Los estados de soledad del personaje “La Cenicienta” en el cuento del mismo nombre, escrito por Charles Perrault.
Enviado por rocruz • 10 de Agosto de 2016 • Ensayo • 3.241 Palabras (13 Páginas) • 432 Visitas
Los estados de soledad del personaje “La Cenicienta” en el cuento del mismo nombre, escrito por Charles Perrault.
Integrantes: Fermín García
Juan Carlos Contreras
Rosa Cruz
Cátedra: Lenguaje Oral y Escrito
Profesora: Rocío Gómez
INDICE
1. Definiciones de “soledad”……………….………………………..……………2
2. Presentación, estado inicial del personaje..……………………….…………….3
2.1 La ilusión como mecanismo de protección…..…………………….….3-4
2.2 Estado emocional y social………..………….……….…………….….4
3. Desarrollo...……………………………………………..………………………5
4. Desenlace…...……………………….…………………...……………………...6
4.1 Estado nuevo, emocional y social....……………...…………………....6
5. Valores asociados.…………………………………………..…………………..6-7
6. Conclusión...……………………………………………………………….…....7
Bibliografía………………………………………………………………….….....8
1. Definiciones de “soledad”
Soledad (Del lat. solĭtas, -ātis).
1. f. Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.
2. f. Lugar desierto, o tierra no habitada.
3. f. Pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo.
4. f. Tonada andaluza de carácter melancólico, en compás de tres por ocho.
5. f. Copla que se canta con esta música.
6. f. Danza que se baila con ella.
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La soledad es un estado emocional desagradable, que motiva la búsqueda de relaciones con otras personas ya que hay una necesidad insatisfecha de intimidad con otros seres humanos. Según Robert Weiss (1973) “La soledad aparece siempre como respuesta a la ausencia de algún tipo particular de relación o más exactamente como respuesta a la ausencia de algunas necesidades relacionales en particular (…) la soledad es una respuesta a un déficit relacional” (p.17).
2. Presentación, estado inicial del personaje
“La Cenicienta” Charles Perrault
“Érase una preciosa jovencita que se sentía sola y triste. Todo comenzó cuando su madre falleció. El padre se volvió a casar con una ambiciosa viuda que tenía dos hijas.
La viuda colmaba a sus dos hijas de atenciones. No obstante, por la muchacha huérfana, no sentía afecto ninguno. Obligaba a su hijastra a trabajar sin descanso y hacer todo lo que le ordenaban las hermanastras.
Al final del día, la infeliz muchacha se sentaba con su gatito junto a la chimenea para calentarse. ¡Cómo añoraba la época en que todavía vivía su madre! Como sus harapos se llenaban de cenizas, sus odiosas hermanastras comenzaron a llamarla Cenicienta.”
Cenicienta, una bella joven, de buena y noble familia, ve su existencia transformada al ser reducida a una vida miserable. No sólo tiene que enfrentar el dolor por la pérdida de su madre, sino también el abandono de su padre y la decisión de éste de convivir con una madrastra y sus dos hijas, mujeres ambiciosas, envidiosas y abusivas.
Cenicienta cae en una profunda tristeza y soledad. Esta soledad, acompañada por el dolor, la angustia, el abandono, el desprecio, el maltrato y el aislamiento, la convierten en una persona que sólo vive en una constante pesadumbre y abatimiento.
Esto la hace refugiarse en un mundo de fantasía e ilusión que le permite sobrellevar esta existencia de tribulación y tormento.
2.1 La ilusión como mecanismo de protección
Ante este escenario de completo abandono y abuso, Cenicienta se aísla de su entorno y comienza a relacionarse con los animales domésticos, en un intento de crear su propio pequeño mundo y así poder huir la cantidad de veces que le sea posible del maltrato de su madrastra y hermanastras.
Este aislamiento es tan drástico que solo es posible de romper a través de un mundo completamente imaginario, relación con animales domésticos como si fueran sus iguales y seres sobrenaturales que de manera mágica son capaces de cambiar su situación de modo radical, pero sólo por un espacio de tiempo corto, lo que demuestra lo insoslayable que llega a ser esta doble soledad y que la única forma de superarla y ser feliz es que Cenicienta se transforme finalmente en una persona absolutamente distinta.
La esperanza es lo último que se pierde, dice el refrán popular, y en el sentido clásico, es una ilusión, es la posibilidad de alcanzar los sueños, de cambiar nuestra situación actual por una mejor. Casi como el náufrago que enciende una fogata todas las noches esperando que algún barco lo divise y pueda ser rescatado. Sin esa fogata, la desesperanza y la desilusión (ambas palabras con el prefijo “des-“ que significa ausencia de) acabarían por agotar esa última llama de energía vital. La ilusión es ese último recurso, es la quimera que nos ayuda a protegernos de una situación dolorosa, la que nos permite imaginar ese mundo distinto. Soñar con que las cosas van ser diferentes, que mañana tendré qué comer, que llegará mi príncipe azul, que me sacaré el Kino y pagaré todas mis deudas, que volverán a la vida los seres querido ausentes.
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