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Moralización y política en la frontera norte de méxico: expropiación del complejo turístico Agua Caliente, Baja California, 1935-1937


Enviado por   •  1 de Febrero de 2024  •  Documentos de Investigación  •  3.614 Palabras (15 Páginas)  •  44 Visitas

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Moralización y política en la frontera norte de México: Expropiación del complejo turístico Agua Caliente, Baja California, 1935-1937

XV Reunión de Historiadores de México

Guadalajara, México, 2018

 

Diana Lizbeth Méndez Medina

IIH-UABC

Presentación

Paul Vanderwood afirma en su extensa obra Agua Caliente. El patio de recreo de las estrellas que en el cierre del casino Agua Caliente convergieron muchas variantes y cualquier explicación por sí misma resulta simple. Una primera revisión del proceso confirma la aseveración de Vanderwood. Son múltiples las posibilidades de estudio a seguir en el proceso que inició con el cierre del Salón Oro (casino de Agua Caliente) el 20 de julio de 1935, la expropiación de los edificios y bienes del complejo turístico, propiedad de la Compañía Mexicana de Agua Caliente S. A., el 29 de diciembre de 1937, las manifestaciones de los trabajadores en contra de esta decisión, seguidas por la inauguración Instituto Técnico Industrial de Agua Caliente en julio de 1939, hechos que sucedieron a la par del reclamo de los accionistas de la Compañía Mexicana de Agua Caliente ante el decreto hasta conseguir una indemnización que llegó el 21 de junio de 1944.

     Esta ponencia tiene como objetivo plantear una interpretación sobre la decisión del presidente Lázaro Cárdenas de expropiar los edificios y bienes del complejo turístico Agua Caliente a finales de 1937. Cárdenas tomó esta decisión con base en la Ley de Expropiación (del 23 de noviembre de 1936), que otorgaba amplias facultades al Ejecutivo para expropiar cualquier bien privado argumentando causa de utilidad pública y con el interés en el bienestar social de la nación. Recaía solo en él la responsabilidad –y la libertad— de decidir qué propiedades eran de interés público. Señala Stephen Godspeed: “La Ley de Expropiación en manos del jefe del Ejecutivo le otorgó una autoridad que nunca antes tuvo ningún presidente. Tan solo con declarar que era de interés público, podía expropiar lo que quisiera” (p. 130).

     Consideramos que Lázaro Cárdenas decidió expropiar los bienes de Agua Caliente, como lo hizo en otras zonas del país y en la propia Baja California, donde a principios de 1937 decretó la expropiación de las tierras de la Colorado River Land Company en el Valle de Mexicali, con la ley en la mano, con conocimiento del contexto y con un plan para contrarrestar las consecuencias de tal medida. En el caso que nos ocupa utilizó la prensa escrita (El Nacional), la radio y las publicaciones editadas por el Departamento Autónomo de Prensa y Propaganda (DAPP), creado en 1936, para exponer sus argumentos con la intención de convencer a la opinión pública nacional y a los grupos sociales de la localidad de los móviles de esta decisión, de la necesidad de tomarla y de los beneficios que traería.

      Queremos resaltar que en el proceso que antecedió a cada una de las expropiaciones es posible identificar similitudes, al igual que en los propósitos que estaban implícitos, lo cual sugiere que no fueron decisiones espontáneas o casuales.[1] En conjunto, estas piezas formaban parte de una maquinaria que el cardenismo echó a andar en diferentes contextos donde se efectuaron las expropiaciones.

     En la expropiación de los edificios y bienes del complejo turístico Agua Caliente proponemos la hipótesis que el presidente Lázaro Cárdenas tomó esta decisión y la sostuvo hasta sus últimas consecuencias (es decir, no obstante la revuelta de trabajadores en Tijuana que derivó en hechos violentos) con el propósito de impulsar el plan que el gobierno federal había delineado desde los primeros meses de 1935 para transformar la dinámica económica y social de Tijuana, en búsqueda de alentar actividades productivas “estables” que liberaran a los habitantes de este poblado de la dependencia de los ingresos que obtenían de las actividades turísticas y de los visitantes estadounidenses. La postura cardenista contra el turismo parece clara.

     En este contexto, la expropiación de Agua Caliente puede interpretarse como una medida ejemplar, en contra de aquello que el cardenismo quería extirpar de las localidades fronterizas: empresarios estadounidenses que se enriquecían a costillas de los recursos y la mano de obra mexicana con una escasa retribución al país y a los turistas estadounidenses que encontraban en estas localidades un paraíso para disfrutar sin cortapisas del juego, las bebidas alcohólicas, la prostitución y  el consumo de enervantes. Las actividades y centros de entretenimiento que Tijuana y Agua Caliente ofrecían a los turistas, casi en su totalidad extranjeros, a principios de los años treinta distaban del turismo secundado por el régimen. El gobierno cardenista empeñó sus esfuerzos para fomentar en el país un turismo cultural para las masas, en particular la clase media mexicana. Con el turismo nacional vendría la construcción de infraestructura (electrificación, construcción de carreteras, distribución de la tierra) y, por ende, el desarrollo económico regional (Jeniffer Jolly, 2018, pp. 6-7). Era un turismo esencialmente doméstico (“intrínseca dimensión casera”) que, según Alex Saragoza, en su periodo formativo (antes de la década de 1940)  se gestó en medio de un proyecto cultural nacionalista y experimentó una gradual y selectiva apropiación de las formas culturales, de la imagen del país mediante la articulación de las nociones de la identidad nacional y la herencia (Saragoza, 2001, pp. 91-92). Como veremos a continuación, desde su diseño arquitectónico, elementos que aludían a la herencia hispana, cargada de atributos alusivos al Old Mexico (en las que no podemos ahondar) Agua Caliente, sus propietarios, sus visitantes y actividades se contraponían al proyecto turístico del cardenismo.

  1. Agua Caliente: centro turístico para las élites

El complejo turístico de Agua Caliente era propiedad de la Compañía Mexicana Agua Caliente S. A., cuyos socios mayoritarios, inicialmente, fueron Baron Long, Wirt G. Bowman, James N. Croffton y Abelardo L. Rodríguez.

     El complejo turísticos comprendían el hotel (50 habitaciones), casino (Salón dorado), restaurante, galgódromo, aeródromo, alberca, campo de golf, balneario de aguas minerales, lavandería, estacionamiento para 50 autos, una imprenta y una escuela. La demanda de habitaciones llevó a la construcción de 13 bungalows de cuatro habitaciones cada uno (Piñera Ramírez, Panorama histórico de Baja California, 1983, p. 456). En 1934 los socios de la compañía formaron su propia estación de radio (XEAC) (Borrajo, 2018, p. 202), como medio publicitario de la experiencia que ofrecía Agua Caliente, más allá de las apuestas y el consumo de bebidas alcohólicas, acciones que después de más de una década de prohibiciones nuevamente eran legales en el vecino estado de California.

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