COMPRENDER A LOS MIÑOS Y NIÑAS PARA TRANSFORMAR LA PRÁCTICA EDUCATIVA.

Con los niños más pequeños se hace patente el fracaso de la enseñanza tradicional. En otros niveles de educación se puede crear la ilusión de que el sistema de enseñanza si funciona. Sin embargo, esto no es posible para la educación infantil. Las tareas escolares requieren ser instrumentadas y controladas continuamente a través del lenguaje verbal. Y este no resulta útil cuanto menos años tengan los niños. La forma de organización de la actividad no depende de la capacidad de representarse de una u otra forma la actividad que quiere desarrollar y de los recursos personales con los que cuenta para poder hacerlo. La intencionalidad y la representación anticipada de la actividad hacen que la actividad tenga sentido para la persona que lo realiza. Y sólo así es como el desarrollo de la actividad podrá contribuir a la contribuir a la construcción del conocimiento en la medida que provoque organizaciones novedosas de las representaciones puestas en el juego. El sentido que una actividad puede llegar a tener para un niño es resultado del proceso de reconstrucción de esa actividad a través de la interacción con quienes se ocupan de su cuidado. Para que el niño pueda engancharse en estos circuitos de interactividad la forma del intervenir el adulto tiene que ajustarse a sus posibilidades de comprensión. El adulto tiene que ser capaz de ponerse en el lugar del niño para entender las interpretaciones de estos y hacerse comprender por ellos. A lo largo de toda la etapa de la Educación Infantil, se va produciendo una interesante inversión entre la actividad práctica y el pensamiento. Mientras que al principio el pensamiento es simultáneo a la actividad y esta completamente supeditado a ella, en la medida que el niño se van apropiando del lenguaje y aprendiendo a utilizarlo para organizar su sistema de representación mental. Las relaciones reciprocas entre la actividad práctica y la mental, nos hacen ver la imposibilidad de trabajar una con independencia de la otra. Y como el desarrollo de la actividad mental tiene que arraigar en el sentido que a los niños y niñas puedan dar a la actividad práctica que estén realizando.

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