Un Grove ambulante
Enviado por cero • 17 de Julio de 2011 • Informe • 959 Palabras (4 Páginas) • 918 Visitas
Cap. 22: “Un Grove ambulante”
Martin A., un hombre de sesenta y un años, ingresó a finales de 1983 tras contraer parkinsonismo y no poder cuidarse por sí mismo. En la infancia había tenido una meningitis casi mortal y eso le produjo retraso mental, impulsividad, ataques y cierto espasmodismo en un lado del cuerpo. Martin vivió con sus padres hasta que ellos fallecieron, después trabajó donde pudo porque en poco tiempo que estuviese trabajando lo despedían por su lentitud, su tendencia a la ensoñación o su incompetencia habría tenido una vida mucho más dura de no ser por su sensibilidad musical y su notables dotes musicales, no hubiese tenido alegría. Poseía una memoria musical asombrosa, siempre había dependido de su oído aunque su voz no estaba al mismo nivel. Era una voz melodiosa pero ronca, con cierta disfonía espasmódica. Su padre no sólo le transmitió sus genes musicales sino también su gran amor a la música. Martin, lento y torpe, gozaba del amor de su padre y le quería a su vez con pasión este amor estaba cimentado por su amor compartido a la música.
Martin quería haber podido llegar a ser como su padre, un hombre cantante muy famoso de oratorios y de ópera, aunque esto no era una obsesión; Martin hallaba mucho placer con lo que él podía hacer que era ayudar a muchos famosos. Gozaba de una modesta fama como “enciclopedia ambulante” porque sabía la música de dos mil óperas, los cantantes que habían interpretado los papeles en innumerables representaciones, los vestuarios, los decorados… Así pues, Martin era un fanático de la ópera y algo así como un “sabio idiota”. El verdadero gozo era participar personalmente en sesiones musicales, cantando en los coros de las iglesias locales. En esas ocasiones, cuando se entregaba a la música, Martin olvidaba que era un “retardado”, y olvidaba toda la tristeza y la amargura de su vida, sentía como si lo envolviese una gran plenitud, se sentía un verdadero hombre e hijo de Dios.
Su memoria eidética no formaba por sí misma un “mundo” ni transmitía ningún sentido con él. Carecía de unidad, de sentimiento, de relación con él mismo. Era fisiológica, daba esa sensación, como un núcleo mnemotécnico o un banco de memoria, pero no formaba parte de un yo vivo real y personal.
Se sabía de memoria el Diccionario de música y músicos de Grove, la inmensa edición en nueve volúmenes publicada en 1954, era un “Grove ambulante”. Cuando su padre enfermó estaba siempre en casa, Martin le acompañaba mientras él le leía en voz ata dicho diccionario que tenía seis mil páginas, escuchaban la colección de discos de su padre, repasaban y cantaban las partituras, todo lo que le leyó le quedó impreso en su memoria así que cuando el “oía” el Grove en la voz de su padre lo recordaba con emoción.
Estas hipertrofias prodigiosas de la memoria eidética
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