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Aspectos evolutivos del suicidio


Enviado por   •  17 de Abril de 2013  •  Monografía  •  2.719 Palabras (11 Páginas)  •  332 Visitas

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Aspectos evolutivos del suicidio

INTRODUCCIÓN

La teoría de la evolución humana permite explicar la complejidad inherente a la vida, y las adaptaciones de los organismos, planteando como eje fundamental la transmisión de los genes a la generación siguiente. Es una teoría sobre la lucha por la supervivencia, sobre el impulso de la vida, constructiva y creativa, como prefería catalogarla Dobzhansky (1), llena de ilusión y esperanza; al contrario que el suicidio, conducta autodestructiva que renuncia a la vida y a la posibilidad de reproducción, siendo una elaboración desconcertante que arremete contra el instinto de supervivencia. Ardrey (1990) expresaba al respecto su asombro ante el comportamiento humano, concretamente por su impredictibilidad y por sus contradicciones, que en su libertad de acción puede llegar a la incoherencia (2). El hombre, según este autor, es un misterio que trasciende, y debemos buscar la esencia no en sus facultades, sino en sus paradojas.

Nuestro planteamiento en el marco evolutivo, cuyo fin último es que los genes no desaparezcan del acervo genético de la humanidad, es: ¿porqué en el hombre persiste una tendencia a la autodestrucción que lleva a la renuncia de la vida? (que no a la voluntad de vivir, como diferencia Schopenhauer).

La idea de establecer una explicación taxativa o plantear un modelo teórico que consiga esclarecer porqué persiste el suicidio en nuestro días, tras aproximadamente 3 millones de años de evolución del género homo, resulta una labor demasiado pretenciosa. No vamos a entrar a profundizar en los tipos de suicidios minoritarios donde la presión colectiva o los precursores externos son manipulados para conseguir el fin es sí mismo; en este grupo entrarían los llamados suicidios accidentales, suicidios colectivos sectarios, suicidios por mimetismo, o los suicidios altruistas.

Debemos considerar el suicidio como comportamiento exclusivamente humano, ya que el hombre, a diferencia de los demás animales, puede dejar de existir a voluntad después de un acto premeditado. Para poder hablar de suicidio animal debería existir una consciencia de la irreversibilidad del acto y de la propia muerte que le sobrevendrá. Exceptuando el ser humano no podemos afirmar que en el mundo animal se de esta certeza sobre la finitud de su existencia. El animal no se reconoce como mortal, y no sabe que va a morir, por tanto, no puede pensar en su muerte, ni desearla, ni planificarla, ni finalmente llevarla a término.

Para todos los casos de “suicidio animal” existen razonamientos más apropiados que pueden justificar su comportamiento. Los lemmings desconocen su incapacidad para superar los obstáculos (ríos, mares, barrancos) que aparecen por primera vez en sus vidas en su migración. El caso del alacrán o el jabalí es una reacción desesperada ante situaciones amenazantes de peligro excepcional. Las ballenas sufren accidentes de embarrancamiento, se desorientan al interferir el hombre en su medio, o simplemente el fenómeno puede deberse a que el cetáceo muerto en alta mar haya sido llevado por las olas hacia la playa. Ya en la antigüedad, Plinio (3) consideraba el suicidio como un privilegio reservado sólo al hombre, frente a los animales e incluso al mismo Dios.

Dentro de los límites conceptuales de la autoeliminación en el hombre, debemos considerar la eutanasia dentro del suicidio, sin entrar a analizar específicamente sus características especiales o lo razonable que puede ser esta opción en situaciones concretas, y sin adentrarnos en las clásicas disquisiciones éticas como en momentos históricos reprobaron Santo Tomas de Aquino, Aristóteles, Kant o Sartre, frente a los defensores de la libertad de elección como los epicúreos, los estoicos, Séneca o Hume. Como menciona Traver (2001): “El suicidio es una manera de desafiar a la muerte y de obtener ventaja sobre su incertidumbre y control sobre su impredictibilidad”, describiendo como la muerte personal premeditada ofrece al sujeto retomar el control sobre la deriva de su vida (4).

EL SUICIDIO

Al igual que Dobzhansky, el padre de la genética moderna, mantenemos que nada tendría sentido en biología si no se considerara bajo el prisma de la evolución, entendiéndola como el producto de la interacción entre un organismo y su medio natural.

La conducta suicida establece una interdependencia con el medio sociocultural, siendo uno de los indicadores más relevantes del nivel de salud de una comunidad sus tasas de suicidio. Aproximadamente 2800 personas al día se quitan la vida en el mundo, a razón de 1 cada 30 segundos, y 10000 lo intentan (5). Por primera vez, desde su constitución, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido el suicidio como una prioridad de la salud pública. La prevalencia de suicidio en países desarrollados y en vías de desarrollo ha aumentado en un 60% durante los últimos 45 años, y concretamente en el año 2000 un millón de personas se quitaron la vida en todo el mundo.

Los modelos teóricos más recientes sobre el suicidio propugnan una interrelación de variables confluyentes. Este es el caso de los modelos de Mack (1986) o de Blumenthal, que resaltan la influencia mutua de la predisposición biológica o familiar con los factores psicosociales, ambientales, y circunstancias vitales, así como con los rasgos de personalidad y los trastornos psiquiátricos (6-8).

Según la Asociación Psiquiátrica Americana las prevalencias de suicidios se dan en poblaciones con las siguientes características: 45 años o más, dependencia de alcohol, personas irritables, coléricas, violentas, desesperanzadas, pesimistas, sexo masculino (las mujeres registran más intentos que consumación de suicidio), personas aisladas socialmente, episodios depresivos de larga duración, situaciones coyunturales trágicas (enfermedad, pérdidas materiales o humanas, etc), individuos solteros, viudos o divorciados, personas en ambientes interpersonales y familiares conflictivos, ausencia de logros personales.

El suicidio es consecuencia de una actividad psicológica sometida a una situación anómala, infrecuente o de requisitos extremos, o que el sujeto así la percibe; no debe concebirse siempre como la acción de un perturbado mental. La cuestión es qué puede llevar a un ser humano a atentar directamente contra un impulso biológico primario, como el instinto de supervivencia.

Así mismo, algunos seres humanos son incapaces de soportar un determinado nivel de sufrimiento físico o mental (5). Este sufrimiento puede llevarle a una autoeliminación, acto máximo de agresión que uno puede infligirse a sí mismo. Para llegar a romper la dura línea del instinto de conservación y del respeto a la propia vida en su relación con los demás, el suicida necesita haber alcanzado una total marginación, fruto

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