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Enviado por   •  2 de Octubre de 2012  •  1.310 Palabras (6 Páginas)  •  257 Visitas

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El que sólo se escucha a sí mismo, el que sólo aprecia sus propias ideas y se siente atraído por el sonido de su propia voz, el que no concede importancia a la existencia de otras personas y las usa apenas como pantalla para reflejar sus palabras, jamás podrá conversar, ni entablar una saludable relación humana.

Hay que sabe escuchar. No hace falta ser mudo ni retraído, sino hacer gala de esa facultad exquisita del que toma en consideración al que tiene delante, al que busca una relación tanto como la busca uno mismo.

Escuchar es un arte: requiere prestar atención, valorar lo que los otros nos dicen, entender por qué nos dicen las cosas que nos dicen, leer en los ojos del que habla tanto como se escuchan sus palabras, colaborar en silencio con gestos que indiquen nuestra activa participación en el diálogo.

Escuchar es poder comparar con lo que nosotros pensamos y tener la oportunidad de calibrar, tras esa comparación, el peso de nuestros pensamientos.

Escuchar es saber intervenir en el momento oportuno, sin interrumpir bruscamente y sin pasar por alto lo que el otro está diciendo. Es responder partiendo de aquello que nos han dicho y formar un hilo inteligente, para que la conversación tenga un sentido, es decir, un principio, un medio y un final.

Escuchar es comprender y comprendernos...

El que es capaz de conversar, alternando ingeniosamente sus

intervenciones con la de los demás, el que escucha a otro tanto o más que a sí mismo, sabe recoger tesoros en todos los rincones y de todos los minutos de la vida. Desarrolla la observación, la paciencia, el respeto y la capacidad de pensar

Saber escuchar es la mejor manera de saber hablar.

Delia Steinberg Guzmán

Directora Internacional de Nueva Acrópolis

La Música, expresión del Alma

Cuando por breves instantes logramos escaparnos de la rutina material del vivir con minúsculas, se abren nuestros ojos ante la inmensidad del Universo que sabemos incomprensible, pero que sin embargo no sentimos ajeno a nuestra condición de humanos. ¿Qué es lo primero que entonces nos llama la atención?: el orden, la armonía inquebrantable con que todo se desenvuelve, los sonidos incansables con que los ciclos vuelven a aparecer una y otra vez… Eso es música.

Así cobran nuevo valor las palabras de los viejos filósofos que nos explicaban aquello de la “armonía de las esferas”. Así entendemos que, efectivamente, detrás de nuestros ruidos, existen sonidos bellos y encadenados que van atando sutilmente las formas universales de la vida. Así entendemos que la Música que llega a nuestros oídos es apenas una sombra –y no por eso menos bella ante nuestros imperfectos sentidos- de aquella otra Música Cósmica que probablemente resonará cadenciosa e infinitamente en el Espacio.

Por eso hoy ví la Música y

entendí su gran secreto. Ella no es obra ni creación de los humanos, o por lo menos no es fruto de los humanos enceguecidos y encadenados a la materia…Ella viene de lejanas regiones y se deja atrapar por los genios que, en sus raptos de inspiración, pueden ascender a las esferas de la Armonía. Estos son los hombres felices -¿verdaderamente felices?- que pueden vivir el fenómeno de elevarse hasta ese mundo superior y transcribir luego, con la desesperación de la prisa, unas notas en sus páginas, o unos acordes en sus instrumentos, que deberán resumir lo que ellos percibieron tan esclarecedoramente.

Y a nosotros nos queda el oir o el ver… el abrir esa puerta mágica que alguna vez fue secreta y hoy nos muestra el camino de la Música. Los sonidos no mueren en el aire, no se desvanecen en el tiempo; basta querer ver para observalos danzando en el espacio, repitiéndose miles de veces en la memoria. Es la Armonía que clama por sus ancestros; es la Música que se presenta ante nosotros.

¿Quieres verla tú también? Hay muchos autores que la han escrito para ti…Hay muchos hombres que expresaron su Verdad a través de la Belleza del sonido. Y es seguro que si dejásemos penetrar esa Armonía en el fondo mismo de nuestro ser, muchas angustias serían barridas como por arte de magia: el ritmo universal habrá puesto orden

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