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Psicoanalisis - El Ego y El Ethos: notas finales


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2015  •  Resumen  •  2.481 Palabras (10 Páginas)  •  545 Visitas

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Capítulo 3

El Ego y El Ethos: notas finales

  • La defensa del yo y la adaptación social

En el yo y los mecanismos de defensa, Anna Freud trata un problema en particular: las maneras y medios con los cuales el yo evita el displacer y la ansiedad; y ejerce control sobre la conducta impulsiva, los afectos y las necesidades instintivas. Así las diversas defensas omnipresentes tales como la represión y la regresión; la negación y la formación reactiva; son tratadas exclusivamente como fenómenos de economía interna.

¿Los mecanismos de defensa pueden ser compartidos y así asumir un valor ecológico en la vida de personas interrelacionadas y en la vida comunal?

Hay pasajes en el libro de Anna Freud que señalan tal potencial. Lo más obvio es la similitud de ciertos mecanismos de defensa con las grandes defensas rituales de las comunidades. Por ejemplo, la identificación con el agresor. Hay una niñita que tiene miedo a los fantasmas y los conjura haciendo gestos peculiares, con los cuales pretende ser el fantasma.

Anna Freud informa sobre algunas observaciones en una escuela, poniendo menos énfasis en la enseñanza en el aula y más en el trabajo individual elegido por el niño. Inmediatamente apareció alguna conducta defensiva nueva, de un tipo intimidado e inhibido, en una cantidad de niños de los que se sabía previamente que eran capaces  populares; su adaptabilidad misma parecía en peligro a raíz del cambio de exigencias. Freud sugiere que tal defensa compartida, podía volver a desaparecer rápidamente si la escuela abandona sus arbitrarias ritualizaciones.

Finalmente podemos evaluar de nuevo las implicaciones de un mecanismo adolescente de defensa como es la intelectualización en la pubertad, es decir, la preocupación aparentemente excesiva por ideas que incluían: la exigencia de revolución en el mundo exterior. Anna Freud interpreta esto como una defensa por parte de estos jóvenes contra la percepción de las nuevas exigencias institucionales de su propio ello, es decir, la revolución interna, instintiva.

Los mecanismos de defensa no se moldean solo según las urgencias instintivas de cada individuo, sino que asimismo, cuando funcionan relativamente bien, sean compartidos o tengan su contrapunto como parte de la interacción ritualizada de los individuos y las familias y también de unidades mayores. Pero cuando son débiles, rígidos y totalmente aislados, los mecanismos de defensa pueden ser comparables a ritualismos individualizados e internalizados.

  • El yo y el nosotros

La discusión de las defensas del yo nos retrotrajo al periodo de los a veces se ha llamado psicología del yo, así como en la actualidad estamos frente a una psicología del sí mismo que tienen similares aspiraciones. El sentimiento del yo es la conciencia central de individuo, que se da cuenta de que es una criatura que siente y piensa, dotada del lenguaje, que puede confrontar a un sí mismo, y puede construir un concepto de un yo inconsciente. Los métodos sintetizadores del yo, al establecer defensas utilizables contra los impulsos y afectos indeseables, devuelven a lo que llamamos un sentimiento del yo ciertos  modos básicos de existencia: un sentimiento de ser centrado y activo, de ser un todo y de ser consciente, superando así la sensación de ser periférico o inactivo, fragmentado y oscurecido.

El yo, es difícil de encontrar en diccionarios y textos psicológicos. Pero los más importante para nosotros es que en la literatura psicoanalítica el uso original que hace Freud de su equivalente alemán, ich, se traduce como ego. Y si embargo este ich a veces es empleado para significar yo. Freud tribuye al ich una inmadurez y certeza de experiencia de lo que depende toda la consciencia. Esta tiene un decisivo alcance conceptual, pues lo inconsciente solo puede ser conocido por una consciencia inmediata y cierta, además, que a través de la evolución y la historia parece haber alcanzado un estado decisivo cuando debe confrontarse con métodos racionales, con lo que se percata de su propia negación de lo inconsciente y aprende a estudiar las consecuencias.

En un pasaje significativo Freud se refiere a la conciencia llamada “die Luche” lo que solo puede traducirse como “la luz que brilla y la antorcha”. Es típico que acompañe a esta expresión casi religiosa con una nota irónica, y diga acerca de la consciencia: tal como puede decirse de nuestra vida, no vale la gran cosa, pero es todo lo que tenemos. Sin la iluminación que produce la cualidad de la consciencia, estaríamos perdidos en la oscuridad de la psicología profunda.

Freud puso al yo que se observa a sí mismo y al nosotros compartido al servicio exclusivo de estudio inconsciente. Esto ha resultado ser un procedimiento de meditación que puede proporcionarle una tremenda penetración terapéutica a aquellos individuos que se sienten bastante perturbados como para necesitarla, bastante curioso como para desearla, y bastante sanos como para aceptarla.

Hablar del yo como hacemos al referirnos a el ego o a él sí mismo; y sin embargo, toma un sentido yo el estar consciente de un sí mismo o, en verdad, de una serie de mi mismos, mientras que todas las variaciones de la autoexperiencia tienen en común la continuidad del yo que las experimento y que puede percatarse de todas ellas. Así el yo, después de todo, es el fundamento de la simple seguridad verbal de que cada persona es un centro de percatación en un universo de experiencia comunicable, un centro tan minucioso que equivale a un sentimiento de estar vivo y, más aun, de ser la condición vital de la existencia. Al mismo tiempo, solo dos o más personas que comparten una correspondiente imagen del mundo y pueden empalmar sus lenguajes, pueden fusionar sus yoes en un nosotros.

  • Realidad Triple

En la escolástica equivalía a la unidad de cuerpo y alma, y en la filosofía en general en la permanencia de la experiencia consciente. William James en sus cartas no solo se refiere  un “ego envolvente que hace continuos los tiempos y los espacios”, sino que también habla de la “tensión activa del ego”, expresión que connota la esencia misma de la salud subjetiva. James pensaba tanto en el sentimiento subjetivo de Yo como en el funcionamiento inconsciente de un Ego incorporado.

Una de las funciones del trabajo inconsciente del ego es integrar la experiencia de tal manera que se le asegure al yo una cierta centralidad en las dimensiones del ser: pueda sentir el flujo de los acontecimientos como un hacedor efectivo y no como un padecedor impotente. Activo y Originador más bien que inactivo.; centrado e inclusivo, más bien que desviado hacia la periferia; selectivo, más bien que abrumado; consciente, más bien que confundido: todo esto implica un sentimiento de estar cómodo en un lugar y tiempo que uno ocupa, de sentirse elegido tal y como uno elige.

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