Análisis "El Niño Que Enloqueció De Amor" De Eduardo Barrios
Enviado por Mafer_Yo • 5 de Julio de 2013 • 2.878 Palabras (12 Páginas) • 4.376 Visitas
Universidad de La Serena Departamento de Artes y Letras Facultad de Humanidades Literatura Chilena I
Ensayo sobre El niño que enloqueció de amor de Eduardo Barrios.
Literatura asociada a la psicología, o viceversa.
Por María Fernanda Díaz Lillo.
En toda crítica a esta obra, e incluso en cualquier breve reseña de la misma, hay dos grandes admiraciones expuestas: la penetración psicológica, y el lenguaje infantil conseguido por el autor.
“El diario del protagonista muestra el acierto con que el autor supo captar y expresar no sólo la psicología, sino también el lenguaje infantil.”
Análisis de la obra “El niño que enloqueció de amor”.
Pero al leer la obra ¿qué percibimos de psicología y de lenguaje infantil? Éste último, aparentemente más fácil de percibir en la obra, se nos muestra en esa narración simple y fluida, ingenua y de modismos infantiles por supuesto admirable en exactitud infantil,
“(…) el protagonista escribe con naturalidad, con sencillez, empleando con frecuencia la repetición y la comparación – recursos estilísticos elementales, espontánea y cotidianamente utilizados por los niños-.”
Análisis de la obra “El niño que enloqueció de amor”.
Más aún se admira, en oposición con el segundo narrador, el amigo de Don Carlos Romeral, quién encuentra el diario, entregándonos una introducción al diario del niño, y la conclusión al acabar éste tras ser ilegible.
“La riqueza y precisión formal justamente alabadas en la prosa de Barrios se advierten aquí. (…) Bella, armoniosa, sugerente del narrador, en especial en las palabras de introducción al relato, dignas de figurar entre las mejores páginas escritas en Chile”.
Análisis de la obra “El niño que enloqueció de amor”.
Este contraste en los lenguajes, no sólo destaca el talento de dar diferentes estilos a sus personajes, sino ya vemos su penetración psicológica. El hecho de que el personaje principal, el niño, hable como niño, nos refiere también a que piensa como niño, pero ¿podemos llamarle a eso, psicología?
El niño de esta obra, es el primer niño netamente protagonista en una novela (corta) chilena, pero no se nos presenta como un niño “normal”, al adentrarnos en su diario, constatamos cierto desánimo natural en su personita, a lo que hoy podríamos referir como “depresión endógena infantil”,
“Estado depresivo que se produce sin que hayan intervenido factores externos que la desencadenen; a menudo está relacionada con factores hereditarios.”
Del diccionario de siquiatría.
Y lo pareciera, al menos, según las propias palabras del protagonista:
“(…) yo siempre he sido así; lo que sí que antes no tenía pena sino cuando hacía tristeza, en esos días raros, y ahora más que antes, pero es por Angélica, y es una tristeza que a mí me gusta.”
Del “El niño que enloqueció de amor”.
Cconcepto sin embargo inexistente en esos años, como también, en realidad, toda psicología infantil que comenzó de forma firme, por así decirlo, con Ana Freud, después de 1920.
¿Llamamos entonces, a esta penetración psicológica del autor, un simple pensar como niño mientras redactaba ese diario ficticio? Suponiendo que este “pensar como niño” sea el gran logro del autor, no parece realmente psicología, bastaría relacionarse un tiempo más o menos prolongado con niños para adoptar su lenguaje y más o menos su forma de pensar; ignoro sin embargo, si en su bibliografía él en el año 1915, años en que se publicó la novela corta, tenía medios o un entorno donde poder observar la conducta y la mentalidad infantil para poder posteriormente adoptarla ficticiamente al escribir una obra. ¿La penetración psicológica consiste en eso? Unos pequeños vecinos servirían, en ese caso.
Y sería así si no fuera con que el protagonista, como me refería antes, no era del todo “normal”, sino víctima de un ánimo decaído, sensible, nervioso, melancólico ¿casi hasta una patología? Como nos arriesgamos antes a suponer; y es que todos los adultos, médicos, su madre, su abuela, y hasta en su colegio consideraban su quietud y desánimo anormal.
“(…) El rector del liceo ha mandado llamar a mi mamá y le ha dicho que el consejo de profesores ha resuelto preguntarle por qué soy tan quiero. Dicen que es mucha mi formalidad y que eso no está bien. (…) el señor Latorre, que es inspector, me ha espiado toda la semana y no me ha visto jugar ni una sola vez.”
Del “El niño que enloqueció de amor”.
De hecho, el autor contrasta el comportamiento anormal de su protagonista con sus propios hermanos y otros niños, obviando más aún su singularidad:
“(…) y además no me divierten los otros chiquillos porque he visto que todos son muy distintos a mí. Ellos se olvidan de sus personas y de todas las cosas y pueden jugar a sus anchas, mientras yo no me puedo olvidar de mí ni de nada”.
Del “El niño que enloqueció de amor”.
Así parece, que la penetración psicológica fue bien a un niño, pero a un niño enfermo de ánimo ¿O fue una adaptación del autor? ¿El protagonista pensaba en verdad como un niño? ¿Sentía como un niño?
Y así, se nos viene el recuerdo del título “El niño que enloqueció de amor”, el protagonista, en verdad es una pobre ave despertada antes de tiempo por un rayo, el amor, lo que lo llevó a la locura (parafraseando el principio de la obra); el protagonista es un precoz sentimental y apasionado, y si bien, es normal que los niños sufran de amores platónicos, no lo es al extremo en que lo sufrió este niño (también por eso es una historia ficticia, claro). Entonces ¿este niño, sentía como niño? Se podría pensar entonces que el enamorarse en la infancia es normal, pero que lo llevó a la locura fue el alma extremadamente sensible que hacía al niño víctima de tristezas y sufrimientos.
Podríamos concluir eso, pero no, sin antes considerar que de quién se enamoró fue una mujer adulta, una amiga de su madre, para ser preciso, Angélica.
¿Cambia esto nuestras inquietudes con respecto a la psicología en la obra?
El lenguaje de niños pudo haberlo imitado el autor, su forma de pensar también, si se logra relacionar con niños el tiempo suficiente para adaptarlo; pero, ¿y el hecho
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