Baczko Los Imaginarios Sociales
Enviado por mpaola.guzman • 9 de Enero de 2014 • 2.714 Palabras (11 Páginas) • 859 Visitas
Prefacio
Las sociedades se entregan a una invención permanente de sus propias representaciones globales, otras tantas ideas – imágenes a través de las cuales se dan una identidad, perciben sus divisiones, legitiman su poder o elaboran modelos formadores para sus ciudadanos tales como “el valiente guerrero”, “el buen ciudadano”, etc.
De este modo todo poder se rodea de representaciones símbolos, emblemas, etc que lo legitiman, lo engrandecen y que necesita para asegurar su protección. La dominación de este campo de representaciones así como de los conflictos cuyo punto crucial son éstas, requiere una elaboración de estrategias adaptadas a las modalidades de esos conflictos, como por ej, la propaganda. Imaginarios sociales parecieran ser términos que convendrían más a esta categoría de representaciones colectivas, ideas – imágenes de la sociedad global y de todo lo que tiene que ver con ella.
Una de las funciones de los imaginarios sociales consiste en la organización y el dominio del tiempo colectivo sobre el plano simbólico.
Podríamos definir a los sistemas totalitarios como aquellos en los que el Estado, conjugando el monopolio del poderío y del sentido, de la violencia física y de la violencia simbólica, de la censura y del adoctrinamiento, busca suprimir todo imaginario social, incluso su recuerdo, que no sea aquel que legitima y garantiza su poder, y por lo tanto, su influencia en el conjunto de la vida social.
Imaginación social. Imaginarios sociales.
Temas y palabras de moda
La mitología del mayo del 68 sobre todo cuando se la evoca con nostalgia, amplifica todavía más el simbolismo con el que fue recargada la imaginación. Las ciencias humanas, contrariamente a los slogans que pedían la imaginación al poder, atestiguaban que la imaginación está en el poder desde siempre. Estas ciencias ponían en evidencia que todo poder, y particularmente el poder político, se rodea de representaciones colectivas y que para él, el ámbito del imaginario y de lo simbólico es un lugar estratégico de una importancia capital.
La tendencia que consistía en reducir el imaginario a un real deformado se imponía en los espíritus de la época misma en donde la producción de ideologías y de mitos políticos modernos se volvía particularmente intensa y arrastraba a causa de esto, la renovación del imaginario colectivo tradicional, así como sus modos de difusión. La construcción de los objetos “hombre real”, “grupos sociales verdaderos”, desprovistos de su imaginario, se conjugaba perfectamente con el sueño colectivo de una sociedad y de una historia por fin transparentes para los hombres que la hacen. (esta utopía de una sociedad totalmente consciente de si misma)
El imaginario social está cada vez menos considerado como una suerte de adorno de las relaciones económicas, políticas, etc, que serían las únicas “reales”. Las ciencias humanísticas le otorgan a los imaginarios sociales un lugar preponderante entre las representaciones colectivas y no los consideran “irreales”. Un ejemplo son los emblemas, ostensibles representaciones del poder, de los partidos políticos, de los movimientos sociales, etc. Otro ejemplo: la división entre “izquierda y derecha” tiene un origen fortuito accidental en 1789 en la Asamblea Nacional (Francia) los “moderados” se agruparon a la derecha del presidente y los “radicales” a la izquierda. Repartición que luego se volvió una costumbre y un símbolo. Repartición topográfica muy reveladora de un espacio político nuevo en muchos aspectos. El centro a partir del cual se hace esta repartición es un lugar impersonal, las personas que lo ocupan son intercambiables. A partir de la segunda mitad del siglo XIX la oposición derecha / izquierda se impondrá progresivamente siempre a partir de la topografía parlamentaria, como representación simbólica global de diferentes sensibilidades políticas y sociales, discrepancias de ideas, etc.
Todo poder busca monopolizar ciertos emblemas y controlar, cuando no dirigir, la costumbre de otros. De este modo, el ejercicio del poder, en especial del poder político, pasa por el imaginario colectivo. Ejercer un poder simbólico no significa agregar lo ilusorio a un poderío “real” sino multiplicar y reforzar una dominación efectiva por la apropiación de símbolos, por la conjugación de las relaciones de sentido y de poderío.
¿Problemática nueva o renovada?
El vocabulario no es jamás una herramienta neutra. Al producir un sistema de representaciones que refleja y legitima a la vez su identidad y su orden social, una comunidad instala también “guardias” del sistema que disponen de una técnica determinada de manejo de esas representaciones y símbolos.
El margen de libertad y de innovación en la producción de representaciones colectivas, sobre todo de imaginarios sociales, es particularmente restringido. El simbolismo del orden social, de la dominación y de la sumisión de las jerarquías y de los privilegios, etc, se caracteriza por una remarcable rigidez.
Con el poder estatal instalado, con el poder centralizado y con la relativa autonomía a la que accede el terreno político, las técnicas de manejo de los imaginarios sociales también ganan autonomía y se diferencian.
Sólo a lo largo de los últimos decenios la propaganda ganó una dimensión completamente nueva en el conjunto de la vida colectiva, estimulando, con esto, una reflexión teórica e investigaciones históricas.
Las ideas de Marx, Durkheim y Weber definen el campo de investigaciones sobre los imaginarios sociales.
Para Marx la ideología en el sentido más amplio de la palabra engloba las representaciones que una clase social se da a sí misma, de sus relaciones con sus clases antagónicas, así como de la estructura global de la sociedad. Una clase social expresa sus aspiraciones justifica moralmente y jurídicamente sus objetivos, concibe su pasado e imagina su futuro a través de sus representaciones ideológicas. La clase dominada sólo puede oponerse a la clase dominante produciendo su propia ideología elemento indispensable para la toma de conciencia. La ideología así expresa la situación y los intereses de una clase mediante la deformación y el ocultamiento de las reales relaciones entre las clases y de las relaciones de producción que son el conflicto mismo de la lucha de clases. La ideología, factor real de los conflictos sociales, solo opera gracias a lo irreal e ilusorio que hace intervenir. Las estructuras y las funciones de las ideologías cambian en función del contexto histórico en las que se inscriben. Así la burguesía, en su fase ascendente, se apoya en su ideología para denuncia el orden feudal. Una vez que esa burguesía
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