Consecuencia El El Alcoholismo
Enviado por pateameesto • 8 de Octubre de 2012 • 10.969 Palabras (44 Páginas) • 400 Visitas
LA GUERRA DEL CHACO
A mediados de 1932, comenzaba uno de los mayores conflictos de nuestro continente, protagonizado por sus dos países más pobres, por supuestas riquezas petroleras. Durante tres años, bolivianos y paraguayos mezclaron valor y ferocidad en una lucha que tenía mucho de arcaico y otro tanto de tecnología bélica del siglo XX, para lograr sólo estériles resultados.
Uno de los más famosos cuentos bolivianos inspirados en esta guerra es "El Pozo", de Augusto Céspedes, que relata la obsesiva excavación de un grupo de soldados sedientos en busca de agua. Como para corroborarlo, un veterano de esa nacionalidad recordaba un episodio parecido, donde sus compañeros esperaban el anuncio de "¡agua…!", quizá "con mayor intensidad con la que resonara después la palabra ¡paz!". El líquido elemento es un factor que por sí solo resume el carácter de esta contienda, librada hace siete décadas en el corazón de América.
Paradoja típica de nuestro continente, esta sangrienta conflagración, que enfrentó y desangró durante tres años a Bolivia y el Paraguay, es una de las más grandes guerras que se haya librado en este suelo, aunque muy pocos que no pertenezcan a las naciones involucradas sepan algo de ella. Acaso porque muchos quisieran olvidar la feroz disputa por una tierra inhóspita y hostil, que tenía, supuestamente, un codiciado tesoro: el petróleo.
Con este interés en juego, el conflicto del Chaco adquiere una connotación aún más detestable, ya que grandes interesados eran dos poderosas compañías petroleras, ansiosas por explotar los yacimientos que allí existirían, y apoyaron cada una a uno de los dos países que iban a la batalla, países que, por añadidura, eran los más pobres de Sudamérica. En cierto sentido al menos, bolivianos y paraguayos libraron una lucha que no era la suya, se mataron sin el odio de las auténticas rivalidades nacionales, lo que no quita que hayan derrochado enormes dosis de heroísmo y sacrificio.
El origen remoto del problema estaba en la muy imprecisa delimitación de las fronteras entre ambos países, lo que se remontaba a la época en que éstos nacieron a la vida independiente. Para distinguirlo del Chaco Austral, territorio argentino, el Chaco Boreal está situado al norte del río Pilcomayo, poblado por unos pocos aborígenes hostiles a las escasas expediciones que se aventuraron por él durante el siglo XIX.
En lo diplomático, sucesivos intentos de arreglo habían fracasado, y en los hechos, pequeños destacamentos de ambos países habían ocupado el territorio por partes aproximadamente iguales, y habían levantado fortines; esto último es más bien un decir, ya que se trataba de poco más que toscas chozas ("pahuichis") rodeadas de atrincheramientos. En 1928 se produjo un incidente que hizo temer una guerra que no se evitó, sólo se postergó. En 1931 asumía en Bolivia el presidente Daniel Salamanca, con la política de "pisar fuerte en el Chaco", traducida en el aumento de guarniciones en la zona.
BOQUERÓN, PRELUDIO HEROICO Y TERRIBLE
Al Chaco se le llamó el "infierno verde" porque, pese a que su terreno era salpicado de pantanos y de espesa vegetación de matorrales y árboles como espinos, lo más difícil de obtener era el agua, ya que no lo cruzaban ríos, y había que cavar pozos para encontrar fuentes subterráneas. Un calor insoportable y un ambiente malsano, caldo de cultivo de enfermedades, ayuda a entender las atroces condiciones en que se debió pelear, en especial los bolivianos que, sacados de sus ciudades y pueblos andinos, debían desenvolverse en un medio totalmente extraño.
Esto explica también que la chispa que encendió la hoguera no fue el petróleo, sino el agua. En 1931 se descubrió una laguna en medio del territorio chaqueño, bautizada Pitiantuta o Chuquisaca, y ocupada sin mucho esfuerzo por un destacamento boliviano. Sin embargo, los paraguayos contraatacaron el 16 de julio de 1932, batiendo a su vez en retirada a los bolivianos. A esas alturas, diversos países neutrales intentaron preservar la paz, pero los enemigos ya se aprestaban para la primera gran batalla: Boquerón.
Allí, un destacamento mixto boliviano de poco más de 600 hombres, al mando del comandante Manuel Marzana, se había hecho fuerte para resistir el ataque de los 5.000 hombres del I Cuerpo de Ejército paraguayo. En la madrugada del 9 de septiembre comenzó el primero de una larga seguidilla de asaltos infructuosos, tras lo cual siguió un sitio, subrayado por el bombardeo de la artillería guaraní, muy superior.
Pese a los ataques de la aviación y los nuevos refuerzos terrestres que recibían los paraguayos, la porfiada resistencia boliviana se prolongó durante casi todo septiembre. Pero el alto mando de La Paz no podía enviar más refuerzos, y los víveres y el agua se agotaban. Por fin, agotados y abrumados por la superioridad numérica, los bolivianos negociaron una rendición que en ningún caso fue deshonrosa. Los esqueléticos prisioneros fueron aclamados a su paso por las calles de Asunción, y el comandante Marzana pasó a ser uno de los grandes héroes de Bolivia.
Pero éste no era sino el comienzo. Los paraguayos seguían disfrutando de superioridad numérica, y obligaron a sus enemigos a seguirse replegando, aunque la situación se estabilizó. Ahora Bolivia había movilizado más tropas hacia el Chaco y se lanzó a la ofensiva, alentada por la presencia del general alemán, Hans Kundt, veterano de la I Guerra Mundial y de vinculación ya larga con La Paz, nombrado comandante en jefe del ejército.
OFENSIVAS BOLIVIANAS
Siguiendo el ejemplo chileno, en aquel entonces los militares bolivianos llevaban algún tiempo bajo la influencia germana, pero ésta y la presencia de Kundt, tenía su contrapartida en que este jefe no era precisamente un genio militar, con una imaginación estratégica bastante limitada. Por su parte, los paraguayos habían tenido instructores franceses y argentinos y, sobre todo, contaban con la en la capacidad del coronel (más tarde mariscal) José Félix Estigarribia. Estos mandos regirían los destinos de miles de hombres sepultados en cenagosas trincheras, que hicieron que este conflicto fuese visto como una suerte de versión americana de la Guerra del '14.
Tras un repliegue para recuperar fuerzas, los bolivianos intentaron un gran ataque al campo fortificado de Nanawa, el 20 de enero de 1933 que, tras un aparente éxito, fue rechazado
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