La Escuadra Hacia La Muerte
Enviado por ember • 4 de Septiembre de 2013 • 14.176 Palabras (57 Páginas) • 336 Visitas
ESCUADRA HACIA LA MUERTE
(Drama en dos partes)
Esta obra se estrenó en el Teatro María Guerrero, en Madrid, por el Teatro
Popular Universitario el 18 de marzo de 19531.
Personajes:
SOLDADO ADOLFO LAVIN
SOLDADO PEDRO RECKE
SOLDADO LUIS FOZ
CABO GOBAN
SOLDADO JAVIER GADDA
SOLDADO ANDRÉS JACOB
La acción, en la casa de un guardabosque. Tercera guerra mundial.
PRIMERA PARTE
CUADRO PRIMERO
Interior de la casa de un guardabosque, visible por un corte vertical. Denso fondo de árboles. Explanada en primer término. Es la única habitación de la casa. Chimenea encendida. En los alrededores de la chimenea, en desorden, los petates de seis soldados. En un rincón, ordenados en su soporte, cinco fusiles y un fusil ametrallador. Cajas de municiones. Un gran montón de leña. Una caja de botiquín, con una cruz roja. Puerta al foro y ventana grande en muro oblicuo a la boca del escenario. Es la hora del crepúsculo. Alrededor de la lumbre, LUIS, ADOLFO y PEDRO, sentados en sus colchonetas dobladas, juegan a los dados. JAVIER, tumbado en su colchoneta extendida, dormita. Aparte, el
CABO Goban limpia cuidadosamente su fusil. Empieza la acción.
ADOLFO.– (Echa los dados.) Dos ases.
PEDRO.– (Lo mismo.) Uno. Eh, tú, Luis, te toca a ti.
LUIS.– (Que parece distraído.) ¿Eh?
PEDRO.– Que te toca a ti. (LUIS no dice nada. Echa los dados, uno a uno, en el cubilete y juega. No mira la jugada.)
ADOLFO.– Has perdido. Y llevas dos. Tira. (LUIS juega de nuevo.) Dos damas. Tira. (LUIS echa tres dados en el cubilete y juega.) Cuatro. Está bien. (LUIS no suelta el cubilete.) ¿Me das el cubilete?
LUIS.– Ah, sí..., perdona. (Se lo da, y ADOLFO echa los dados.)
PEDRO.– ¿Qué te pasa? ¿Es que no te encuentras bien?
LUIS.– Es que... debo de tener un poco de fiebre. Siento (Por la frente.)
calor aquí.
PEDRO.– Échate un poco a ver si se te pasa.
LUIS.– No. Prefiero... Si me acuesto es peor... Prefiero no acostarme. Ya se me pasará. ¿Quién tira?
ADOLFO.– Yo. (Tira. Contrariado, vuelve a echar los cinco dados y juega.) Tres reyes.
PEDRO.– (Juega.) Menos. (A LUIS.) Tú. (Pero LUIS no le escucha. Tiene la cabeza inclinada y se aprieta las sienes con los puños. Está sudando.) Luis, pero ¿qué te ocurre?
LUIS.– (Gime.) Me duele mucho la cabeza. (Levanta la vista. Tiene lágrimas en los ojos.) Debió de ser ayer, durante la guardia... Cogí frío... El frío no me hace bien... desde pequeño. (Gime.) Me duele mucho.
PEDRO.– Espera. (Se levanta y va al fondo. Abre una caja de botiquín y saca un tubo. Extrae una pastilla. Saca un vaso del bolsillo y coge agua. Echa la pastilla.)
CABO.– (Sin volverse.) ¿Qué haces?
PEDRO.– Es una tableta... para Luis. No se encuentra bien.
CABO.– (Sin levantar la cabeza.) ¿Qué le pasa?
PEDRO.– Le duele la cabeza. Está malo.
CABO.– Esa caja no se abre sin mi permiso. No podemos malgastar los medicamentos. ¿Entendido? Pero aunque los tuviéramos de sobra.
PEDRO.– Sí, cabo.
CABO.– (Sonríe duramente.) Estoy hablando en general, ¿comprendes? Si a ése le duele tanto la cabeza, le das el calmante y no hay más que hablar. Yo también soy compasivo, aunque a veces no lo parezca. Bueno, ya sabéis que esta situación puede prolongarse mucho tiempo y que no estamos autorizados para pedir ayuda a la Intendencia. El mando nos ha dado víveres y medicinas para dos meses. Durante estos dos meses no existimos para nadie. Está anotada la fecha en que empezamos a contar otra vez... En febrero... Mientras tanto, los que saben que estamos aquí piensan en otras cosas2. Pero, además..., es que soy el jefe de la escuadra. ¿Sabéis lo que es eso? (Levanta la cabeza.) Bien, ¿qué esperas? (PEDRO da un taconazo y vuelve con los otros. El CABO continúa en su tarea.)
PEDRO.– (Le da el vaso a LUIS.) Tómate esto.
LUIS.– (Lo toma.) Gracias. (Se recuesta en la pared y queda en silencio.)
PEDRO.– (A ADOLFO.) ¿Quieres un pitillo?
ADOLFO.– Bueno. (Encienden. El CABO ha empezado a canturrear una canción.) Ya está ése cantando.
PEDRO.– Sí. Se ve que le gusta esa canción.
ADOLFO.– Me crispa los nervios oírle.
PEDRO.– ¿Por qué?
ADOLFO.– Eso no se sabe. No le gusta a uno y basta. (PEDRO echa un tronco en la chimenea.)
PEDRO.– Se está bien aquí, ¿eh? Alrededor del fuego. (Fuma. Atiza el fuego.) Me recuerda mi pueblo. A estas horas nos reuníamos toda la familia junto a la lumbre.
ADOLFO.– Yo también soy de pueblo. Pero he vivido toda mi vida en la capital.
PEDRO.– Yo salí de la aldea a los dieciocho años y no he vuelto nunca. Tengo veintinueve.
ADOLFO.– ¿A qué te dedicabas?
PEDRO.– Trabajaba en una fábrica. ¿Y tú?
ADOLFO.– Negocios. (Pausa. Fuman. Bajan la voz.) Oye, ¿es que ése no pasa frío?
PEDRO.– (Pone el dedo en la boca.) Cállate. Te va a oír y tiene muy malas pulgas.
ADOLFO.– Ya lo sé. ¿Y a mí qué me importa? ¿Por qué no se sienta a la lumbre con nosotros? Es un tipo que no me hace gracia. Nos trata a patadas el muy bestia. (El CABO sigue canturreando.) Seguramente se cree que es alguien, y no tiene más que un cochino galón de cabo. Éste es uno de esos «primera» que se creen generales.
PEDRO.– ¿Te vas a callar o no? (Pausa.)
ADOLFO.– (Con un ademán brusco arroja el pitillo.) Tres días que estamos aquí y ya parece una eternidad.
PEDRO.– Yo pienso que si a los pocos días de conocernos ya empezamos así..., mala cosa.
ADOLFO.– Ya empezamos, ¿a qué?
PEDRO.– A no soportarnos.
ADOLFO.– ¡Bah!
PEDRO.– La verdad es que esto de no hacer nada..., tan sólo esperar..., no es muy agradable.
ADOLFO.– No; no es muy agradable. Sobre todo sabiendo la que nos espera..., si no hay alguien que lo remedie.
PEDRO.– ¿Qué quieres decir?
ADOLFO.– Nada.
PEDRO.– Bueno. Yo creo que lo mejor es no amargarse la vida con lo que nos espera o no nos espera. Porque no se sabe nada de lo que va a pasar.
ADOLFO.– Yo he pensado que es posible que la ofensiva no se produzca.
PEDRO.– Es posible. En cuanto a mí, preferiría lo contrario.
ADOLFO.– ¡Ah! ¿Prefieres...?
PEDRO.– Sí. Lo que no me gusta es que no pase nada. Hace tres meses que no pego un tiro y eso no me sienta bien.
ADOLFO.– Ahora va a resultar que eres un patriota.
...