Esquemas mentales
Enviado por Kayli Pereda Atonal • 23 de Febrero de 2020 • Apuntes • 8.839 Palabras (36 Páginas) • 120 Visitas
Entre el cuerpo y el alma
Breve historia de la filosofía de las emociones
Javier Martínez Molina
Para el III Encuentro de neúrologos jóvenes aragoneses
Alcañiz, 14 de junio de 2008
Introducción eliminada.
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Justificación del título. No se hagan ustedes ilusiones con lo de “breve historia”. Cuando uno de filosofía dice “breve” sólo quiere decir que la cosa podría ser muchísimo más larga. Pero decimos “historia” porque fundamentalmente la exposición va a tener un carácter histórico, es decir, voy a hablar de lo que determinados individuos que la historia ha consagrado como filósofos, y que por lo tanto aparecen en los manuales de Historia de la Filosofía, han dicho acerca de las emociones, y acerca de los presupuestos metafísicos que están detrás de lo que han dicho sobre las emociones.
El título principal “Entre el cuerpo y el alma” además de ser un giro retórico pretende recoger el verdadero propósito de la exposición, que no es otro que el de ver las emociones, que no son uno de los grandes problemas filosóficos de todos los tiempos, desde el fondo del que sí es un auténtico problema filosófico: la Idea de alma en su relación dialéctica con el cuerpo. Entre todas las manifestaciones del psiquismo las emociones encajan mejor que ninguna otra cosa en esa situación intermedia. Los deseos estarían al lado del cuerpo, la razón al lado del alma, pero las emociones a caballo entre uno y otra.
Es curioso, pero los puros deseos como el hambre, la sed o el sexo, a pesar de que se manifiestan también con determinados signos corporales externos, se pueden ocultar o disimular muchísimo mejor que las emociones, que tienen un componente somático clarísimo: enrojecimiento, taquicardia, temblor, respiración entrecortada… Sin embargo nunca se ha puesto en duda que los deseos brotan del cuerpo, pero sí que lo hagan las emociones. Las agitaciones corporales de una emoción se han considerado casi siempre (aunque hay excepciones) consecuencia de la emoción misma, que a su vez tiene componentes cognoscitivos. Así las emociones serían provocadas por actos del entendimiento al hacerse cargo de una situación dada, o de forma espontánea como fruto de una asociación de ideas. Por tanto, aunque el cuerpo las sufra, su origen suele situarse más del lado del alma (algo que no sucede tanto con los deseos), y por eso nos ha parecido idóneo el título, y más si tenemos en cuenta que también hay quien ha identificado la emoción con las propias afecciones corporales, incluso quien piensa que son las propias alteraciones corporales las que provocan la emoción, con el consiguiente efecto sobre el intelecto, invirtiendo así el planteamiento más habitual.
Además se trata de centrar el tema y situarlo en su verdadero lugar con respecto a la filosofía. Hablamos del Hombre y de algo que tiene que ver con la Idea de Hombre. Cuando la filosofía habla del hombre se llama antropología filosófica Y no hay Antropología filosófica que no remita a una metafísica, en este caso a la distinción entre el cuerpo y el alma.
Pero fíjense ustedes que al hablar de cuerpo y alma estoy dando por supuesto una distinción que es cuestionable, y cuestionada desde determinados materialismos. Sin embargo también el ateo que niega a Dios parte de la Idea de Dios para negarlo. De la misma manera que no se puede entender el ateismo al margen de la Idea de Dios, tampoco se puede entender ninguna antropología filosófica al margen de la distinción alma-cuerpo, sobre todo al margen de la Idea de alma que es dialéctica con la de cuerpo. Y con los mismos argumentos diríamos que nunca se entendería el valor filosófico de las emociones, el antiguo pathos de los griegos, al margen de su relación dialéctica con el logos, es decir, con la razón a la que se contrapone.
Aquí aparecerán, por tanto, dos historias entrelazadas, la del alma ( y el cuerpo), cuyo interés filosófico es principal, y la de las pasiones y emociones, subordinada a la primera.
En esta exposición cuando utilicemos el término “emoción” lo haremos sin tener en cuenta las diferencias de significado que presenta con respecto a “sentimiento”, “afecto” o “pasión”. Hace siglos que esas diferencias están establecidas, aunque no de forma inequívoca y unánime. Normalmente se dice que los sentimientos son suaves y duraderos, las emociones intensas y breves, y las pasiones intensas y duraderas. Sin embargo, ni en este ni en otros puntos, como por ejemplo la enumeración y descripción de las distintas pasiones, o su condición de básicas o derivadas, hay acuerdo entre los distintos filósofos. De todos es sabido que nombrar las cosas del carácter y la vida emocional es un auténtico problema para cualquiera, así como el dominio del vocabulario adecuado. A efectos prácticos vamos a englobar todos esos significados bajo el término griego pathos, de donde vienen patético y patológico. El pathos griego es el equivalente más o menos exacto del latino passio, que significa afección, padecimiento, pasión. El término emoción viene del latín emovere que quiere decir sacudir, echar fuera, estremecer…de ahí que antiguamente se llamara al trueno, por ejemplo, emoción del aire, y a un terremoto emoción de la tierra. Con estos antecedentes a nadie le puede extrañar que el término emoción, por muchas connotaciones psíquicas que tenga, se relacione directamente con los componentes somáticos, es decir, con el cuerpo. Una emoción es siempre un estremecimiento, y por tanto un padecimiento, una pasión.
Si nos atenemos a estos significados originarios se comprende que la cuestión del pathos y el logos se haya resuelto casi siempre a favor del logos, de la razón como elemento positivo que debe prevalecer sobre las pasiones que nos turban y nos hacen perder el control fácilmente, precisamente por su origen corporal, o al menos por sus efectos corporales.
Historia de dos escisiones: alma-cuerpo, pathos-logos.
El planteamiento del tema es el siguiente. Como hemos dicho más arriba aquí tenemos dos historias entrelazadas y son dos historias de una escisión, de un extrañamiento.
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