Historia.
Enviado por CARLION • 15 de Marzo de 2014 • Informe • 1.494 Palabras (6 Páginas) • 229 Visitas
Nicolás despertó mientras el gallo cantaba. Esa era la forma habitual de empezar labores en la finca. Se puso de pie sobre la cama y deslizó con su pequeña mano la cortina de palitos, luego abrió la ruda y ajada ventana de roble. Dejó entrar el fresco y helado aire que le quitó el ceño de pereza que reposaba en su rostro. Observó hacia el fondo, que ya mostraba los primeros rayos de sol. Era el momento de la mañana preferido por Nicolás. “¡Mamá, despierta!”- susurró con voz tierna y perezosa-. Haló las pesadas cobijas de lana y sintió el calor de los brazos regordetes de su madre que le abrazaban; momentáneamente se sintió levitar, luego, un corto beso. Nicolás se dispuso a levantar la talanquera. El chirriar de la pesada puerta de vieja madera de roble, fue el llamado de “Capitán”, el ágil y juguetón perro, leal amigo de Nicolás y compañero de labores de pastoreo de mamá. “Capitán” entró al cuarto y dio varias vueltas alrededor de la cama; su aliento jadeante y vaporoso se sintió de inmediato; mamá abrió los ojos, le observó, recordó sus labores. Envolvió en una manta de algodón a Nicolás para protegerle del frío sereno de la mañana que empezaba a levantarse a medida que los rayos del sol se agudizaban en las ondulantes colinas. Mamá se puso de pie, calzó sus alpargates sobre unas gruesas medias negras de lana virgen que le protegían del frío y que aliviaban el dolor en sus piernas. Se dirigió hacia la cocina, atizó el fogón de tres piedras, y entre el sebo y las ramitas apilonadas encendió un cerillo que pronto avivó en fuego. Acomodó encima una olla de barro y preparó el café. Del tiesto que reposaba en el nicho practicado en la pared, extrajo arepas que, junto con un par de huevos fritos batidos, se dispusieron a ser el desayuno. “¡Alístate!”-le dijo a Nicolás-, y ligera recogió la cantina. Al fondo del potrero, “Clara”, la vaca mayor, mugía con ansiedad. Nicolás calzó sus pequeñas cotizas, le echó mano a un banquito y pronto, junto al paso de mamá, salieron al ordeño. “Clara” fue la primera. Con dócil actitud se dejó manear. Posteriormente el turno fue para “Granadina” y “Esperanza”. “Mascota”, la novillona, fue la excepción por estar en estado de preñez y pronta a parir. Mamá silbó. “Capitán” paró de inmediato las orejas. “¡A las lanosas!” -fue la orden-, y mientras veloz y fieramente dirigía las ovejas hacia los cimientos, mamá las contaba. A un lado de la callejuela, gritando nos llamaba el “mocho Pérez”, que junto con su vieja burra y cuatro cantinas aperadas de a dos a cada lado en las angarillas, nos aguardaba para comprar la leche. “Buenos días, mi doña”-saludo el “mocho”-, ¿Cómo amaneció? -preguntó a mamá mientras bajaba una cantina. “Poco más o menos, no tan bien como usted”-contestó mamá. Luego el “mocho” vació la leche en las cantinas; sacó una pequeña reglilla, la sumergió en el líquido y exclamó: “veintiuna, mi doña”. Y dirigiendo una mirada compasiva dijo: “Ya empiezan a mermar”. Mamá contestó: “Dios proveerá”, y en seguida le pidió el favor de que, al bajar, le dijese al abuelo “que la Mascota estaba limosa” y que seguro, “pronto rompería fuente”. De inmediato el “mocho” haló a la burra con el lazo; se despidió con un: “Que dios les acompañe”. Y a paso presuroso se perdió en la distancia del pedregoso camino. Nicolás y mamá regresaron a casa. Mamá agarró un par de maíces, los desgranó, se acercó al patio y llamó a las gallinas: “tuuca tuca tuca…” Y sin vacilar, en un cerrar y abrir de ojos, la saraviada se encontraba en sus manos. “¡Qué gordita está!, ¡mira Nicolás quién va a pagar las gracias de la novilla Mascota!”-exclamó mamá. En poco tiempo el aroma del almuerzo se sintió. “Capitán”, de repente, salió corriendo hacia la callejuela; el abuelo apareció. “¡Hola Nicolás!”-le dijo al pequeño-, y alzándole con una mano, le acercó para darle un beso. “Toma, esto te lo envió la abuela”. Nicolás tomó el atado vaporoso de hojas de ría y, desenvolviéndolas, dijo a mamá: “Son envueltos”. Mamá le pidió al abuelo la bendición y le dio las gracias. “Santica, mijita”-respondió el abuelo-, “¿Cómo han estado?”-preguntó-. “Normal”-contestó mamá-, mientras servía el almuerzo. “La novedad es “Mascota” que ha
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