La tumba de las luciérnagas

Este adolescente hace todo por salvar a su hermanita de la hambruna causada por la guerra, en una historia inspirada en la vida real de dos hermanos sobreviviendo este evento.

A finales de la segunda Guerra mundial Seita de 14 años y Setsuko de 4 años, viven con su mamá mientras que su padre sirve como capital en la armada japonesa. La cuidad en la que viven, Kobe, específicamente en Japón, espera un ataque aéreo a gran escala por parte de Estados Unidos.

Los chicos aseguran su casa y sus pertenencias para permitir que su madre quien sufre una condición cardíaca ya adelante al refugio antiaéreo.

Seita esconde ropa y comida bajo tierra y tras esto salen, pero en eso, cientos de bombas son lanzadas en la ciudad tomando por sorpresa a la mayoría de la gente que corre por las calles y se empujan entre sí. Seita carga a su hermanita por la espalda y corre para escapar del fuego, llegan a una zona segura hasta que el ataque cese pero la ciudad queda devastada, Seita y su hermana buscan a su madre y van a la escuela porque escuchan que ahí dan primeros auxilios.

Al llegar descubren que su madre está gravemente herida. Seita deja a su hermanita con una amiga de la familia y entra a buscarla, el chico se encuentra con su madre gravemente herida y esta finalmente muere de sus quemaduras. Seita teme que su hermanita no soporte la noticia de su madre, así que le miente diciéndole que solo la trasladaron a un hospital, Setsuko llora mientras su hermano trata de entretenerla ocultando su propia angustia.

A pesar de sus pérdidas, Seita está determinado a cuidar a su hermana y protegerla bajo cualquier costo con su madre y su padre en la guerra.

Los chicos no tienen a dónde ir.

Así pues una tía les da asilo y llegan con ella.

Al segundo día de estar con ella, Seita recupera los suministros que enterró antes del bombardeo que mato a su madre y se los da a su tía, pero esconde una lata de caramelos que tanto le gustan a su hermanita. La tía se pone feliz al ver la comida pero también le pregunta por su madre, Seita le revela la verdad diciendo “que no se lo dijo antes porque no quiere que su hermana sepa”.

En la noche los chicos salen a explorar y llegan hasta un lago donde hay cientos de luciérnagas, la niña está fascinada y para añadir encantos Seita le da un caramelo a su hermanita.

La convivencia con la tía va sin problemas al inicio, la tía aprovecha las provisiones mientras que Seita y Setsuko recibieron un techo y comida, pero pronto la situación se deteriora, su tía se vuelve amarga con ellos por la dificultad de la guerra y la escasez de comida, en la cena le sirve a su familia platos bien cargados pero los chicos solo caldos, al día siguiente Seita tratando de que todas la situación no le robe la infancia a su hermanita la lleva a la playa.

La niña se emociona, y Seita la carga en sus hombros hasta llegar al mar. Corren, ríen y se meten al agua, y al hacerlo se ve que la niña tiene unos sarpullidos pero el mar calma su comezón.

Esta novela es sumamente triste, pero también  hay mucho encanto, los dos chicos interactúan, ríen y juegan en este mundo oscuro pero es melancólicamente hermoso.

De pronto la alarma que alerta de ataques suena y tienen que regresar, al volver la tía convence a Seita de intercambiar los kimonos de su madre por arroz, y la niña no quiere pero a la tía no le importa y se los lleva. Más tarde regresa con el arroz y la cruel señora les da solo una sopa de comer mientras que a su familia le da bolas enteras de arroz, los chicos se quejan, y ella enfurecida les responde que son unos holgazanes que no se merecen más porque no hacen nada por su país y que ahora se tendrán que cocinar ellos mismos.

Al día siguiente Seita va al banco y recibe una buena noticia, su madre dejó una cantidad de dinero para que puedan sobrevivir por sí mismos, ellos compran una estufa, un peine, y un paraguas roto que es mejor que nada, al volver a la casa cocinan su comida y comen contentos pero la tensión con la tía crece.

Una noche la niña llora porque extraña a su madre y la tía cruel la regaña porque no la deja dormir.

La señora ya no aguanta la presencia de sus sobrinos.

Para tranquilizar a su hermana Seita la saca a pasear, pero en eso empieza un bombardeo corren y descubren un refugio antiaéreos cerca de un lago, ahí la niña le dice a Seita “que extraña su casa y que odia vivir con su tía”, entonces deciden quedarse a vivir en el refugio.

Regresan a la casa de la tía para recoger sus cosas y esta les pregunta que dónde irán pero no le dicen, ellos ríen pero no saben que eso será el inicio del fin.

Llegan a su nueva casa y se instalan, después van a comprar paja y comida, recolectan ramas y se cocinan un exquisito arroz.

En la mañana los chicos atrapan una gran cantidad de luciérnagas para alumbrar su cueva creando un hermoso espectáculo de luces que disfrutan hasta quedarse dormidos. Al día siguiente la pequeña se horroriza al descubrir que las luciérnagas murieron, Seita entonces se encuentra a su hermana cavando hoyo en la tierra, y confundido le pregunta ¿Por qué lo hace? y la niña inocentemente le responde “que está acabando una tumba para las luciérnagas para que descansen así como su mamá también descansa en una”. Resulta que la tía le reveló la verdad, Seita no puede contenerse

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