ARMONIA EN LA PAREJA
Enviado por EMILIOFEREIRA • 28 de Noviembre de 2013 • 5.144 Palabras (21 Páginas) • 294 Visitas
ARMONIA EN LA FAMILIA:
Bases Psicosociales y Espirituales
Emilio Fereira
ARMONIA EN LA FAMILIA:
Bases Psicosociales y Espirituales
Emilio Fereira
PRESENTACIÓN
Matrimonio y familia no son constructos sociológicamente casuales, fruto de situaciones particulares históricas y económicas. Por el contrario, la cuestión de la justa relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo puede encontrar su respuesta a partir de ésta.
El ser humano es creado a imagen de Dios, y Dios mismo es amor. Por este motivo, la vocación al amor es lo que hace del hombre auténtica imagen de Dios: se hace semejante a Dios en la medida en que se convierte en alguien que ama.
De este lazo fundamental entre Dios y el hombre se deriva otro: el lazo indisoluble entre espíritu y cuerpo: el hombre es, de hecho, alma que se expresa en el cuerpo y cuerpo que es vivificado por un espíritu inmortal. También el cuerpo del hombre y de la mujer tiene, por tanto, por así decir, un carácter teológico, no es simplemente cuerpo, y lo que es biológico en el hombre no es sólo biológico, sino expresión y cumplimiento de nuestra humanidad. Del mismo modo, la sexualidad humana no está al lado de nuestro ser persona, sino que le pertenece. Sólo cuando la sexualidad se integra en la persona logra darse un sentido a sí misma.
De este modo, de los dos lazos, el del hombre con Dios y --en el hombre-- el del cuerpo con el espíritu, surge un tercer lazo: el que se da entre persona e institución. La totalidad del hombre incluye la dimensión del tiempo, y el «sí» del hombre es un ir más allá del momento presente: en su totalidad, el «sí» significa «siempre», constituye el espacio de la fidelidad. Sólo en su interior puede crecer esa fe que da un futuro y permite que los hijos, fruto del amor, crean en el hombre y en su futuro en tiempo difíciles. La libertad del «sí» se presenta por tanto como libertad capaz de asumir lo que es definitivo: la expresión más elevada de la libertad no es entonces la búsqueda del placer, sin llegar nunca a una auténtica decisión. Aparentemente esta apertura permanente parece ser la realización de la libertad, pero no es verdad: la verdadera expresión de la libertad es por el contrario la capacidad de decidirse por un don definitivo, en el que la libertad, entregándose, vuelve a encontrarse plenamente.
En esta perspectiva, el «sí» personal y recíproco del hombre y de la mujer abre el espacio para el futuro, para la auténtica humanidad de cada uno, y al mismo tiempo está destinado al don de una nueva vida. Por este motivo, este «sí» personal tiene que ser necesariamente un «sí» que es también públicamente responsable, con el que los cónyuges asumen la responsabilidad pública de la fidelidad, que garantiza también el futuro para la comunidad. El matrimonio, como institución, no es por tanto una injerencia indebida de la sociedad o de la autoridad, una imposición desde el exterior en la realidad más privada de la vida; es por el contrario una exigencia intrínseca del pacto de amor conyugal y de la profundidad de la persona humana.
Diagrama1
La Pareja Matrimonial
VISIÓN CATÓLICA DEL MATRIMONIO
La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer según salieron de la mano del Creador; así pues, el matrimonio no es una institución puramente humana y a pesar de las numerosas variaciones que haya podido sufrir a lo largo de los siglos, en las diferentes civilizaciones, estructuras sociales y actitudes espirituales, existe en todas las culturas un cierto sentido de grandeza en la unión matrimonial.
La Sagrada Escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: "No es bueno que el hombre esté solo". La mujer, "carne de su carne", es decir su otra mitad, su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como un apoyo: "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre, y se une a su mujer, de manera que ya no son dos, sino una sola carne" Eso significa una unión indefectible de sus dos vidas; el Señor mismo lo muestra recordando cual fue "en el principio" el plan del Creador.
La Iglesia resume en un magnífico párrafo la grandeza y sublimidad del plan de Dios respecto al matrimonio: "Esta alianza matrimonial por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados".
Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. "Ser libre" quiere decir: no obrar por coacción; no estar impedido por una ley natural o eclesiástica. La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable "que hace el matrimonio" Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.
El consentimiento consiste en "un acto humano, por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente" Yo te recibo como esposa" — "Yo te recibo como esposo" Este consentimiento que une a los esposos entre sí, encuentra su plenitud en el hecho de que los dos "vienen a ser una sola carne". El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento. Si esta libertad falta, el matrimonio es inválido
En el sacramento del matrimonio, los contrayentes son al mismo tiempo ministros y sujetos; el sacerdote interviene tan solo como testigo oficial de la Iglesia. El reunir la oferta y la aceptación de una parte y de la otra, es lo que constituye el vínculo sacramental; por ello, los contrayentes deben llevar al matrimonio la santidad requerida no solamente para recibir, sino para administrar un sacramento, obrando así en nombre y con la autoridad de N.S. Jesucristo. La bendición que da el sacerdote a los desposados, es con el objeto de confirmar, en nombre de la Iglesia, esa unión y para atraer sobre ellos más copiosamente las bendiciones de Dios.
El signo sensible del matrimonio, como de todo sacramento, comprende dos cosas: materia y forma. La materia remota del matrimonio, son los cuerpos de los contrayentes y la próxima, la donación que los esposos hacen de
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