“La literatura es una expresión de la realidad, además de ser eso que se ha dicho muchas veces: una forma de conocimiento.”

“La literatura es una expresión de la realidad, además de ser eso que se ha dicho muchas veces: una forma de conocimiento.”

Octavio Paz, 1984.

El ser humano a lo largo de la historia ha creado y utilizado diversas herramientas que le han permitido resguardarse en el tiempo, generando un respaldo de sus acontecimientos y preservando su memoria histórica. La literatura de esta manera nació para proteger y salvaguardar esa historia que a lo largo del tiempo se ha transformado, pero que en esencia ha permanecido intacta. ¿Y qué otra cosa puede ser la literatura sino el humano en sí, con sus experiencias, evoluciones, padecimientos y logros?

La literatura entonces pasa a ser una especie de cápsula del tiempo que evidencia y demuestra de ciertas formas la realidad de una época, donde sus autores juegan con la escritura de diversas maneras y nos acercan a los distintos acontecimientos de algún contexto histórico.

En Latinoamérica surgieron distintas corrientes literarias enfocadas en plasmar esa realidad que afectaba a nuestro pueblo, donde distintos autores utilizaron y aprovecharon su sabiduría escritural para crear de esta manera una especie de protesta literaria que no podía deslindarse de su compromiso estético y político con su época, puesto que cualquier ámbito artístico debe ser creada en pro del humano y en defensa de sus derechos, no sólo en el interés propio, ya que se deshumaniza y se banaliza su forma pasando a ser arte superfluo.

Una de las corrientes literarias que surgió en nuestro continente para la búsqueda de esa justicia que se amparó en las letras fue el indigenismo peruano, nacido a mediados del siglo XX, en 1930, el cual surgió como movimiento de lucha contra la oligarquía y el imperialismo. Según distintos autores la manifestación literaria narrativa que emergió para hacer crecer la novela social fue El tungsteno, de Cesar Vallejo, publicada en 1931. En este movimiento, específicamente en la obra mencionada, se denuncia la explotación civil y natural por parte de las transnacionales mineras.

Así plantea Georg Lukács, en su Teoría de la novela, que "el autor no anhela un género literario nuevo, sino más bien un hombre nuevo", de manera que ya la literatura no puede ser del disfrute solitario que se queda en sí mismo, sino que debe ser un camino individual o colectivo hacia un mundo mejor donde a través de las imágenes literarias logremos palpar las necesidades del otro y alcancemos la sensibilidad humana.

César Vallejo utiliza sus habilidades lingüísticas y artísticas en El tungsteno para inmiscuirse y de cierta forma comprometerse con su pueblo y las diversas manifestaciones sociopolíticas de la época, ya que desde 1920 nació el descontento y angustia por parte de los peligros que representaba la penetración imperialista en el Perú, las cuales fueron apoyadas por la oligarquía local, quienes sólo poseían interés en lucrarse con el trabajo de los obreros e indígenas mientras que al mismo tiempo explotaban sus tierras.

De esta forma presenciamos en la narrativa de Vallejo lo que Lukács señala sobre las civilizaciones abiertas y primitivas en la literatura, en el contexto de la obra se distingue lo que el crítico define como civilización abierta, puesto que en toda la novela se aprecian los acontecimientos políticos, económicos y sociales de la época, en este caso 1910, ya que César Vallejo se enfocó especialmente en este período histórico.

Así también se confirma que el trabajo del escritor no se puede desvincular de su ideología, ya que en cada una de sus creaciones podremos encontrar aunque sea un ápice de su percepción ante la vida y el mundo como ente lleno de sucesos que lo afectarán directa o indirectamente, ya que indiscutiblemente somos seres propensos a la preocupación y al altruismo, aunque de nuestra parte quede desarrollar ese interés por la abolición de la opresión.

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