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Notas para el análisis del modelo enunciativo de Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán


Enviado por   •  4 de Octubre de 2017  •  Apuntes  •  1.860 Palabras (8 Páginas)  •  277 Visitas

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Notas para el análisis del modelo enunciativo de Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán

El Guzmán de Alfarache (1599-1604) pertenece a la corriente de literatura realista y satírica surgida en el contexto de la Contrarreforma española, que se fundaba en dos principios: la literatura debía ser verosímil y, además, ser fruto de la responsabilidad ética. Por lo tanto, se trataba de un arte realista de base moral o docente que se oponía al arte idealista y evasivo de las novelas que tanto éxito habían tenido en la centuria anterior. Nos referimos a las novelas de caballería, pastoril, bizantina, morisca, frente a las que la picaresca ofrecía un modelo muy diferente. 

El Guzmán de Alfarache responde al principio de verosimilitud colocando al personaje del pícaro como protagonista de una serie de aventuras y acciones situadas en el contexto español y europeo de primera mitad del siglo XVII, y obedece al principio de responsabilidad ética, proponiendo que el pícaro galeote sea un "arrepentido" que busca salvar su alma y que, por lo tanto, se comporta como un "moralista". Pícaro y moralista se funden en el personaje de Guzmán y esa coincidencia de contrarios es la base de la gran complejidad sicológica del personaje y, por lo tanto, de su discurso.

La novela de Mateo Alemán sigue (como bien lo han demostrado F. Lázaro Carreter y G. Sobejano[1]) el modelo del género picaresco fundado por el Lazarillo de Tormes, contribuyendo a consolidarlo. Ambas son novelas de autojustificación, de aprendizaje y de tesis que recurren al molde autobiográfico para organizar la materia narrativa. En ambas un pícaro asume la narración en primera persona para relatar episodios de su vida impulsado por el deseo de explicar un estado final de deshonor. En el caso de Lázaro se trata de un triángulo amoroso donde él juega el rol de "cornudo complaciente"; mientras que en el de Guzmán se trata de una condena a galeras por delincuente y ladrón.

Por otra parte, ambos personajes cuentan sus vidas situados en un presente donde creen haber alcanzado algún logro. Lazarillo lo hace desde "la cumbre de toda buena fortuna", que es el puesto de pregonero de vinos del arcipreste de San Salvador (supuesto amante de su mujer) que le asegura un ínfimo lugar en la escala social y cierta tranquilidad material aún a costa de su deshonra. Todo su discurso se dirige a demostrar que él es fruto de una sociedad mezquina, cruel, hipócrita que le ha enseñado a sobrevivir en medio de personas malas, inmorales o estúpidas. Guzmán hace el relato de su vida situado en "la atalaya de la vida humana", que lo coloca en un lugar de privilegio "moral". Desde su rol de arrepentido confeso contará su vida a manera de antiejemplo, interpolando en su discurso gran cantidad de anécdotas, relatos, sentencias y reflexiones sobre la conducta humana, sus vicios y debilidades, orientados a la regeneración moral del hombre y a su salvación espiritual.

El resultado en ambos casos es un tipo de texto ambiguo donde la ironía y la sátira se hacen presentes a través de una mordaz crítica social. La diferencia entre uno y otro es cuantitativa y cualitativa, ya que en la novela de Alemán esa crítica se profundiza y amplía con gran variedad de situaciones y de tipos humanos que son minuciosamente descriptos. No olvidemos que Alemán escribe en época del Barroco, y que su estética responde al gusto por la profusión, la acumulación, la complicación, los contrastes y la variedad. Todas éstas, características plasmadas no sólo en la trama de su novela sino también en su organización estructural y en su estilo.

Centremos la atención en el modelo enunciativo del Guzmán de Alfarache. Dijimos que el móvil del relato autobiográfico es la explicación de un estado final de deshonor del cual el protagonista se arrepiente. Por lo tanto, el relato en su globalidad es fruto de una confesión general que el narrador realiza en forma de extenso monólogo dirigido al lector, quien ocupa un lugar preponderante en el texto. El narrador lo apela permanentemente creando la ilusión de que asistimos a un diálogo en ausencia.

Ejemplos:

"El deseo que tenía, curioso lector, de contarte mi vida me daba tanta prisa para engolfarte en ella sin prevenir algunas cosas..." (Libro I, cap. I)

"Y antes que me huya de la memoria, oye lo que en la iglesia de San Gil de Madrid predicó a los señores del Consejo Supremo un docto predicador un viernes de cuaresma." (ídem)

 "¡Oh, válgame Dios! ¡Cuándo podré acabar conmigo no enfadarte, pues aquí no buscas predicables ni dotrina; sino un entretenimiento de gusto, con que llamar el sueño y pasar el tiempo! No sé con qué disculpar tan terrible tentación, sino con decirte que soy como los borrachos, que cuanto dinero ganan todo es para la taberna. No me viene ripio a la mano, que no procure aprovecharlo; empero, si te ha de parecido bien lo dicho, bien está dicho, si mal, no lo vuelvas a leer ni pases adelante. Porque son todos montes y por rozar. O escribe tú otro tanto, que yo te sufriré lo que dijeres. Concluyo aquí con decir que, cuando la desdicha sigue a un hombres, ninguna diligencia ni buen consejo le aprovecha, pues de donde creí traer lana volví sin ella trasquilado." (Libro segundo, Cap. II al final)

Mediante su extenso monólogo Guzmán cuenta su historia cuyo protagonista es Guzmanillo. Guzmán adulto, pecador arrepentido, es el narrador; mientras Guzmanillo joven es el protagonista de lo narrado. El primero se sitúa en un "ahora", que se corresponde con esa "atalaya de la vida humana" desde donde dirige su discurso y que, en este modelo enunciativo, se correspondería con el presente de la enunciación. El narrador, Guzmán adulto y confeso, asumiendo una posición de contrición intelectual (o de arrepentimiento razonado) busca enseñar el camino de la salvación que es la contracara del que recorre Guzmanillo. En efecto, el personaje protagonista se sitúa en un "entonces", se mueve en el pasado y desde su prehistoria recorre el camino hacia el presente del galeote adulto. Ese recorrido es un aprendizaje por la senda del perfeccionamiento delictivo, donde Guzmanillo se desenvuelve como un auténtico "aprendiz del mal". Paradójicamente el relato se desarrolla en dos sentidos: por un lado, diacrónicamente, a lo largo del recorrido secuenciado de Guzmanillo por el camino del delito (camino de la abyección); y, por otro, sincrónicamente, por el camino espiralado de la santidad (camino de la salvación), que el galeote procura alcanzar para sí y para sus lectores. En tal sentido, la novela es de aprendizaje. Un aprendizaje doble y opuesto: el aprendizaje del delito y el contraaprendizaje de la redención moral.

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