DESAMPARO

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Siente mucho dolor y mucho frío. El dolor no es en el cuerpo, es en el alma, en el corazón. En cambio el frío está instalado en sus huesos y no logra dominar el temblor que recorre su cuerpo.

Liliana está sentada en el umbral de una casa en el barrio porteño. Es el barrio donde vive él. Recuerda que le dijo que vivía cerca del Congreso. Y ahí está ella, sentada en el umbral de esa casa, que no es la de él (por lo menos eso cree...) pero está cerca, lo sabe.

Cuando bajó del tren, y salió de la gran estación, caminó todo el día por calles adoquinadas buscándolo, como si lo fuera a encontrar a la vuelta de una esquina. Las personas que caminaban por esas calles, la miraban con indiferencia, y ella sentía el desconsuelo de saber que no pertenecía a ese lugar.

Le encantaría sentir la seguridad que tienen éstas personas. Esa seguridad del saber que pertenecen a un lugar y que ese lugar les pertenece.

Saber que van a ser y a hacer con su vida porque todo está programado para ellos.

Ella intentó ser igual, él le hizo sentir que podía, cuando le hizo promesas para un futuro juntos en su pueblo allá en Santiago. Pero sus palabras se disolvieron en el aire. El día que se enteró que se volvía a Buenos Aires y no se despidió de ella, lo supo.

Su hermano José quiso ir a buscarlo, pero ella se lo impidió. Tuvo miedo de su reacción.

Ahora ella estaba en ese lugar esperando verlo, porque necesita hacerle muchas preguntas, y espera algunas respuestas.

Pero él no aparece.

Liliana volvió a perder su rumbo, él era su guía, su meta. Dejaría atrás aquel pueblito y las miserias, la pobreza y la desolación, la gran capital Buenos Aires la esperaba...

Y ella tiene mucho frío, el alma y en el cuerpo. Y tiene mucho miedo, miedo de hacer daño a ese cuerpito que lleva en su vientre. Porque el frío es muy intenso, pero no es consciente del alcohol que ha bebido por el desamparo que penetra sus venas.

Y ella lo siente, en el alma y en su cuerpo.

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