Debate teórico sobre la globalización Algunos autores,
Enviado por camiloh95 • 20 de Septiembre de 2016 • Ensayo • 6.399 Palabras (26 Páginas) • 308 Visitas
Debate teórico sobre la globalización Algunos autores, en un intento por organizar el debate, han identificado tres perspectivas o corrientes (también escuelas u olas) en el proceso de teorización sobre la globalización: los globalistas o hiperglobalistas, los escépticos y los transformacionalistas o postescépticos (Martell, 2007, p. 173; Giddens, 2007, p. 6; Held, McGrew, Goldblatt y Perraton, 2002, xxxi; Held y MacGrew, 2004, p. 2). Además, en la interpretación realizada por Held, McGrew, Goldblatt y Perraton (2002, xxxi-xxxii), ninguna de las escuelas es definida a partir de visiones ideológicas compartidas. Por otra parte, entre las tres escuelas se puede identificar una diversidad de aproximaciones intelectuales y de convicciones normativas. Sin embargo, los autores que hacen parte de cada una de las tres escuelas tienen aproximaciones sobre el concepto, la dinámica causal, las consecuencias socioeconómicas, las implicaciones para el poder del Estado y del gobierno, así como sobre la trayectoria histórica de la globalización. Los hiperglobalistas (primera ola de la globalización), en su mayoría, pertenecen a la ortodoxia neoliberal, una especie de profetas del neoliberalismo, que predican el fin del Estado-nación y la expansión de su modelo económico a escala global (Fukuyama, 1989; Ohmae, 1995). Tales autores argumentan que la globalización es un fenómeno resultante de la expansión del capitalismo hasta una escala global, cosa que ocurre tras el colapso de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín, a finales de la década de 1980. Por ello, el fenómeno en cuestión tiene apenas un poco más de veinte años, en los cuales las dinámicas económicas han transformado el globo (Busch, 2000, p. 30). La libre competencia, propiciada por un mercado cada vez menos sometido a la influencia del Estado, ha potencializado la innovación tecnológica, dando lugar a una revolución en la información y la comunicación. Esto ha posibilitado que la acción humana pueda operar, sin importar las distancias, en tiempo real en cualquier parte del mundo, marcando una diferencia frente a cualquier época previa (Ohmae, 2008, p. 223). Sin embargo, y muy a pesar de las distancias ideológicas, los pensadores hiperglobalistas tanto de derecha como de izquierda (Strange, 1996; Cox, 1997; Hardt y Negri, 2002) consideran que la globalización es fundamentalmente un fenómeno económico que se manifiesta en la existencia de un mercado global cada vez más integrado, lo cual somete a los Estados a los dictados de una férrea disciplina económica neoliberal, trayendo como consecuencia la despolitización de la política y la desnacionalización del Estado. Retos de la gobernanza global frente a una multipolaridad creciente | 27 Para los hiperglobalizadores, por tanto, la globalización define una nueva era en la cual los pueblos en todo el mundo están cada vez más sujetos a las disciplinas del mercado global; de hecho, la movilidad del capital, las corporaciones transnacionales y la interdependencia económica sugieren que las economías nacionales son ahora mucho menos significantes (Ohmae, 2008, p. 224; Martell, 2007, p. 173). Simultáneamente, la globalización económica produce una “desnacionalización” de las economías mediante el establecimiento de redes transnacionales de producción, comercio y finanzas, donde los gobiernos nacionales quedan relegados a simples instituciones intermedias insertadas entre mecanismos de gobierno local, regional y global cada vez más poderosos. En consecuencia, la competencia económica global y las reformas estructurales, que implican la disminución de la inversión social, conducen a que el Estado de bienestar desaparezca cada vez más. A pesar de ello, los neoliberales consideran que los Estados se pueden adaptar a un mundo de competencia económica abierta, en la medida que consoliden en el largo plazo ciertas ventajas comparativas en determinados bienes y servicios. Por tal motivo, los marxistas hiperglobalistas son pesimistas frente a dicho escenario, ya que el capitalismo global no solamente refuerza las asimetrías y desigualdades del sistema internacional sino también de las sociedades en su interior. Sin embargo, concluyen, al igual que los neoliberales, que cada vez es más difícil mantener el Estado de bienestar (Held, McGrew, Goldblatt y Perraton, 2002, pp. xxxii-xxxiii). El enfoque de los hiperglobalistas es esencialmente determinista. Ante esto se ha erigido una confianza prácticamente irrestricta en el mercado que, se asume, es mucho más eficiente que el Estado en la provisión de bienestar para la sociedad. Desde la visión de Ohmae (2008, p. 224), el Estado es hoy poco más que una ficción nostálgica que opera como lastre en el camino del progreso social, y que sigue existiendo no más que por el miedo de algunos a enfrentar la vida en ausencia de esta forma de autoridad. Pero aparte de que el fin del Estado sea deseable, no hay mucho qué hacer para evitarlo, pues la fuerza del mercado y de los actores que en él participan están arrinconándolo al punto de convertirlo en mera herramienta al servicio del capitalismo global. El Estado ya se ha retirado de los lugares que el mercado ha colonizado, y mantiene sus funciones solo en temas en los que, como la seguridad, aún es conveniente para el capitalismo global, en tanto siga ejerciendo algo de su autoridad (Strange, 1996, p. 228). El mercado ha triunfado sobre el Estado, haciendo que el capitalismo cada vez sea más global, la tecnología interconecte más a la humanidad, y el Estado sea menos importante. 28 | Suramérica en el escenario global: gobernanza multinivel y birregionalismo Y esa, además de ser la imagen del mundo actual, es la imagen del futuro, en el cual lo que ocurre hoy seguirá ocurriendo, aunque de forma más intensa. En ese contexto, desde la perspectiva globalista los Estados-nación se han convertido en unidades de negocios no viables, y han perdido su poder e influencia, incluso su soberanía, ya que su gestión es determinada desde las políticas económicas mundiales. De hecho, los hiperglobalizadores consideran que políticamente los Estados-nación están supeditados a organizaciones internacionales como las Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional, así como a los movimientos sociales y a la sociedad civil global (Martell, 2007, p. 174). En consecuencia, la construcción de nuevas formas de organización social, la irrupción de la economía global y el surgimiento y fortalecimiento de instituciones de gobernabilidad global erosionan cada vez más la soberanía y la autonomía del Estado, por lo que se predice su desaparición (Held, McGrew, Goldblatt y Perraton, 2002, p. xxiv). En palabras de Guerra Borges, los hiperglobalistas, quienes pasan a denominarse fundamentalistas de la globalización, la profetizan como un fin de la historia, como la consumación de una nueva época en que se entroniza el mercado absoluto. En el mejor de los casos hacen la concesión de que este estado de cosas todavía no se ha alcanzado, pero que en parte ya existe y hacia allí se va inexorablemente (Guerra, 2002, pp. 41-43). En suma, el capitalismo globalizado y las grandes transformaciones tecnológicas de las últimas dos décadas han desatado un proceso que viene conduciendo a un reordenamiento de la acción humana, que abarca y subsume todas las relaciones sociales. Por tanto, la trayectoria histórica de dicho proceso culminaría con la formación de una civilización global, la cual traería consigo el fin del Estado-nación (Held, McGrew, Goldblatt y Perraton, 2002, xli). En las antípodas del planteamiento hiperglobalista se encuentra la perspectiva de los escépticos. Para estos la economía también es el punto de partida del análisis, pero no consideran que esté apareciendo algo tal como un capitalismo global sino uno más bien internacional. La diferencia radica en que este último no implica la desaparición de las fronteras a favor de un único mercado, sino que hay un sistema económico controlado por un puñado de países industrializados y emergentes. Además, este no es un fenómeno propio de las últimas décadas, sino que se empezó a dar cuando, en 1492, Europa incorporó a América al sistema-mundo capitalista en condiciones de desventaja (Boron, 1999, p. 2). Consideran que tampoco es la intensidad del fenómeno lo que permite hablar de que hoy hay algo especial llamado globalización, pues el mundo era más interdependiente y el intercambio co- Retos de la gobernanza global frente a una multipolaridad creciente | 29 mercial era proporcionalmente mayor en 1890 que hoy en día (Held, McGrew, Goldblatt y Perraton, 2002, p. xli). Los escépticos conciben la globalización como un mito que oculta la realidad de una economía internacional cada vez más segmentada en bloques regionales y polos de poder importantes, en los que los gobiernos nacionales siguen siendo muy poderosos. Ellos conciben la regionalización y la internacionalización en vez de la globalización, ya que esta representa un estado “ideal” inexistente, toda vez que la actividad económica mundial evoluciona en función de las principales potencias financieras y económicas tanto establecidas como emergentes: Europa, Japón, Estados Unidos (Norteamérica) y los brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica); por lo que la economía mundial está cada vez menos integrada (Wade, 2011, pp. 349-353; Cervo, 2010, pp. 13-15; Held, McGrew, Goldblatt y Perraton, 2002, pp. xxxvi-xxxvii). Por tanto, en contra del mito de la globalización, lo que se está produciendo es una regionalización impulsada por la formación de tales bloques financieros y económicos. Los gobiernos no son víctimas de la llamada globalización sino sus principales arquitectos. En suma, más que globalización —basándose en muestras estadísticas de los flujos comerciales, de la inversión y el trabajo— los escépticos sostienen que estamos presenciando mayores niveles de internacionalización, o sea, un mayor intercambio entre economías nacionales (p. xxxvi). De hecho, la mayoría de los ingresos de los Estados no provienen del comercio exterior sino del mercado interno, y el principal espacio de intercambio no es el globo sino la región (Giddens, 2007, p. 6). Por otra parte, no solo no están cayendo las fronteras, sino que algunas se han radicalizado en la forma de los muros que separan a México y Estados Unidos o a Palestina e Israel, o en la forma de las visas que les impiden, en especial a los habitantes de los países del sur, pisar territorios estadounidenses y europeos, entre otros. Por lo tanto, la globalización no es un fenómeno real sino un discurso que enmascara las imposiciones que una serie de Estados hacen sobre otros para favorecer a sus empresas transnacionales (Boron, 1999, p. 23). Además, dado que la internacionalización de la economía es un proceso encabezado por Estados, no es cierto que estos tengan sus días contados. De otra parte, los escépticos sostienen que en el actual modelo econó- mico multilateral, a medida que se intensifican los flujos de comercio dentro del norte más rico, se excluye a gran parte del resto del globo, evidenciando así una creciente marginalización de muchos países del Tercer Mundo (Held, McGrew, Goldblatt y Perraton, 2002, pp. xxxvi-xxxvii), lo que supone el 30 | Suramérica en el escenario global: gobernanza multinivel y birregionalismo incremento de problemas de pobreza e inequidad realmente globales por el aumento de la brecha entre ricos y pobres (Martell, 2007, p. 175). A diferencia de los hiperglobistas, los escépticos (Arrigui, 1997; Wallerstein, 1999; Boron 1999; Huntington, 1993; Krugman, 1996; Tulder, 1998; Hirst y Thomson, 1996) consideran que políticamente los efectos de la globalización no conllevan a la extinción del Estado-nación, sino que, por el contrario, sugieren que los Estados-nación conservan su autonomía y soberanía en muchas formas y, como en el caso de la Unión Europea, las han reforzado, así como han fortalecido el poder de los gobiernos. En este orden de ideas, la potestad de los gobiernos nacionales sigue manifestándose en su exclusividad para regular la economía internacional y adoptar medidas conducentes para poner en marcha procesos de liberalización económica (Held, McGrew, Goldblatt y Perraton, 2002, p. xxxv). Por otra parte, críticos de esta corriente plantean que organizaciones como las Naciones Unidas parecen ser más “internacionales” que transnacionales, en la medida en que están compuestas y manejadas por los más poderosos Estados, que desde el Consejo de Seguridad se eximen de aplicarse a sí mismos medidas que les perjudican, pero que sí les imponen a otros aquellas normas que repercuten en su propio beneficio (Martell, 2007, p. 175). Además, descartan de un tajo que una mayor internacionalización conlleve ineludiblemente la creación de un nuevo orden mundial, en el cual el Estado no sea el actor fundamental. Asimismo, se ubica en el seno de la visión escéptica la idea que introdujo Huntington (1993) de un mundo fragmentado como consecuencia de un choque entre civilizaciones. Para este autor, el conflicto ideológico de la Guerra Fría entre dos grandes sistemas mundiales sería remplazado por las luchas entre antagonismos culturales marcados por las llamadas líneas de fracturas entre civilizaciones. Además, los Estados-nación seguirán siendo los actores más poderosos en los asuntos internacionales y, por ende, los conflictos mundiales se producirán, fundamentalmente, entre Estados pertenecientes a diferentes civilizaciones (Huntington, 1993, p. 22). De manera que tanto el mito sobre una cultura global o cosmopolita como el surgimiento de un gobierno mundial serían también una falacia. El enfoque civilizacional de Huntington, independientemente de su escepticismo sobre la globalización, fue objeto de duras críticas en las ciencias sociales, a causa de la construcción arbitraria de las civilizaciones y del reduccionismo cultural en el que basó su hipótesis de conflicto (Link, 1999, pp. 36-49). Retos de la gobernanza global frente a una multipolaridad creciente | 31 En suma, los escépticos coinciden en que la llamada globalización se limita a un aumento del intercambio entre las economías nacionales, y en que, por tanto, su ámbito de acción se reduce al mercado internacional. Para ellos, el Estado y sus relaciones de poder se mantienen básicamente sin transformación, y las capacidades de los respectivos gobiernos se refuerzan. Sin embargo, destacan como una nueva característica del orden mundial el surgimiento de bloques comerciales regionales, lo cual produce un conjunto de redes entrecruzadas entre una nueva fase de la internacionalización y procesos localizados de regionalización del capitalismo. Eso sí, los Estados se constituyen en los impulsores más importantes de ambos procesos, que acentúan cada vez más el marginamiento del sur. Como complemento, aparece el enfoque del choque de civilizaciones, que introduce un factor de conflicto cultural entre las sociedades, reforzando la idea de un mundo cada vez más fragmentado, idea contraria a la visión del surgimiento de una cultura global homogénea. Por último, desde la visión de la escuela transformacionalista (Giddens, 2007; Held, McGrew, Goldblatt y Perraton, 2002; Held y McGrew, 2007; Castells, 1999; Beck, 1998a-2005; Ruggie, 1993; Rosenau, 2006; Messner, 2001), la globalización se debe entender como un proceso histórico más abierto, que no se ajusta a los modelos lineales ortodoxos del cambio social (Held, McGrew, Goldblatt y Perraton, 2002, pp. xliii), el cual está cambiando el mundo (p. 176), toda vez que afecta áreas específicas del desarrollo social, y que no se puede interpretar como un proceso unívoco, sino más bien como una multiplicidad de procesos que se entrecruzan y se contradicen. No es un fenómeno metahistórico. En virtud de ello, la globalización genera los cambios sociales, políticos y económicos que están transformando las sociedades nacionales y el sistema internacional. No es un proceso impulsado solo desde lo económico, sino que también es causado por lo político, lo cultural, lo tecnológico, lo ecológico, lo criminal, etc.; es decir, es multicausal y multiforme. Tampoco tiene epicentro en un solo lugar3 , sino que es multicéntrico, y no afecta de forma homogénea a todos los habitantes del globo, pues es multiescalar y multitemporal (Jessop, 2003, p. 32). Más que un proceso unidireccional, lo 3 Hay quienes hablan de la Mcdonalización o de la americanización del mundo, pues consideran que lo que está ocurriendo es que la cultura y los valores estadounidenses se están expandiendo por todo el planeta, creando una apariencia de algo que es global pero que en realidad surge de una localidad específica (Taylor, 2000). 32 | Suramérica en el escenario global: gobernanza multinivel y birregionalismo que hay es una pluralidad de procesos multidireccionales (De Sousa Santos, 2003, p. 168; Clark, 1999, p. 35). Los transformacionalistas reconocen que el Estado-nación no pierde su protagonismo en el escenario globalizado, pero se transforma frente a las nuevas realidades (lo cual será abordado más adelante). Ha habido una expansión del mercado hasta alcanzar dinámicas globales, pero no tanto en el comercio de bienes como en el de servicios y, sobre todo, de capitales, gracias a la economía electrónica (Giddens, 2007, p. 7). Pero esta expansión no implica el declive del Estado ni mucho menos su eventual desaparición. El Estado ha dejado mayor libertad al mercado, pero sigue regulándolo y actuando en él cuando es necesario. Así, por ejemplo, en la crisis financiera de Wall Street en 2008 fue el Estado estadounidense el que estabilizó el mercado y salvó a algunas empresas, y lo propio hicieron los Estados europeos en la crisis económica que vino en los años siguientes4 . Esto no significa que el Estado no haya sido afectado por los procesos globales y que su naturaleza y funciones sigan intactas. De hecho, los procesos globales han sobrepasado la capacidad que tenía el Estado para actuar unitariamente en el mundo westfaliano que apenas era internacional y no global. Como afirma Beck (2008, p. 87), la idea de que el Estado es el contenedor y protector de sociedades concretas, que enfrenta las amenazas provenientes de afuera de sus fronteras y elimina las que están adentro, se diluye cuando el riesgo que amenaza a la sociedad no está ubicado ni afuera ni adentro, sino que, tal como la degradación ambiental y el cambio climático, está en todas partes y afecta a todos sin importar en dónde están ubicadas las fronteras entre países. Así, en la medida en que los riesgos se vuelven globales, las respuestas también deben ser globales. El tradicional Estado-nación, cuya naturaleza se forjó en un mundo internacional, se ve en apuros para actuar frente a fenómenos que hoy son globales. En efecto, la aparición de instituciones globales para encarar los problemas igualmente globales —asociados con medio ambiente, drogas, crimen organizado, comunicaciones, transporte y demás—, y otros entes de carácter regional, obligan al Estado-nación a compartir su soberanía, lo cual no significa que la pierda (p. 177). En ese orden de ideas, los transformacionalistas conciben la estructuración de sistemas de gobernanza global fundamentalmente por la aparición de nuevos actores en el escenario internacional para afrontar problemas globales y por 4 fed remodela su plan de rescate (véase Portafolio.com, 2009). Retos de la gobernanza global frente a una multipolaridad creciente | 33 la constitución de regímenes internacionales (este tema será tratado ampliamente en este artículo). De igual manera, para los transformacionalistas la globalización es una fuerza impulsora decisiva de los rápidos cambios sociales, políticos y econó- micos que están reformando las sociedades modernas y el orden mundial, y que además diluyen sistemáticamente las fronteras de los asuntos externos e internos de los Estados. Asimismo, plantean también que la globalización está asociada con nuevas pautas de estratificación, puesto que ha redefinido las pautas tradicionales de inclusión y exclusión entre los países, al forjar nuevas jerarquías que atraviesan y penetran todas las sociedades y regiones del mundo: algunos Estados, sociedades y comunidades se interconectan cada vez más en el orden global, mientras que otros se marginan cada vez más (Held, McGrew, Goldblatt y Perraton, 2002, p. xxi). Por otra parte, la naturaleza del fenómeno global debe analizarse desde una perspectiva histórica, ya que tanto su formación como su espacio de actuación responden a ámbitos específicos en los cuales se desenvuelve el fenómeno; es decir que los transformacionalistas conciben la globalización como un proceso que se ha manifestado a través de diferentes formas históricas, caracterizadas por distintos atributos espacio-temporales y organizacionales (Held y McGrew, 2007, pp. 1-2). Además, existe la posibilidad de que la forma particular adoptada por la globalización pueda diferir entre una época histórica y otra. Por ello plantea un enfoque que condensa las formas históricas de la globalización a través de un análisis comparativo y sistemático del fenómeno en el transcurso del tiempo, basado en cuatro dimensiones espacio-temporales y cuatro organizacionales de la interconexión global en épocas históricas distintas: 1) el alcance de las redes globales5 ; 2) la intensidad de la interconexión global6 ; 3) la velocidad de los flujos globales7 ; 4) la tendencia de la repercusión de la interconexión global8 ; 5) la infraestructura de la globalización9 ; 6) la institucionalización de las redes globales y el 5 Es decir, constatar empíricamente el alcance, la intensidad, la velocidad y la tendencia de la repercusión de los flujos, las redes y las transacciones globales a lo largo del tiempo. 6 Verificar la intensidad de los flujos y los niveles de actividad dentro de esas redes. 7 Se trata de especificar la velocidad o rapidez de los intercambios que se producen en el contexto de dichas redes. 8 Específicamente se refiere a la repercusión de estos fenómenos sobre comunidades en particular. 9 Facilitan o contienen los flujos, las redes y las relaciones globales, ya que las redes no pueden existir sin ninguna clase de apoyo infraestructural. Definen su alcance, intensidad, velocidad 34 | Suramérica en el escenario global: gobernanza multinivel y birregionalismo ejercicio del poder10; 7) la pauta de la estratificación global11; y 8) los modos dominantes de la interacción global12 (Held, McGrew, Goldblatt y Perraton, 2002, pp. L-LVI; Held y McGrew, 2007, p. 2). Por tanto, los transformacionalistas consideran que la globalización comienza a desarrollarse a partir de las transformaciones sociales, econó- micas y tecnológicas que se profundizan, expanden y aceleran a partir de la segundad mitad del siglo xx. Identifican como factores impulsores de la globalización a todas las fuerzas combinadas de la modernidad. Sin embargo, no es un fenómeno estandarizado y homogéneo sino sectorizado. Existen ámbitos de la acción social que se globalizan y otros no. Se evidencian, eso sí, niveles históricos sin precedentes de interconexión global en forma extensiva e intensiva. Empero, no todos los grupos sociales o comunidades están integrados en el mismo grado y al mismo nivel a las interconexiones globales. En contraste con el punto de vista de los hiperglobalistas y los escépticos, los transformacionalistas sostienen que el Estado no pierde su protagonismo en el escenario globalizado, pero se transforma frente a las nuevas realidades y la tendencia de repercusión. Pueden ser físicas, jurídicas o simbólicas. Por ejemplo, se puede identificar la infraestructura del transporte, los tratados comerciales, los sistemas aduaneros. Así como también el sistema de información mundial para las conciliaciones bancarias —Régimen de normas y procedimientos— su propio lenguaje técnico, las matemáticas como lenguaje común de la ciencia, los idiomas, la lengua franca, es decir, el inglés. Pueden estar constituidas por alguna combinación de estos elementos. 10 Se vinculan directamente con el poder, expresan la habilidad de los actores sociales, las agencias y las instituciones. Sirven para mantener o transformar sus circunstancias sociales o físicas. Establecen los recursos que apuntalan esta capacidad y las fuerzas que modelan su ejercicio e influyen en él. El poder como fenómeno dentro de todos los grupos, instituciones, sociedades, lo público y lo privado. Como una dimensión universal de la vida humana, las instituciones condicionan y limitan la conducta de sus miembros; sus reglas y sus recursos no constituyen una estructura neutral para la acción. Asimismo, establecen pautas de poder y de autoridad y les confieren el derecho de tomar decisiones a unos y no a otros. Finalmente, institucionalizan una relación de poder entre los gobernantes y los gobernados. 11 Como pautas de estratificación global determinan la jerarquía y la desigualdad. La jerarquía establece las asimetrías en el control, el acceso y la interconexión en las redes y las infraestructuras globales. La desigualdad cimenta los efectos asimétricos de los procesos de globalización sobre las oportunidades de vida, el bienestar de los pueblos, las clases, las agrupaciones étnicas y los pueblos. Dichas categorías permiten identificar las relaciones distintivas del dominio y el control globales en diferentes períodos históricos. 12 El tipo de interacción puede ser imperialista o coercitivo; o también cooperativo, competitivo o conflictivo. Los instrumentos principales de poder pueden ser militares, económicos, tecnológicos, institucionales, culturales, etc. Cada época presenta tipos de interacción dominantes. Retos de la gobernanza global frente a una multipolaridad creciente | 35 y, al mismo tiempo, el poder de los gobiernos nacionales es reestructurado. En consecuencia, en el escenario internacional va emergiendo paulatinamente una nueva arquitectura del orden global que crea las condiciones para la transformación de la comunidad política. Se produce, entonces, un reordenamiento de las relaciones interregionales y de la acción a distancia. No obstante, los transformacionalistas, al tomar distancia del determinismo histórico, conciben la trayectoria histórica de la globalización de naturaleza contingente e indeterminada. En fin, la globalización transforma el poder tanto del Estado como de la política mundial. Procesos globales Como todo fenómeno social que expresa un cambio, la globalización es un conjunto de procesos en pleno desarrollo y no un estado final (Habermas, 1998, p. 101; Beck, 1998a, p. 30; Jessop, 2003, p. 32). Pero se diferencia de las demás formas convencionales de la modernización por su profundidad, su densidad, su velocidad y su radio de acción (Rosenau, 2003, pp. 11-12; Müller, 2002, pp. 7-8). De esta forma, los procesos de globalización han conducido a la intensificación y concentración de las interacciones transfronterizas, que envuelven a todos los Estados en una red de interdependencias, en la que los someten, con distintos grados de vulnerabilidad, a las nuevas tendencias internacionales de desarrollo. En consecuencia, todo lo que ocurra en cualquier lugar del planeta, independientemente de las distancias geográficas, tiene repercusiones, directas o indirectas, buscadas o no, sobre otros continentes, regiones o países (Beck, 1998a, pp. 29-31). De modo que, por un lado, las actividades cotidianas resultan cada vez más influidas por los hechos y acontecimientos que tienen lugar del otro lado del globo y, por el otro, las prácticas y decisiones de los grupos y comunidades locales pueden tener importantes repercusiones globales (Held, 1997, p. 42; Vallespin, 2000, p. 31; García, 2000, p. 42). En este orden de ideas, la globalización es definida como todo “proceso a través del cual una determinada condición o entidad local amplía su ámbito de acción a todo el globo y, al hacerlo, adquiere la capacidad de designar como locales las condiciones o entidades locales”. Es decir, lo global es lo mundializado con éxito (De Sousa Santos, 1998, p. 56). En consecuencia, lo que […] caracteriza la producción de la globalización es el hecho de que su impacto se extiende tanto a las realidades que incluye como a aquellas que 36 | Suramérica en el escenario global: gobernanza multinivel y birregionalismo excluye. Pero lo decisivo en la jerarquía producida no es solo el ámbito de la inclusión sino su propia naturaleza. Lo local que precede a los procesos de globalización o que logra permanecer al margen de ellos tiene muy poco en común con lo local que resulta de la producción global de la localización. De hecho, este primer tipo de lo local se encuentra en el origen de los procesos de globalización, mientras que el segundo tipo es el resultado de la operación de estos. (De Sousa Santos, 2003, p. 207) Desde su perspectiva, De Sousa Santos (1998, pp. 57-60; 2003, pp. 208- 213) identifica cuatro procesos de globalización: el localismo globalizado, el globalismo localizado, el cosmopolitismo y la herencia común de la humanidad. Los primeros dos son comprendidos como la globalización hegemónica y los segundos como la contrahegemónica. El localismo localizado consiste en el proceso por el cual un fenómeno local dado es globalizado con éxito. Este es el caso de las operaciones mundiales de las empresas transnacionales, el de la transformación del inglés en lingua franca, o el de la adopción mundial de las normas de propiedad intelectual norteamericanas sobre software, la comercialización de las franquicias de los países centrales a escala planetaria, las normas estandarizadas de contabilidad y las películas producidas en Hollywood (De Sousa Santos, 1998, p. 57). En conclusión, cuando un actor amplía su ámbito de acción a escala planetaria, lo hace basándose en sus capacidades de poder, expresadas tanto en recursos materiales (recursos económicos y financieros, dominio de las infraestructuras de distribución y de las redes de comunicación) o ideales (información y conocimiento, instrumentos normativos que facilitan su accionar). Además, la capacidad que tienen tales actores para utilizar dichos recursos es potencializada por el soporte que les brindan los Estados, en cuyo territorio tienen origen sus actividades, sirviéndoles como plataforma local al punto de partida de su proyección global. Por tal motivo, las grandes potencias y las emergentes desempeñan un rol crucial como impulsores del proceso de la globalización asimétrica que genera la actividad de sus actores económicos, políticos y sociales. Por tanto, los ganadores en este tipo de proceso de globalización son quienes tienen la capacidad de dictar los términos de la integración, de la competencia y de la exclusión o inclusión subalterna (De Sousa Santos, 2003, p. 208). En segundo lugar, el globalismo localizado se refiere al impacto específico de las prácticas e imperativos transnacionales en las condiciones locales, que son así desestructuradas y reestructuradas con el fin de respon- Retos de la gobernanza global frente a una multipolaridad creciente | 37 der a dichos imperativos (De Sousa Santos, 1998, p. 57). “Para responder a estos imperativos transnacionales, las condiciones locales son desintegradas, desestructuradas y eventualmente reestructuradas bajo la forma de inclusión subalterna” (De Sousa Santos, 2003, p. 208). En otras palabras, a través de la imposición de un globalismo localizado se crean condiciones óptimas localmente en los Estados periféricos y semiperiféricos para que los actores capaces de desarrollar localismos globalizados tengan mayor éxito en su proceso de expansión. De esta manera, por ejemplo, la implementación a nivel nacional de ciertas medidas favorables para los inversionistas extranjeros podría generarles una mayor rentabilidad. Como globalismos localizados se pueden contar: los enclaves de libre comercio, los centros de maquila, la desregulación de los mercados laborales, normas ambientales más permisivas para los inversionistas, los modelos de reprimarización de la economía, los tratados de libre comercio, los ajustes estructurales, las privatizaciones, los tratados de protección y fomento a la inversión, y los acuerdos para evitar la doble tributación, la deforestación y el deterioro masivo de los recursos naturales para pagar la deuda externa. En el sistema internacional jerarquizado los países centrales se especializan en los localismos globalizados, mientras que a los países periféricos les es impuesta la alternativa de los globalismos localizados. En fin, la globalización constituye, en este contexto, una red de globalismos localizados y localismos globalizados. La globalización hegemónica reproduce la jerarquía del sistema mundial y las asimetrías entre las sociedades centrales, periféricas y semiperiféricas; y es definido como local todo cuanto se ve amenazado por aquel y trata de oponérsele. La jerarquía se observa en la estructura de la globalización política y económica, la cual sirve de fundamento para el dominio de una constelación de Estados-nación concentrados en el Oeste y en el Norte. La desigualdad se refiere a los efectos asimétricos de la globalización política y económica sobre las posibilidades de vida y el bienestar de los pueblos del Sur (De Sousa Santos, 1998, p. 56). Lo anterior es una consecuencia de la manera como surgió y se desarrolló el sistema de Estados modernos, ya que este proceso estuvo marcado por la jerarquía y la desigualdad (Pastrana, 2000, p. 28; Vallespin, 2000, p. 52; Held, 1997, pp. 107-108). Con la desaparición del conflicto Este-Oeste y los cambios políticos internacionales ligados a este hecho, se ha intentado invisibilizar el conflicto Norte-Sur. Si bien es cierto que el conflicto Norte-Sur se fue cristalizando en el contexto histórico del conflicto Este-Oeste, lo anterior no significa que el primero sea una creación o producto de este último. Por lo tanto, la desapa- 38 | Suramérica en el escenario global: gobernanza multinivel y birregionalismo rición del conflicto Este-Oeste no implicó la terminación automática del conflicto Norte-Sur. Tampoco el ocaso de la formación teórica sobre este último equivale a la desaparición de los problemas reales que aquella intentó explicar. Por el contrario, estos problemas se han acrecentado de forma extrema en los últimos años y la globalización hegemónica los ha venido agravando. Así las cosas, el nuevo cosmopolitismo es el primero de los procesos que conforman la globalización contrahegemónica. Todo ejercicio de poder genera su resistencia. Se trata de la capacidad de acción que viene desarrollando un amplio y diverso espectro de actores para luchar en contra de la desigualdad, la exclusión y la dependencia que genera la red conformada por los localismos globalizados y los globalismos localizados. De esta pluralidad hacen parte Estados del Sur (por lo general con gobiernos alternativos), regiones, movimientos sociales, movimientos antiglobalización, encuentros alternativos como el Foro Social Mundial, ong activistas (defensoras de los derechos humanos, del medio ambiente, de la paz, en contra de la discriminación de género, de raza, de orientación sexual) y sindicatos de base de nuevo tipo. Como todo poder genera su contrapoder, estos actores tienen la capacidad de utilizar las infraestructuras de la globalización (como las redes comunicacionales que brindan las nuevas tecnologías de la información) para construir redes de interacción, a fin de esgrimir demandas transfronterizas, concertar agendas más allá del horizonte nacional y llevar a cabo acciones reivindicativas a escala mundial. Se habla también, cuando se trata solo del accionar de organizaciones no estatales o gubernamentales, del surgimiento de una sociedad civil global13 (De Sousa Santos, 2003, p. 209; Kaldor, 2005, pp. 21-22). El segundo proceso de globalización de carácter contrahegemónico se denomina patrimonio común de la humanidad. Dicho proceso encarna la idea de un sujeto colectivo jurídico y social, la humanidad, que está por encima de toda división de la especie en razas, naciones, sexos, creencias religiosas, ideológicas, etc. Al mismo tiempo representa las luchas transnacionales por la protección y la desmercantilización de aquellos recursos que son vitales para nuestra supervivencia, definiéndonos como una comunidad de destino: sobreviviremos o pereceremos juntos. Por tal motivo, la defensa de valores que están en la escala más alta de la comunidad internacional, como la paz mundial, el medio ambiente y la justicia internacional, hacen parte de su acervo (De Sousa Santos, 2003, p. 212). 13 Véase ampliamente más adelante. Retos de la gobernanza global frente a una multipolaridad creciente | 39 La humanidad se ha convertido, a través del principio de la herencia común de la humanidad, en un sujeto jurídico colectivo que posee derechos sobre los bienes públicos universales. De esta manera, la Convención de la onu sobre el Derecho del Mar de 1982, en su artículo 136 estipula que el suelo y el subsuelo marino en aguas internacionales “son patrimonio común de la humanidad” (Pastrana, 1996, p. 116). La Convención consagra, a través, de esta disposición y las que le siguen, la figura de espacios libres de soberanía, prohibiendo la apropiación de tales espacios (denominados en la Convención como Zona) y de sus recursos naturales. Tales disposiciones tienen como propósito que los Estados industrializados y las empresas transnacionales con capacidad tecnológica, que tienen sus bases operativas en ellos, no se apropien de los recursos líquidos, gaseosos y los nódulos polimetálicos que allí se encuentran. Instituyó, además, una autoridad que hoy en día administra la Zona. En síntesis, la Convención creó un régimen internacional especial en su Parte 11, en donde está incluida la norma anteriormente citada, para proteger y administrar la Zona y poner en beneficio de toda la humanidad, en especial de los Estados menos desarrollados, a través de programas especiales liderados por la onu, la preservación y explotación de los recursos que allí se encuentran (p. 117). Jurídicamente, también se extiende este principio a la Luna, a la órbita terrestre y al espacio ultraterrestre mediante el Tratado de 1966. Por otra parte, se incluyen en esta categoría de bienes públicos globales las luchas por la preservación de la Amazonia y de la Antártida. Sin embargo, cuando se relaciona el principio del patrimonio común de la humanidad con estos territorios, tal pretensión no deja de ser problemática y conflictiva, debido a que la Amazonia hace parte del territorio de varios Estados que ejercen en ella su soberanía, y sobre la Antártida varios Estados reclaman soberanía sobre distintas porciones de su territorio. Como uno de los últimos desarrollos, respecto al principio de patrimonio común de la humanidad, se puede mencionar la protección de la biodiversidad
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