El Estado Estetico Del Hombre
Enviado por Adanrodriguezm • 14 de Agosto de 2014 • 2.356 Palabras (10 Páginas) • 798 Visitas
EL ESTADO ESTÉTICO DEL HOMBRE
Federico Schiller*
La belleza enlaza y suprime dos estados opuestos
La belleza conduce al hombre, que sólo por los sentidos vive, al ejercicio
de la forma y del pensamiento; la belleza devuelve al hombre,
sumido en la tarea espiritual, al trato con la materia y el mundo
sensible. •
De aquí parece seguirse que entre materia y forma, entre pasión
y acción, tiene que haber un estado intermedio y que la belleza nos
coloca en ese estado intermedio. Y, en efecto, la mayor parte de los
hombres fórjase este concepto de la belleza tan pronto como empiezan
a reflexionar sobre ella; todas las experiencias lo indican
Mas, por otra parte, nada más absurdo y contradictorio que el tal
concepto, pues la distancia que separa la materia de la forma, la
pasión de la acción, el sentir del pensar, es infinita y nada absolutamente
puede llenarla. ¿Cómo resolver esta contradicción? La belleza
junta y enlaza los estados opuestos, sentir y pensar; y sin embargo,
no cabe en absoluto término medio entre los dos. Aquello lo
asegura la experiencia; esto lo manifiesta la razón
Éste es el punto esencial a que viene a parar el problema todo
de la belleza. Si logramos resolverlo satisfactoriamente, habremos
encontrado el hilo que nos guíe por el laberinto de la estética.
Se trata de dos operaciones enteramente distintas, las cuales en
esta investigación tienen que sostenerse necesariamente una a otra
La belleza, decimos, enlaza dos estados que son opuestos, y que
nunca pueden unificarse. De esta oposición debemos partir; debemos
comprenderla y admitirla en toda su pureza y en todo su rigor,
de suerte que los dos estados se separen con extremada precisión;
de lo contrario, mezclaremos, pero no unificaremos En segundo
término decimos: esos dos estados opuestos los enlaza la belleza, la
cual, por lo tanto, deshace la oposición. Mas como los dos estados
* Federico Schiller, La educación estética del hombre, Col. Austral, Espasa
Calpe Argentina, Buenos Aires, 1943, pp 86-88 y 102-107 Los dos
textos recopilados corresponden respectivamente a las cartas XVIII y XXII.
Los títulos de uno y otro son nuestros
21
permanecen eternamente opuestos, no hay otro modo de enlazarlos
que suprimirlos. Nuestra segunda incumbencia es, pues, hacer con
toda perfección ese enlace, realizarlo con tanta pureza e integridad
que los dos estados desaparezcan por completo en el tercero, sin
dejar en el todo resultante ni rastro siquiera de la precedente división;
de lo contrario, aislaremos, pero no unificaremos. Las disensiones
que siempre han reinado en el mundo filosófico, y que aun
hoy dominan, sobre el concepto de la belleza, no tienen otro origen
que uno de estos dos: o la investigación no partió de una división
convenientemente estricta, o la investigación no se prolongó hasta
una unificación enteramente pura. Los filósofos, que al reflexionar
sobre este objeto se entregan ciegos a la dirección de su sentimiento,
no pueden lograr un concepto de la belleza; porque en la totalidad
de la impresión sensible no distinguen nada aisladamente. Los filósofos
que toman por guía solamente el intelecto no logran jamás
un concepto de la belleza, porque en la totalidad de ésta no ven
nunca sino las partes; el espíritu y la materia, aun en su más perfecta
unidad, permanecen para ellos siempre separados. Los primeros
temen negar la belleza dinámicamente, es decir, como fuerza
eficiente, si separan lo que en el sentimiento va unido; los segundos
temen negarla lógicamente, es decir, como concepto, si reúnen lo
que en el entendimiento va separado. Aquéllos quieren pensar la
belleza tal como ella actúa; éstos quieren que actúe como es pensada.
Ambas partes tienen que errar; la una, porque con su limitada
facultad de pensar quiere remedar a la Naturaleza ilimitada; la
otra, porque quiere encerrar en sus leyes del pensamiento la ilimitada
Naturaleza. Los primeros temen robarle libertad a la belleza si la
dividen con exceso; los segundos temen destruir la precisión de su
concepto por una unificación harto aventurada. Aquéllos, empero,
no piensan que la libertad, en la que muy justamente ponen la esencia
de la belleza, no es anarquía, sino armonía de leyes; no es capricho,
sino máxima necesidad interior; éstos no piensan que la
determinación, que con igual justicia exigen a la belleza, no consiste
en la exclusión de ciertas realidades, sino en la inclusión absoluta
de todas, y que no es, por lo tanto, limitación, sino infinitud.
Evitaremos los escollos en que se han estrellado ambos partidos si
comenzamos por los dos elementos en que la belle7a se divide ante
el intelecto, pero elevándonos en seguida a la unidad estética pura,
mediante la cual la belleza actúa sobre la sensibilidad, y en la cual
los dos estados desaparecen por completo.1
1 El lector atento habrá advertido que los estéticos sensualistas, que dan
más valor al testimonio de la sensación que al razonamiento, se alejan de
22
Temple estético y efecto estético
Si, pues, el temple estético del alma es como cero, en un sentido, a
saber: en el sentido de que en él buscamos en vanos efectos particulares
y determinados, es, en cambio, en otro sentido, un estado
de máxima realidad, si consideramos que en él desaparecen todas las
limitaciones y se suman todas las fuerzas que actúan juntas en ese
estado. Por eso no se puede quitar razón a los que sostienen que la
actividad estética es la más provechosa para el conocimiento y la moralidad.
Tienen razón, pues una tesitura del espíritu, que comprende
en sí el conjunto de lo humano, ha de encerrar necesariamente
en su seno, en potencia, toda la manifestación particular de humanidad;
una tesitura del espíritu que aleja toda limitación del conjunto
de la humana naturaleza tiene necesariamente que alejarla
de cualquiera manifestación particular. Porque no toma en su regazo,
para fomentarla, ninguna particular función humana, y por
eso precisamente es favorable a todas sin distinción, y no derrama
sus mercedes sobre ninguna preferida, porque es ella el fundamento
en donde todas alimentan
...