Bolaño en BCN

un joven escritor de 25 años residente en Girona que aplicó al premio de cuento de Alcoy porque no tenía otra estrategia para conseguir un poco más de dinero, joven que en sus propias palabras era “más pobre que una rata“, ganó una mención de honor y su cuento fue publicado en el libro conmemorativo del concurso. En el libro, observó que un tal Sensini, escritor argentino de 67 años nacido en los años 20 y que conocía por su novela titulada Ugarte, también había recibido una mención y su cuento era superior a todas las historias allí publicadas. Sin mayor razón el joven escritor le envía una carta, la cual abre el camino a una relación epistolar. Lo interesante es que Sensini también aplica a los concursos como estrategia para ganar un poco más de dinero, puesto que su economía es “media-baja”. Más o menos, ganando concursos de provincias en España pagaba el alquiler de su pequeño piso ubicado en un barrio desangelado en Madrid. Hasta aquí la primera parte del cuento.

La segunda parte del cuento: Sensini volvió a la Argentina con su esposa, pero su hija Miranda se quedó en España. El joven escritor trató de contactarles, sin éxito. Supo años más tarde que Sensini había muerto. Un buen día, Miranda Sensini llamó a su puerta. Ella le habló sobre los últimos meses de su padre en Buenos Aires.

Bolaño en BCN

De hecho, Bolaño presentó este cuento en un concurso, el Premio de Narración Ciudad de San Sebastián – Fundación Kutxa, y ganó. En la última lectura que hice de este relato, sentí más de cerca por qué participar en un concurso literario puede ser una estrategia para conseguir un poco más de dinero. ¿Por qué? Por una parte, la principal, porque recientemente me despidieron del trabajo y mi economía está en modus “reloj de arena”. Por otra parte, ganar dinero a partir de concursos me parece un acto de resistencia social, poético también, pero poco lucrativo. Por las dos razones yo mismo participaré en dos o tres concursos. ¿Pero qué admiración literaria me despierta Sensini? es una narración desgarradoramente honesta y nada pretenciosa. Es una historia cotidiana, nada mágica, es cruda, más bien parece un testimonio, al estilo confesión, o mejor, es un momento de la vida de alguien que lo comparte abiertamente en un libro.

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