BULING

En la actualidad se vive una época marcada por la incertidumbre, vislumbrada por la crisis de valores, las carencias afectivas, las familias disfuncionales, el egoísmo y el vacío existencial, unido paralelamente a una sobrevaloración de la tecnología, hasta el punto de haber dejado que sea ésta la que en muchos sentidos gobierne los sentidos del hombre.

Desde este punto de vista el espacio escolar atraviesa una de sus etapas más problemáticas debido probablemente a que ha dejado de ser el lugar seguro y confiable donde los niños y adolescente van a aprender y a desarrollarse cognitiva, social y afectivamente; para convertirse en un lugar donde se aprende lo que es el maltrato entre iguales, la humillación, la discriminación, la exclusión social, entre otras situaciones que a la larga configuran en la persona no sólo que es víctima, sino también en el espectador o agresor, un futuro incierto, donde probablemente ciertas conductas inapropiadas pueden verse instaladas, desde la simple pero altamente cuestionable indiferencia social, hasta conductas altamente violentas.

Como muy bien señala Uriarte (2006) desde hace tiempo la sociedad conoce que las emociones y las relaciones sociales influyen en los procesos de enseñanza y aprendizaje y encarga a la escuela además de los objetivos cognoscitivos e instrumentales, los aspectos del desarrollo socio afectivos proyectados en objetivos educativos explícitos. Es por ello que la UNESCO apoyada en la Comisión Internacional sobre la Educación del siglo XXI, propone organizar la educación en torno a los «cuatro aprendizajes fundamentales», que son los pilares del conocimiento para cada persona en el transcurso de la vida: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos. Considerando que es necesario profundizar en los dos últimos, porque a pesar de las actuales exigencias y demandas que representa vivir en la sociedad, son las más descuidadas y olvidadas.

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