Macario

Macario era un leñador, padre de once hijos andrajosos y hambrientos, no deseaba riqueza alguna. Desde hace veinte años, tenía una sola y gran ilusión: poderse comer a solas un pavo asado entero en las profundidades del bosque y sin ser visto por sus hijos. Nunca lograba llenar su estómago sin satisfacerse. Siempre sentía que se moría de hambre. La carga de su trabajo de un día, la vendía por dos reales. Tres reales constituían una fortuna para su esposa.

Su mujer, después de ahorrar durante tres años lo poco que ganaba de lavar ropa a otras mujeres del pueblo, consiguió un gran pavo. Lo llevó a casa y lo escondió para que sus hijos no lo vieran. Al día siguiente le dio el pavo a Macario y le dijo que se lo llevara a lo más profundo del bosque, donde nadie lo moleste y pueda comerlo solo. “Por favor” y “gracias” eran términos que él jamás empleaba.

Macario se dirigió a lo más profundo del bosque y encontró un buen lugar en donde comer. Pero se percató de la presencia de un charro. Éste le hizo varias propuestas a Macario para que le diera un pedazo de pavo, pero él las rechazó. Después se le acerco otra persona, el cual también quería un pedazo de pavo, él no se lo dio ya que sabía que él podía conseguir más que eso. Finalmente se acercó otro al cual si le convidó, por verlo igual de hambriento, y saber quien era.

Comieron juntos, y tras una muestra de agradecimiento de parte forastero le dio un agua mágica, con la cual podía curar cualquier enfermedad, pero solo podría curar si lo veía parado sobre los pies del paciente, si estaba en la cabecera, significaba que la persona moriría y no se podría hacer nada por ella. Tampoco se podía exceder de una gota.

Para su sorpresa, el primero en curar fue su hijo Reginito, después de ese día mucha gente comenzó a acercarse. La segunda persona a curar fue la esposa de Ramiro, él era el tendero principal del pueblo y el hombre más rico. Como recompensa le dio 10 monedas de oro. Poco después compartieron el lugar de manera que Macario seguía curando a la gente y Ramiro ganaba más dinero. Macario no cobraba de más, era honesto y pedía lo que la persona quisiera darle.

Finalmente el último a curar era el hijo del Virrey, el problema era que su acompañante esta vez está parado en la cabecera del niño, y si Macario no lo curaba iba a ser quemado vivo acusado de hechicería y de tener pactos con el Diablo. Pero no se pudo hacer nada, Macario le rogó que le permitiera salvarlo, su vida estaba en juego, entró en desesperación y lo desafió cambiando la cama de lugar, aun así su acompañante seguía en la cabecera

Al fin y al cabo el niño murió, Macario ya no sabía qué hacer, así que su “compadre”, dijo que lo ayudaría a que no lo quemaran vivo, y nuevamente le agradeció por haberle dado la mitad de pavo. Como Macario no regresaba a casa, su mujer

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