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Conferencia 32 De Freud


Enviado por   •  31 de Octubre de 2013  •  5.724 Palabras (23 Páginas)  •  681 Visitas

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CONFERENCIA 32

Dijimos que la angustia era un estado afectivo, o sea, una reunión de determinadas sensaciones de la serie placer-displacer con las correspondientes inervaciones de descarga y su percepción, pero, probablemente, el precipitado de cierto evento significativo, incorporado por vía hereditaria, y entonces comparable al ataque histérico adquirido por el individuo (1). Recurrimos al proceso del nacimiento como el evento que deja tras sí esa huella afectiva; en él, los cambios en la actividad del corazón y la respiración, característicos del estado de angustia, fueron acordes con el fin. Por tanto, la primera angustia habría sido una angustia tóxica. Luego partimos del distingo entre angustia realista y angustia neurótica; la primera es una reacción que nos parece lógica frente al peligro, a un daño esperado de afuera, mientras que la segunda es enteramente enigmática, como carente de fin. En un análisis de la angustia realista, la redujimos a un estado de atención sensorial incrementada y tensión motriz, que llamamos apronte angustiado. A partir de ese estado se desarrolla la reacción de angustia. Serían posibles dos desenlaces en él. O bien el desarrollo de angustia, la repetición de la antigua vivencia traumática, se limita a una señal, y entonces la restante reacción puede adaptarse a la nueva situación de peligro, desembocar en la huida o en acciones destinadas a ponerse a salvo, o bien lo antiguo prevalece, toda la reacción se agota en el desarrollo de angustia, y entonces el estado afectivo resultará paralizante y desacorde con el fin para el presente.

Después pasamos a considerar la angustia neurótica y dijimos que la observábamos bajo tres clases de constelaciones. En primer lugar, como un estado de angustia libremente flotante, general, pronto a enlazarse de manera pasajera con cada nueva posibilidad que emerja; es la llamada «angustia expectante», como en la neurosis típica de angustia. En segundo lugar, ligada de manera firme a determinados contenidos de representación en las llamadas fobias, en las que todavía podemos discernir un vínculo con un peligro externo, pero la angustia frente a él no puede menos que parecernos desmedida. En tercero y último término, la angustia en la histeria y otras formas de neurosis grave, que acompaña a síntomas o bien emerge de manera independiente como ataque o como estado de prolongada permanencia, pero siempre sin que se le descubra fundamento alguno en un peligro exterior.

Entonces nos planteamos estas dos preguntas: ¿De qué se tiene miedo en la angustia neurótica? ¿Cómo se compadece esta con la angustia realista ante peligros externos?

Nuestras indagaciones en modo alguno han resultado infructuosas; obtuvimos algunas importantes informaciones. En lo que se refiere a la expectativa angustiada, la experiencia clínica nos ha enseñado un nexo regular con la economía de la libido en la vida sexual. La causa más común de la neurosis de angustia es la excitación frustránea. Se provoca una excitación libidinosa, pero no se satisface, no se aplica; entonces, en remplazo de esta libido desviada de su aplicación emerge el estado de angustia.

Hasta me creí autorizado a decir que esta libido insatisfecha se mudaba directamente en angustia. Esta concepción halló un apoyo en ciertas fobias enteramente regulares de los niños pequeños. Muchas de esas fobias nos resultan por completo enigmáticas, pero otras, como la angustia a la soledad y a personas ajenas, admiten una explicación cierta. La soledad, así como el rostro ajeno, despiertan la añoranza de la madre familiar; el niño no puede gobernar esta excitación libidinosa, no puede mantenerla en suspenso, sino que la muda en angustia. Por tanto, esta angustia infantil no debe imputarse a la angustia realista, sino a la neurótica. Las fobias infantiles y la expectativa angustiada de la neurosis de angustia nos proporcionan dos ejemplos de uno de los modos en que se genera angustia neurótica: por trasmudación directa de la libido.

De la angustia en la histeria y otras neurosis hacemos responsable, en efecto, al proceso de la represión. Creemos poder describirlo de manera más completa que antes si mantenemos separado, el destino de la representación por reprimir del destino del monto de libido adherido a ella. Es la representación la que experimenta la represión y llegado el caso es desfigurada hasta que se vuelve irreconocible; pero su monto de afecto es mudado comúnmente en angustia y, por cierto, sin que importe su naturaleza ni que se trate de agresión o de amor.

En el curso de estas indagaciones nos llamó la atención un vínculo en extremo significativo entre desarrollo de angustia y formación de síntoma, a saber, que ambos se subrogan y relevan entre sí. El agorafóbico, por ejemplo, inicia su historia patológica con un ataque de angustia en la calle. Este se repetiría toda vez que anduviera de nuevo por la calle. Ahora crea el síntoma de la angustia a andar por la calle, que también podría llamarse una inhibición, una limitación funcional del yo, y por esa vía se ahorra el ataque de angustia. Lo inverso se ve si uno se inmiscuye en la formación de síntoma, como es posible, por ejemplo, en las acciones obsesivas. Si se impide al enfermo realizar su ceremonial de lavado, cae en un estado de angustia difícil de soportar, del cual, evidentemente, su síntoma lo protegía. Y por cierto parece que el desarrollo de angustia fuera lo primero, y la formación de síntoma lo posterior, como si los síntomas fueran creados para evitar el estallido del estado de angustia. Con esto armoniza también el que las primeras neurosis de la infancia sean fobias, estados en que se discierne con mucha nitidez el modo en que un desarrollo inicial de angustia es relevado por la posterior formación de síntoma: se tiene la impresión de que a partir de estos vínculos se hallará el mejor acceso a la comprensión de la angustia neurótica. Y al mismo tiempo hemos logrado responder la pregunta por aquello a lo cual se tiene miedo en la angustia neurótica, y establecer así la conexión entre angustia realista y neurótica. Aquello a lo cual se tiene miedo es, evidentemente, la propia libido. La diferencia con la situación de la angustia realista reside en dos puntos: que el peligro es interno en vez de externo, y que no se discierne concientemente.

.En las fobias se puede discernir con mucha nitidez el modo en que este peligro interior se traspone en uno exterior, vale decir, una angustia neurótica se muda en aparente angustia realista. Para simplificar un estado de cosas a menudo muy complejo, supongamos que el agorafóbico por lo general temía las mociones de tentación que le despertaban los encuentros por la calle. En su fobia sobreviene un desplazamiento, y ahora se angustia frente a una situación externa. Es manifiesto

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