La Argumentación
Enviado por cinthia_houston • 17 de Mayo de 2013 • 1.773 Palabras (8 Páginas) • 214 Visitas
¿Qué es argumentar?
La argumentación consiste en aportar razones que apoyen y defiendan una idea, tesis o planteamiento. Su propósito es convencer al lector u oyente de que tal planteamiento es acertado y, en la medida en que incide sobre el receptor, tiene una fuerte componente apelativo o de llamada de atención. De la argumentación hacen uso todo tipo de escritos, pero principalmente los de carácter humanístico: textos filosóficos sociológicos políticos económicos, ensayísticos, etc.; sin olvidarnos del mundo de la publicidad y de nuestro discurrir cotidiano, que tantas oportunidades nos ofrece para tener que hacer uso de la argumentación aunque planteada en términos menos formales que los que vamos a exponer aquí.
Condiciones de la argumentación:
Como la argumentación trata de fundamentar una opinión, importa sobre todo que las razones que se den sean de peso, a ser posible, irrefutables, pero aun así conviene tener en cuenta las posibles ideas con que se nos podría replicar –llamadas refutaciones- para tener preparadas las respuestas de antemano. Naturalmente, un individuo argumenta mejor cuanto mayor sea su dominio del idioma. Cuando dos partes argumentan posiciones contrarias sobre el mismo asunto, se establece un debate. Por ejemplo, podemos suponer razones a favor y en contra de las corridas de toros:
DEBATE
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RAZONES A FAVOR RAZONES EN CONTRA
Forman parte de la tradición nacional española. Las tradiciones crueles no tienen por qué mantenerse.
El espectáculo es estético. Nada que está basado en la crueldad puede ser estético.
El torero demuestra su valor jugándose la vida. La lucha es desigual: el toro lleva las de perder.
El toro muere con más dignidad en la lidia que en el matadero, etc. El toro sufre más en la plaza que en el matadero, etc.
MODELOS DE ARGUMENTACIÓN
Veamos tres modelos de argumentación:
Texto 1
En primer lugar, hemos elegido un texto del psiquiatra y ensayista Carlos Castilla del Pino, en el que defiende la idea de que en la mujer está latente la autoapreciación de sí misma como objeto erótico:
Se puede hacer, sin excesivo temor a equivocarnos, la siguiente generalización: el narcisismo, como aprendizaje de la auto apreciación como objeto erótico, está presente siempre, cualquiera que sea la pauta de conducta erótica o extra erótica dela mujer. Muy raramente una mujer sería capaz de reconocer que su interés en ser destacada como objeto erótico figura en primer plano. No obstante, lo está, aunque sea subconscientemente, y sólo alcanza el plano de la conciencia cuando aparece forzosamente menospreciada frente a otra, capaz de lograr el éxito en este respecto. Como he dicho, el trasfondo narcisista está latente en conductas femeninas enapariencia extra eróticas: piénsese, por ejemplo, en la habitual ocultación de la edad, que es conducta típica de la mujer. No creo que pueda darse otra interpretación plausible de este hecho sino en la internalización de cómo la relevancia del rol erótico decrece tras la pérdida de los atributos juveniles.
Carlos Castilla del Pino, Cuatro ensayos sobre la mujer
El autor parte de la siguiente tesis: el narcisismo, como aprendizaje de la autoapreciación como objeto erótico, está presente siempre, cualquiera que sea la pauta de conducta de la mujer.
Desarrollo de la argumentación
A continuación contempla la posibilidad de que no se acepte este presupuesto, es decir, una posible refutación: muy raramente una mujer sería capaz de reconocer que su interés en ser destacada como objeto erótico figura en primer plano. Frente a ello, responde: lo está, aunque sea subconscientemente. Esta última afirmación es corroborada por dos razones: 1ª. Cuando se siente menospreciada frente a otra capaz de lograr el éxito en este respecto, 2ª. En la habitual ocultación de la edad, que es interpretada como síntoma de no querer perder el rol es decir, la función, el papel erótico
Texto 2
En el siguiente fragmento del ensayista Eugenio D'Ors se nos argumenta cómo el carácter español está poco dotado para el sentimiento de la amistad:
¡Cosa atroz para dicha! ¡Cosa cómoda para confirmada, con sólo que cada uno de nosotros quiera ahora dirigir a alrededor y a sus su sus recuerdos, y al interior de sí mismo, un mirar limpio e impávido! Pronto este mirar nos descubrirá lo siguiente: Que el corazón que un hombre español guarda en el pecho, sin ser peor, en verdad, que el de los hombres de otros pueblos modernos, sin ser más duro, no parece hecho, sin embargo, para la amistad. Que resbala o que se revuelve cuando intentamos ceñirlo, mantenerlo en la virtud y la pujanza generosas. Esta disposición puede ser, es, de hecho, vencida .muchas veces. Todos tenemos amigos excelentes: ¡no sabría nuestra gratitud olvidarlos! Todos somos casi todos buenos amigos de alguien... Pero digámoslo con abierta sinceridad la situación cordial ha sido alcanzada por nosotros, en la mayoría de los casos, como precio de una lucha contra algo, que será vicio adquirido, pero que, por la energía de su resistencia, llega a parecernos, en ocasiones, instinto natural; contra un impulso que, dominado, a veces, por el moral albedrío, salta, sin embargo, cuando menos se pensaba, y reconquista instantáneamente su fuero... La amistad
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