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Caso de logística en una red de hospitales


Enviado por   •  28 de Mayo de 2020  •  Ensayo  •  2.838 Palabras (12 Páginas)  •  242 Visitas

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«CORAZÓN REMENDADO»*[pic 2]

Caso de logística en una red de hospitales

Víctor Tateishi Saito

PROFESOR CONTRATADO DE ESAN

ÁREA DE OPERACIONES, MÉTODOS CUANTITATIVOS Y SISTEMAS

l Hospital «Corazón Remendado» es un establecimiento público ubicado[pic 3]

en la ciudad de Lima, pertenece a la red del Ministerio de Salud Sistema Nacional de Salud y es dirigido, desde hace 18 me- ses, por el doctor Pedro Tejero.

El Sistema Nacional de Salud opera con diversos hospitales del ámbito nacio- nal, cuyo manejo se encuentra descentra- lizado operativamente y centralizado ad- ministrativamente. En la sede central se encuentran todas las áreas de apoyo a la gestión, como Finanzas, Contabilidad, Logística, Servicios Generales, Imagen Institucional, entre otras, mientras cada hospital cuenta con una reducida admi- nistración que depende organizacional- mente de su propia dirección, pero fun- cionalmente de la sede central.

* Escrito bajo la supervisión del profesor Enrique Cárdenas. No pretende dictar normas sobre ad- ministración de servicios de salud, sólo fomen- tar la discusión, el diálogo y el intercambio de ideas con fines exclusivamente docentes.


Un día acudieron a este hospital los esposos Jorge Ro Hart y Estela de Ro. El señor Ro solicitó atención médica porque manifestaba cansarse muy rápidamente, respirar con dificultad y sentir un dolor sordo que se extendía desde el pecho has- ta el brazo izquierdo. El médico especia- lista que lo atendió, luego de someterlo a diversas pruebas, diagnosticó que pade- cía de insuficiencia coronaria e indicó un procedimiento de cateterismo cardíaco para determinar con exactitud la grave- dad de la lesión y poder prescribir el tra- tamiento adecuado.

Días después, luego de analizar los resultados de la prueba mencionada, el médico concluyó en la necesidad de una intervención quirúrgica para solucionar la obstrucción de las arterias coronarias. Como es obligatorio en estos casos, los médicos conversaron con el paciente y su esposa sobre los riegos que implicaba una operación de esta naturaleza. Les infor- maron que debían autorizar la operación

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por escrito, pero que, dados los avances tecnológicos con que contaba el hospital y las técnicas modernas adquiridas por los cirujanos durante su vasta experien- cia, la intervención podía ser calificada como de rutina. Confiados en las pala- bras de los galenos, los esposos Ro fir- maron los documentos correspondientes.

Inmediatamente se inició el proceso de preparación del paciente, con la pre- mura y el celo que el caso ameritaba. Llegada la fecha fijada, el señor Ro fue operado con éxito; los resultados fueron óptimos y no hubo complicaciones. No obstante, esa misma noche, estando en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), presentó súbitamente una hemorragia pro- fusa –un punto de sutura se había solta- do–, por lo que tuvo que ser intervenido nuevamente. Una vez resuelto este pro- blema, regresó a la Unidad de Cuidados Intensivos.

Lamentablemente, durante el proceso postoperatorio al paciente se le infectó la herida del pecho. El cirujano responsa- ble y jefe del departamento de Cirugía Cardiovascular, doctor Tomás Tomo, or- denó una curación dos veces al día.

Mientras tanto, la señora Ro empeza- ba a angustiarse. Como los médicos dije- ron que la operación era de rutina, había pensado que en un par de días su esposo estaría recuperado e instalado en su habi- tación, donde ella podría cuidarlo y aten- derlo. Sin embargo, permanecía en la UCI y, lo peor de todo, nadie le decía hasta cuándo ni por qué.

Transcurrido el segundo día del posto- peratorio, y dado que no recibía informa- ción concreta ni de los médicos ni de otros profesionales del área, increpó du-


ramente a las enfermeras de la estación. Quería noticias de su esposo, pero lo úni- co que consiguió fue que una de ellas le dijera: «Ha tenido una infección en la herida, pero no se preocupe, su marido está en buenas manos».

La señora Ro permanecía largas ho- ras en el hospital, junto a la puerta de Cuidados Intensivos. Esperaba poder con- versar, aunque sólo fuera unos instantes, con los médicos que, supuestamente, aten- dían a su esposo, pero éstos siempre te- nían mucha prisa, apenas se detenían cuando ella intentaba abordarlos y le res- pondían con frases evasivas. Una tarde vio a dos jóvenes, al parecer estudiantes, salir de la UCI a paso rápido y escuchó, casi sin querer, que uno le decía al otro:

«¡Es el colmo, no hay gasas, ni equipos de curación para atender a los pacien- tes!».

La frase oída al descuido la sumió en una gran preocupación. «Dios, se dijo a sí misma, no hay con qué atender a los pacientes, y Jorge allí dentro». Sospecha- ba que quizá su esposo no estaba reci- biendo la atención debida porque el hos- pital carecía de las medicinas adecuadas y temía que nunca saldría de allí. Cansa- da de insistir e indignada porque a nadie parecía importarle su situación, decidió enviar una carta en la que expondría su reclamo y exigiría una respuesta.

La carta, dirigida al jefe del departa- mento de Cirugía Cardiovascular del hos- pital, el doctor Tomás Tomo, fue dejada en la Mesa de Partes y tardó varias horas en llegar a manos de su destinatario. Éste, que normalmente revisaba su correspon- dencia el mismo día de recibida, leyó la carta de la señora Ro con creciente fasti- dio. ¿«Por qué siempre tenemos que lle-

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gar a situaciones críticas antes de empe- zar a preocuparnos?», se dijo, y de inme- diato decidió poner el hecho en conoci- miento del director del hospital. Adjuntó a esta nueva carta la escrita por la señora Ro y despachó ambas.

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