Mutaciones
Enviado por ioskliosklioskl • 9 de Junio de 2015 • 1.829 Palabras (8 Páginas) • 230 Visitas
MISTERIOS DE LA NATURALEZA.
En todos los pueblos y culturas del mundo los viejos cuentos que nuestros
mayores desempolvaban de sus memorias para aterrorizar a los niños más
traviesos que insistentemente se niegan a tomar la sopa, se nutren con todo
tipo de monstruos legendarios.
La abuela, de piel curtida y arrugada por el paso del tiempo, gira de
nuevo el cucharón de madera dentro del puchero, revolviendo el guiso por
enésima vez mientras continúa su relato sobre extrañas criaturas que,
lógicamente, se alimentan de niños desobedientes y revoltosos que no se comen
la sopa.No importa que nos encontremos en una aldea del sur de Kenia, en un iglú
polar o en una cabaña de la selva amazónica. Desde Centroeuropa a Siberia,
desde China hasta Bolivia, animales, monstruos y seres legendarios pueblan las
pesadillas de los niños y los cuentos de sus mayores. Vampiros, hombres-lobo,
seres de dos cabezas, perros salvajes, unicornios, pegasos, cíclopes,... los
relatos sobre seres extraños no conocen más límite que nuestra capacidad de
imaginar.
Habitualmente esos "cuentos para niños" quedan condenados desde su origen
a no trascender del folcklore y la mitología local. Con un poco de suerte,
algún antropólogo incluirá entre sus notas unas breves pinceladas sobre el
bestiario de la comunidad que estudia.
Tal vez -y esto es más frecuente- el relato sobre tal o cual extraña
criatura termine en las páginas de algún periódico sensacionalista o de una
revista esotérica, compartiendo el ejemplar con algún artículo sobre las
apariciones de la Virgen, el avistamiento de un ovni, el horóscopo del mes y el
relato de una casa encantada en cualquier punto del planeta. Y precisamente esa
miscelánea de relatos extraordinarios en publicaciones tan poco científicas ha
terminado de marginar los relatos sobre criaturas extrañas de la investigación
científica. Y pocos son los biólogos y zoólogos que invierten su tiempo y
dinero en estudiar in situ este tipo de relatos.
Pese a todo, algunos estamos convencidos de que tras esos relatos
fantásticos se esconden hechos reales que podrían explicar muchas de las
leyendas y mitos que, relegados al ocultismo, describen criaturas y seres
aparentemente sobrenaturales. Cuando el río suena ...
LOS MUTANTES AFRICANOS.
Y el río, más que sonar, bramaba a nuestro alrededor.
En varios poblados cercanos a la frontera entre Mozambique y Malawi, en
Centro-Africa, había escuchado relatos sobre extrañas criaturas. Uno de esos
"cuentos para niños" describía una especie de monstruo blanco capaz de
engullirse a un ser humano de un mordisco.
En esa zona, el idioma local es el chichewa, y la conversación había de
sufrir una traducción triple antes de hacerme comprensibles las respuestas de
los indígenas. Un guía nos traducía del chichewa a una especie de inglés
africanizado que otro me traducía al español.
Naturalmente, siempre que tenía oportunidad, en toda aldea o poblado que
visitábamos intentaba interrogar, a veces hasta por señas, a los indígenas
sobre sus leyendas y creencias tradicionales. Y así me habían descrito aquella
extraña criatura que, por los gestos y relato de los testigos que afirmaban
haberla visto, a mí me parecía una especie de rinoceronte feroz de fauces
gigantescas y color blanco. Estaba equivocado y no tardaría en darme cuenta.
Poco después de zarpar, me había acomodado en la popa de la barcaza que
habíamos alquilado para remontar el río. Según nos había relatado el guía deaquella expedición naútica, el "monstruo blanco" había sido visto con
frecuencia en las orillas del río Lambwe, y decidimos probar suerte remontando
el río armados de cámaras hasta los dientes.
Después de cruzar kilómetros y kilómetros entre serpientes, cocodrilos y
demás fauna salvaje, también yo comencé a considerar aquellos fantásticos
relatos de los indígenas como un producto de la imaginación popular. No había
rastro de voraces monstruos blancos por ningún lado.
Por fin, tras horas de travesía que se hacían interminables, decidimos
regresar al punto de partida. Una lagartija, inesperado polizón en nuestra
barcaza, me miraba perezosa desde la cubierta como riéndose de mi ingenua
credulidad. La fotografié pensando que sería el animal más extraño que podría
encontrar en aquella incursión por el río Lambwe y encendí otro cigarrillo
recostándome sobre mi brazo mientras el patrón viraba para poner proa hacia el
sur y comenzar el retorno.
Apenas habían transcurrido unos minutos, y pongo a mis compañeros de
expedición por testigos, cuando un espantoso bramido a escasos metros de mi
cabeza me hizo caerme al húmedo suelo de la barcaza.
Imagino que la expresión de mi cara debía de resultar de lo más cómica, a
juzgar por las risas generalizadas, pero no presté demasiada atención a las
burlas. Instintivamente dirigí el 300 mm. de mi cámara hacia la fuente de aquel
terrible rugido, pero no pude apretar el disparador antes de que dos enormes
ojos redondos desapareciesen bajo las aguas.
Apagamos los motores de la lancha y permanecimos en sepulcral silencio
unos minutos. Yo aproveché para sacar el magnetófono dispuesto a grabar de
nuevo aquel bramido si llegaba a producirse. Y vaya si se produjo.
Poco a poco, a unas decenas de metros de la barcaza, comenzaron a asomar
de las aguas del río Lambwe pares de ojos redondos flanqueados por divertidas
orejas oscuras. Eran hipopótamos. Docenas de hipopótamos que rodeaban a
prudente distancia la embarcación. Con grandes bramidos parecían saludarnos.
Y por fin lo vimos... En medio de la manada, como si de un ser de leyenda
se tratase, surgió de las aguas un hipopótamo diferente a todos. Parecía un
poco más grande que los demás, pero lo que le diferenciaba del resto de sus
compañeros era su color blanco. Se trataba de un hipopótamo albino.
Ante nosotros y ante nuestras cámaras estaba el origen de aquellos
relatos que habíamos escuchado en algunos poblados. No se trataba de un mito,
ni de una leyenda, ni siquiera de una criatura sobrenatural. Los indígenas me
habían descrito, sorteando las limitaciones del lenguaje, exactamente lo que
...