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La Oveja Negra


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2012  •  2.582 Palabras (11 Páginas)  •  1.352 Visitas

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Resumen:

En esta obra el autor expone teorías que le permiten explicar en su totalidad el funcionamiento del cerebro humano. Para lograrlo profundizó sus estudios de neurología merced a exhaustivas investigaciones en microbiología, o biología molecular. Así esclareció como se almacenan las informaciones recibidas en el encéfalo. A partir de eso estableció las bases de la psicología y etología moderna; demostrando como se efectúan sistemáticamente todos los procesos cerebrales, desde la manera de recordarse un dato, la forma de resolver cualquier problema, el origen de los trastornos psicológicos hasta las diferentes fases del sueño.

Prólogo.

Las características del intelecto humano son perfectamente naturales y entendibles para el análisis racional, como lo vamos a descubrir más adelante. Resultan ser el fruto de la evolución de las distintas especies animales que constituyeron los eslabones de la cadena evolutiva que engendro la aparición de su especie, empezando con los primeros protozoos. Por ende el autor no utilizará ningún argumento de orden mágico o místico para demostrar sus teorías, por no considerarlo necesario.

Las teorías que se exponen a continuación corresponden entonces totalmente y sistemáticamente a la realidad de los hechos comprobables, relacionados o derivados de la actividad celular animal y en particular de la humana.

El autor tiene fe en que algunos experimentos probatorios, y quizás a veces rectificatorios, que no pudo efectuar por falta de los medios materiales necesarios, se realizaran en el porvenir, pues no duda en creer que una de las mayores cualidades del pensamiento humano es la búsqueda del conocimiento.

1. Origen de las actividades genéticas.

El autor considera esencial para el entendimiento del funcionamiento del cerebro humano, como lo acaba de exponer en el prólogo, profundizar los conocimientos actuales relativos al funcionamiento de las células animales. Hecho por el cual dedicara este primer capitulo al estudio del origen de los movimientos de las células animales más elementales, y probablemente las más primitivas, como lo son los protozoos.

En primer lugar, podemos observar que parte de los protozoos desarrollan diversos movimientos que son, en general, relacionados con su supervivencia. Dichos movimientos no son todos enteramente librados al azar, se puede comprobar que algunos responden a verdaderos patrones de conducta. En efecto, cuando una ameba repta sobre una superficie sólida gracias a la actividad de seudópodos o absorbe una presa merced a la deformación de su superficie corporal, resulta evidente que dichos movimientos no son librados al azar sino que son coordinados secuenciados, organizados y ejecutados hacia un fin particular.

Dichos movimientos son generados, en función de la existencia de microtubulos, por filamentos de actina y de miosina, que integran estas células, que se pueden contraer y alargar bajo el efecto de impulsos energéticos o su ausencia.

De aquí en adelante, el autor llamara "actividad" un movimiento, y uno sólo, generado por medio de los filamentos, cuando ésta será organizada y coordinada con un fin particular, es decir no librada al azar.

Resulta evidente que para que las diferentes actividades sean efectivas los impulsos energéticos que las causan tienen que obedecer a patrones de secuencias perfectamente ordenados y sincronizados, de una potencia y duración adecuadas. En otras palabras, los filamentos deben recibir un flujo de energía discontinuo, en forma de pulsos de intensidad variable, de una manera no solo coordinada pero también secuenciada.

Dichos impulsos provienen necesariamente de algunas de las fuentes de energía de las células animales, entre las cuales se encuentran las mitocondrias. Además las actividades deben ser reguladas en forma absolutamente rigurosa, pues no se efectúan de una manera aleatoria. Por ende necesitan de un mecanismo regulatorio. No tenemos que olvidarnos que los mecanismos productores de energía lo hacen en función de la absorción de los elementos nutritivos que les llegan, lo que sí ocurre de una manera aleatoria. Estos elementos son procesados para ser transformados en fuentes de energía, como lo es en particular la adenosina trifosfato (ATP) en el caso de las mitocondrias.

Este mecanismo, regulador de la serie de impulsos energéticos de los animales unicelulares generados en base a las fuentes de energía propias a cada célula como lo acabamos de ver, no puede depender de algún elemento u orgánulo del citoplasma porque, además de evolucionar constantemente, cada uno es, muchas veces, idéntico de una especie a otra. En consecuencia, por generar los diferentes movimientos de un animal dado, tiene que ser totalmente igual de un animal a otro de la misma especie pero distinto de una especie a otra, además de no depender de factores irregulares como la absorción de elementos nutritivos. Se puede comprobar que todas las amebas reaccionan de la misma forma ante los mismos acontecimientos, pero a menudo una ameba actúa en forma distinta a un didinium.

Igualmente, un protozoo debe tener necesariamente un elemento irregular en su composición y de una especie a otra, pero idéntico entre todos los individuos de una misma especie y no depender de las particularidades propias a cada animal. En efecto, dicho mecanismo no puede tener una estructura totalmente uniforme, pues por engendrar movimientos diversos tiene absolutamente que tener por lo menos un elemento constitutivo irregular en su composición. Por ejemplo, la doble membrana que envuelve un protozoo, aunque sea deformable en su aspecto, representa una gran uniformidad en sus elementos constitutivos e idéntica composición a la de algunos otros de otras especies. Además, depende del tamaño de cada animal, el cual puede ser distinto en alguna especie de un individuo a otro de la misma especie. Asimismo, los orgánulos pueden variar en tamaño y productividad de un protozoo a otro de la misma especie a lo largo del tiempo, aunque su composición quede uniforme. También el elemento generador de estos impulsos tiene que ser totalmente idéntico entre cada animal de una misma especie, pues efectivamente se observa que las actividades de cualquier individuo de una misma especie son idénticas, bajo las mismas circunstancias, a las de otro, independientemente de algunas características particulares a cada uno, como tamaño, cantidad de elementos nutritivos procesados en su interior, etc.

Como base de este mecanismo regulador, el autor no toma tampoco en cuenta el ADN de las mitocondrias por dos razones principales: la primera es que existen especies de protozoos que poseen cantidades

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