Estratificaciones de la violencia en el cine de Glauber Rocha
Enviado por Carmela91 • 10 de Septiembre de 2015 • Monografía • 2.989 Palabras (12 Páginas) • 190 Visitas
Monografía de Literatura brasileña y portuguesa
Estratificaciones de la violencia en Glauber Rocha
Realizar un análisis crítico teniendo por principal material una película supone una reflexión
acerca de lo que implica la práctica cinematográfica en tanto visual y sonora, generando una
multiplicidad de estímulos que interpelan al receptor. El cine constituye, básicamente, una
aprehensión sensible del mundo por la imagen y el sonido. La película que trataremos es Dios y
Diablo en la Tierra del Sol (1964) del cineasta brasileño Glauber Rocha, líder del movimiento
cinema novo. La película será abordada a la luz de la producción teórica de Glauber, considerando
sus manifiestos Eztétyka del Hambre (1965) y Eztétyka del Sueño (1971) y un artículo crítico
titulado El cinema novo y la aventura de la creación (1968).
El concepto de violencia resulta fundamental a la hora de realizar consideraciones sobre la
producción, tanto teórica como cinematográfica de Glauber. Pero, ¿qué tipo, qué definición de
violencia es puesta en juego? No podemos hablar de la violencia como un todo estático sino que el
concepto mismo experimenta estratificaciones, dando lugar a que converjan, en este mismo
significante múltiples sentidos.
En primer lugar, nos encontramos con un estado negativo de la violencia, que se escinde en dos
diferentes dimensiones. La primera de ellas es la ejercida por parte de los colonizadores, que con
sus interpretaciones paternalistas observan la situación del Tercer Mundo en general, y la brasileña
en particular desde una óptica paternalista. Dirá Glauber: “Al observador europeo, los procesos de
creación artística del mundo subdesarrollado sólo le interesan en la medida en que satisfacen su
nostalgia del primitivismo” (Rocha 2011: 30). Para los colonizadores, el paternalismo funciona
como el método de comprensión y de abordaje. Lo que pueda llegar a comprender no será “por la
lucidez de nuestro diálogo sino por el humanitarismo que nuestra información le inspira” (Rocha
2011: 30). Es esta violencia la de las generalizaciones y los relativismos, que borran las
condiciones de opresión.
Por otra parte, encontramos una violencia que proviene de los propios brasileños que reproducen la
imagen de Brasil creada por el extranjero. Lo que resulta violentado aquí es la propia imagen,
distanciándose de lo que se vive, de la experiencia directa y aggiornándose a la producción a las
normas homogeneizantes de la cultura global. En este sentido, Glauber hablará de cómo la cultura
norteamericana, a través del cine ha creado estándares que Brasil reproduce: “Nuestros
espectadores, (...) se forman una imagen de la vida a través del cine americano. Cuando un
ciudadano brasileño piensa en hacer su película, piensa en hacer una película a la americana”
(Rocha 2011: 86). El rol del espectador cobra aquí fundamental importancia: “El espectador
condicionado (...) no acepta la imagen de Brasil que ven los cineastas brasileños, porque ella no
corresponde a un mundo técnicamente desarrollado y moralmente ideal, tal como se ve en las
películas de Hollywood.” (Rocha 2011: 86). La imagen que este espectador construye de sí mismo
no tiene que ver con la experiencia sino con las puestas en escena realizadas en el extranjero, que
presentan un escenario sin fisuras, en el que las contradicciones no son resueltas y la miseria queda
fuera de plano. Glauber afirmará que, incluso cuando las películas brasileñas desarrollen temáticas
que tienen que ver con la identidad nacional, lo harán utilizando una técnica y un arte que imita a
las del cine americano. El arte cinematográfico abandonará de esta manera cualquier pretensión de
originalidad, dando lugar a un arte de imitación que rechaza todo aquello que proponga otro tipo
de conflicto y de lenguaje: “Como el espectador está desinformado respecto a su propio país, la
imagen de su mundo lo golpea” (Rocha 2011: 87).
En relación a este tipo de consumos culturales, podemos mencionar las palabras de Pierre Bordieu
en su libro La distinción para caracterizar la estética de las clases populares: “La sumisión a la
necesidad inclina a las clases populares hacia una estética pragmática y funcionalista, rechazando
la gratuidad y futilidad de los ejercicios formales” (Bourdieu 1979: 385). Más adelante, Bourdieu
dirá, refiriéndose a la decoración que las clases populares hacen de sus hogares, según
“convenciones establecidas” sin que “ninguna de estas convenciones suponga algún tipo de
interrogación o investigación” (Bourdieu 1979: 386). De la misma forma estará operando el cine
americano, en el que “todo era preparado de tal forma que no existiese ningún conflicto para el
espectador. El director trataba de desmenuzar todo (...), inyectar allí su ideología, y entregarle al
público todo masticado.” (Rocha 2011: 99). La experiencia de este tipo de cine no interpela al
espectador, comienza y termina la película y seguirá siendo el mismo, no se verá interpelado por lo
que ha visto y oído porque nada en su vida tiene que ver con lo que sucedió. Sin embargo, y a
diferencia de lo que, en definitiva, termina haciendo Bourdieu al homogeneizar el gusto y no
proponiendo ninguna salida posible, Glauber en ningún momento subestima a las clases populares.
Ante los postulados del arte de izquierda, nacionalista y populista, cuyas consigna es “hacer cosas
simples para que se entienda” Glauber se mostrará convencido: “(...) el pueblo no es simple.
Enfermo, hambriento y analfabeto, el pueblo es complejo” (Rocha 2011: 91). El pueblo siempre
constituye un sujeto complejo, pero, este arte de izquierda termina anteponiendo la función
comunicativa de su arte a la creativa, en el que l crítica a la miseria se realiza desde el punto de
vista conformista.
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