Lydia Cacho - Resumen
Enviado por • 28 de Mayo de 2013 • 1.676 Palabras (7 Páginas) • 645 Visitas
Reseña del libro de Lydia Cacho “Esclavas del poder:un viaje al corazón de la trata sexual de mujeres y niñas en el mundo”
Reseña realizada por Por Eduardo Suárez
¿Puede ser buena la violencia?
Esta pregunta la hice a varias personas, durante mi lectura del libro de Lydia Cacho, Esclavas del Poder. Todas a las que pregunté titubearon; meditaron un momento para, casi siempre, decir que dependía del caso.
A los diez años de edad, esta niñita tiene la respuesta clara que tanto nos evade a adultos, profesoras, maestros, doctoras, académicos. La terrible, la inimaginable sabiduría de las víctimas.
¿O sea que sí puede ser buena?, volví a preguntar. Pues sí, dijeron con patente falta de certeza, sintiendo quizá que se les presentaba una trampa.
¿Cuándo es buena? insistí. Por ejemplo, me dijeron, cuando la vida propia o de un semejante está amenazada, o en caso de guerra, de secuestro o de asalto.
¿Qué tanta violencia es buena?, insistí otra vez, poniendo a prueba amistades y paciencias. Para ese momento todas y todos mis interlocutores me miraban con palpable desconcierto, con evidente molestia. La respuesta más inteligente que recibí decía que la suficiente para acabar con ella. ¿Cómo es eso?, seguí. Pues la violencia es necesaria para acabar con la violencia, declaró un amigo, mientras miraba alternadamente a la puerta y a su reloj.
¿Alguna vez has visto que la violencia haya acabado con la violencia?, inquirí, con falsa ingenuidad. No obtuve una respuesta satisfactoria, sólo recibí una sonrisa impaciente. Sin embargo, sí la hay. Está entre las citas epigráficas que aparecen en el libro de Cacho: son las palabras de Yerena, una sobreviviente de la trata sexual de niños y niñas. De diez años de edad. Con la simpleza de una sabia zen, incapaz de darle muchas vueltas a las cosas, esta pequeñita declaró: “La violencia no es buena porque duele y me hace llorar”.
Imaginé a la chiquilla pensando y respondiendo, quizá en algún albergue, protegida de quienes le habían dado esa temible lección. La vi con el ojo interno de mi mente y me estremecí hasta las lágrimas al escuchar una y otra vez la simple sabiduría de quien sabe porque ha vivido. A los diez años de edad, esta niñita tiene la respuesta clara que tanto nos evade a adultos, profesoras, maestros, doctoras, académicos. La terrible, la inimaginable sabiduría de las víctimas.
Lydia Cacho no requiere de mayor presentación. Es vox populi que se ha dedicado a tratar de entender la violencia. Pero Lydia también es una mujer de acción; ha intentado, incansablemente, hacer todo lo humanamente posible para acabar con ella.
Entre sus logros, gigantescos, está una institución cancunense dedicada a la protección y educación de mujeres víctimas de violencia: el CIAM. Una institución inmensamente prestigiada en otras partes del mundo que la mayoría de las y los cancunenses no conoce ni ha oído hablar de ella. Una institución que ha sufrido la misma violencia que combate, como se supo por una cadena de correos electrónicos que circuló en las redes sociales, al ser atacada por supuestas autoridades de nuestra ciudad que querían sacar a la fuerza a una mujer refugiada, temerosas quizá de lo que ella supiera acerca de la violencia y los violentos en Cancún. Violentos poderosos e influyentes. Íntegra, al igual que Lydia, esta institución nunca ha contestado con más de lo mismo. A la violencia, paz, entendimiento y acción; nunca más violencia.
Además de fundadora de instituciones, Lydia es autora de varios libros: periodísticos, manuales para prevenir el abuso sexual y novelas. Lydia también es mujer: el ser humano más valioso y valiente que he conocido. Se dice que Platón agradecía haber sido griego, hombre y libre, pero sobre todo, que había conocido a Sócrates. Quienes conocemos a Lydia no estamos tan seguros de tantas cosas, sólo de agradecer intensamente haberla conocido; basten las opiniones de Eduardo Galeano, autor de Las Venas Abiertas de América Latina, y de Roberto Saviano, autor de Gomorra, que aparecen en la portada y en el prólogo del libro.
Lydia, para entender otros aspectos de la violencia, emprendió un viaje de investigación. Uno al corazón de la trata sexual de mujeres y niñas en todo el mundo. Para obtener información, la escritora siguió las enseñanzas de Günter Wallraff, investigador periodístico alemán, y se transformó en varias identidades ficticias: monja, prostituta, jugadora de casino… Aplicó técnicas de investigación de campo, como la observación y la entrevista. Como investigadora, Lydia nunca buscó la objetividad, que es la subjetividad más engañosa, la que se erige a sí misma como árbitro; su trabajo es muestra de lo que se puede hacer con amor y compromiso, con una intersubjetividad educada, responsable y profesional.
El viaje: Mahmut, Rim Banna,Rodha, Sue Hanna, Somaly Mam…
En el mundo de hoy se roba, compra y esclaviza a niñas y mujeres. Es así de espeluznantemente simple. Se hace con violencia, desde luego; violencia inimaginable. Violencia que a pesar de todo esto no es bien entendida por todos ni todas; especialmente, por los hombres que consumen
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