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Jaime Balmes


Enviado por   •  12 de Agosto de 2012  •  Trabajo  •  1.259 Palabras (6 Páginas)  •  611 Visitas

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La verdad es la realidad de las cosas. Si algo es real, existente, inmediatamente se convierte en verídico, sino caeríamos en un error. Todo esto lleva a que si conocemos la realidad de las cosas, o sea, la verdad, podremos pensar bien, de lo contrario no podríamos, ya que sería una pérdida de tiempo. Hay que conocer la verdad para pensar bien.

El pensamiento correcto es aquel que conoce bien la verdad y no el que, con aparente corrección, intenta hablar sobre ella.

Hay diferentes modos de conocer la verdad y el autor nos hace una distinción entre ellas. Dice que a veces la verdad la conocemos del modo que no lo es, y esto es debido a que la realidad que nosotros vemos no es la verdadera realidad. Aunque también podemos conocer la verdad perfectamente y cuando lo hacemos se asemeja a un espejo, en el que vemos las cosas tal y como son. En conclusión, hay muchos modos de conocer la verdad: la verdadera realidad y la verdad a medias.

Jaime Balmes prosigue distinguiendo la variedad de ingenios. Pone de ejemplo unas personas que son el buen pensador y los contrarios a éste. El buen pensador es aquel que lo ve todo, pero a causa de esto pueden no ver nada de lo que hay. Los contrarios al buen pensador son los que ven en los objetos lo justo para ver, no más de lo que hay. Pero eso a veces puede ser un problema porque si se ve poco, no ve lo suficiente. Los más exactos son los hombres privilegiados, que lo ven todo muy claro, preciso, y esto se refleja en sus escritos y en sus actos.

Según el autor la perfección de las profesiones depende de la perfección con que se conocen los objetos de ellas. Cada profesional destaca en su campo gracias a que conocen perfectamente en lo que trabajan, conocen los objetos que tratan. Pero este conocimiento tiene que ser práctico, tiene que abarcar hasta los pormenores que serían pequeñas verdades. En conclusión, el mejor profesional será aquel que conozca más verdades respecto a la práctica de su profesión.

A todos nos interesa pensar bien, no sólo a los filósofos. El entendimiento es una luz que siempre tiene que estar encendida para que funcione. Si no la accionamos puede ser peligroso.

Para pensar bien no hace falta aprenderlo con reglas, sino más bien con modelos. No es lo mismo enseñar a pensar a la fuerza, con teoría, que enseñar con ejemplos. Una buena enseñanza se hace con ganas y de manera sencilla y práctica.

Capítulo II: La atención.

La atención, según Jaime Balmes, es “la aplicación de la mente a un objeto”. Lo primero que hay que hacer para poder pensar bien es atender bien. Pensar y atender son dos conceptos que van juntos, sin la atención estamos distraídos, con el pensamiento en otros sitio. Por ello es importante tener un hábito de atender a lo que se hace, así comprenderíamos todo correctamente y no caeríamos en errores.

Existen unas ventajas y unos inconvenientes de la atención. La clave de la perfecta atención es tener un espíritu atento. Con ello conseguimos una mayor organización de ideas, percibiéndolas con mayor claridad y acordándonos de ellas con facilidad. Pero si no atendemos, todo esto no será posible, tendríamos muchas confusiones de ideas y quizás perdiéramos cosas importantes por no utilizar la atención.

Mucha gente cree que la atención fatiga, pero se equivocan porque la atención es un aplicación suave y relajada y es compatible además con la diversión porque a lo que se refiere es a descansar, a no ocuparse de cosas trabajosas, no al no pensar. Con el grupo de los distraídos, el autor junta también a los atolondrados y a los ensemismados porque no tienen

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