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Las Mil Y Una Noche


Enviado por   •  2 de Agosto de 2012  •  1.955 Palabras (8 Páginas)  •  1.215 Visitas

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HISTORIA DEL REY SCHAHRIAR Y DE SU HERMANO EL REY SCHAHZAMAN

Cuéntase -pero Alah es más sabio, mas prudente, más poderoso y más benéfico- que en lo que transcurrió

en la antigüedad del tiempo y en lo pasado de la edad, hubo un rey entre los reyes de Sassan, en las islas de

la India y de la China. Era dueño de ejércitos y señor de auxilliares de servidores y de un séquito numeroso.

Tenía dos hijos, y ambos eran heroicos jinetes, pero el mayor valía más aún que el menor. El mayor reinó

en los países, gobernó con justicia entre los hombres, y por eso le querían los habitantes del país y del reino.

Llamábase el rey Schahriar. Su hermano, llamado Schahzaman; era el rey de Samarcanda Al-Ajam.

Siguiendo-las cosas el mismo curso, residieron cada uno en su país, y gobernaron con justicia a sus ovejas

durante veinte años. Y llegaron ambos hasta el límite del desarrollo y el florecimiento.

No dejaron de ser así, hasta que el mayor sintió vehementes deseos de ver a su hermano. Entonces ordenó

a su visir que partiese y volviese con él. El visir contestó: “Escucho y obedezco.”

Partió, pues, y llegó felizmente par la gracia de Alah; entró en casa de Schahzaman, le transmitió la paz,

le dijo que el rey Schahriar deseaba ardientemente verle, y que el objeto de su viaje era invitarle a visitar a

su hermano. El rey Schahzaman contesto: “Escucho y obedezco.” Dispuso los preparativos de la partida,

mandando sacar sus tiendas, sus camellos y sus mulos, y que saliesen sus servidores y sus auxiliares. Nombró

a su visir gobernador del reino y salió en demanda de las comarcas de su hermano.

Pero a media noche recordó una cosa que había olvidado; volvió a su palacio secretamente y se encaminó

a los aposentos de su esposa a quien pensaba encontrar triste y llorando por su ausencia. Grande fue, pues,

su sorpresa al hallarla departiendo con gran familiaridad con un negro, esclavo entre los esclavos. Al ver tal

desacato, el mundo se obscureció ante sus ojos. Y se dijo: “Si ha sobrevenido ésto cuando apenas acabo de

dejar la ciudad. ¿Cuán sería la conducta de esta esposa si me ausentase algún tiempo para estar con mi

hermano?” Desenvainó inmediatamente el alfanje, y acometiendo a ambos, los dejó muertos sobre los tapi

ces del lecho. Volvió a salir, sin perder una hora ni un instante, y ordenó la marcha de la comitiva. Y viajó

de noche hasta avistar la ciudad de su hermano.

Entonces éste se alegró de su proximidad, salió a su encuentro, y al recibirlo, le deseó la paz. Se regocijó

hasta los mayores límites del contento, mandó adornar en honor suyo la ciudad y se puso a hablarle lleno de

efusión. Pero el rey Schahzaman recordaba la fragilidad de su esposa, y una nube de tristeza le velaba la

faz. Su tez se había puesto pálida y su cuerpo se había debilitado. Al verle de tal modo, el rey Schahriar

creyó en su alma que aquello se debía a haberse alejado de su reino y de su país, lo dejaba estar sin preguntarle

nada. Al fin, un día, le dijo: “Hermano, tu cuerpo enflaquece y su cara amarillea.” Y el otro respondió:

“¡Ay, hermano, tengo en mi interior como una llaga en carne viva-!” Pero no le reveló lo que le

había ocurrido con su esposa. El rey Schahriar le dijo: “Quisiera que me acompañase a cazar a pie y a caballo,

pues así tal vez se esparciera tu espíritu.” El rey Schalizaman no quiso aceptar y su hermano se fue solo

a la cacería.

Había en el palacio unas ventanas que daban al jardín, y habiéndose asomado a una de ellas el rey Schahzaman,

vio corno se abría una puerta secreta para dar salida a veinte esclavas y veinte esclavos, entre los

cuales, avanzaba la mujer del rey Schahciar en todo el esplendor de su belleza, y ocultándose para observar

lo que hacían, pudo convencerse de que la misma desgracia de que él había sido víctima, la misma o mayor,

cabía a su hermano el sultán.

Al ver aquello, pensó el hermano del rey: “¡Por Alah! Más ligera es mi calamidad que esta otra.” Inmediatamente,

dejando que se desvaneciese su aflicción, se dijo: “¡En verdad, esto es más enorme que cuanto

me ocurrió a mí!” Y desde aquel momento volvió a comer y beber cuanto pudo.

A todo esto, el rey, su hermano, volvió de su excursión y ambos se desearon la paz íntimamente. Luego

el rey Schahriar observó que su hermano el rey Schalizaman acababa de recobrar el buen color, pues su

semblante había adquirido nueva vida, y advirtió también que comía con toda su alma después de haberse

alimentada parcamente en las primeros días. Se asombró de ello, y dijo: -”Hermano, poco ha te veía amarillo

de tez v ahora has recuperado los colores. Cuéntame qué te pasa.” El rey le dijo: “Te contaré la causa de

mi anterior palidez, pero dispénsame de reterirte el motivo de haber recobrado los colores.” El rey replicó:

“Para entendernos, relata primeramente la causa de tu pérdida de color y tu debilidad.” Y se explicó de este

modo: “Sabrás, hermano, que cuando enviaste tu visir para requerir mi presencia, hice mis preparativos de

marcha, y salí de la ciudad. Pero después me acordé de la joya que te destinaba y que te di al llegar a tu

palacio. Volví, pues, y encontré a mi mujer y a un esclavo negro departiendo con gran familiaridad. Los

maté a los dos, y vine hacia ti, muy atormentado por el recuerdo de tal aventura. Este fue el motivo de mi

primera palidez y de mi enflaquecimiento. En cuanto a la causa de haber recobrada mi buen color, dispénsame

de mencionarla.”

Cuando su hermano oyó estas palabras, le dijo: “Por Alah te conjuro a que me cuentes la causa de haber

recobrado tus colores.” Entonces el rey Schalizaman le refirió cuanto había visto. Y el rey Schaliriar dijo:

“Ante todo, es necesario que mis ojos vean semejante cosa.” Su hermano le respondió: “Finge que vas de

caza, pera escóndete en mis aposentos, y

...

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