseer el don de encontrar agua, destrezas mostradas como primordiales dentro de la obra, pero a su vez son elementos totalmente olvidados, en la historia tradicional, y que no son de importancia principalmente para el mundo masculino. Inés, hace un paralelo entre las labores destinadas a hombre y a mujeres en la etapa de preparación del viaje de conquista a Chile, “entretanto, Pedro se ocupaba de reclutar a los soldados, conseguir los yanaconas o indios auxiliares necesarios, comprar armas, municiones, carpas y caballos. Yo me hice cargo de otras cosas de menor importancia que rara vez distraen la mente de los grandes hombres, como alimento, herramientas de labranza, utensilios de cocina, llamas, vacas, mulas, cerdos, gallinas, semillas, mantas, telas, y mucho más” (Allende: 124)
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