Violencia Y Desamparo
Enviado por moni92 • 29 de Octubre de 2013 • 1.526 Palabras (7 Páginas) • 342 Visitas
VIOLENCIA Y DESAMPARO
- La violencia puede ser pensada como efecto del desamparo.
Introducir esta causalidad nos permite des-sustancializar al sujeto que identificamos con su violencia:
“es” violento,
y nos lleva a pensar en cambio las razones de su
“estar” violento,
Abre posibilidades de intervenir en aquello que activa los efectos agresivos en su modo de estar.
Partimos de la idea de que:
El desamparo es estructural al cachorro humano.
Al hablar de desamparo es necesario diferenciar dos aspectos que muchas veces están solapados, superpuestos.
A- El desamparo social
B- El desamparo subjetivo.
A) El desamparo social
Se presenta con indicios que dan cuenta de un abandono material verificable; ej. el chico que no es llevado a la consulta médica o que no tiene sus necesidades básicas satisfechas.
Este tipo de desamparo denuncia la inexistencia del Otro de los cuidados materiales, encarnado en diversas figuras, que van desde el Estado y sus representantes, hasta quienes cumplen funciones materna y paterna, cuyas responsabilidades es necesario diferenciar.
B) El desamparo subjetivo.
No se presenta tan evidente, requiere seguir el hilo de los indicios que llevan a identificar la inexistencia del Otro de los cuidados simbólicos.
- El desamparo subjetivo: aspectos estructurales y constitución subjetiva.
Se deben deslindar tres grandes aspectos que son estructurales en cuanto a la constitución de la subjetividad y al desamparo subjetivo:
1°) El primero está relacionado con la condición de prematuración del cachorro humano: es imprescindible para sobrevivir contar con el Otro de los cuidados no sólo materiales, sino también simbólicos.
Siempre somos prematuros para arreglarnos de manera autónoma con:
- nuestras propias pulsiones,
- las exigencias del mundo exterior
- las relaciones con nuestros semejantes.
Se refiere a la necesidad del cachorro humano de contar con ese Otro que lo aloje a partir de un deseo que no sea anónimo.
supone un lugar simbólico singular para cada sujeto, hecho de reconocimiento e inscripción en el deseo de ese Otro.
Ese lugar simbólico que va más allá del rol no está garantizado.
Lo que garantiza el lugar simbólico para un chico, es el ejercicio de una función subjetivante, que es tal en tanto quien la ejerce lo registra como sujeto en su singularidad y lo inscribe en una relación que lo reconoce como necesario.
Dos operaciones son constitutivas de la función adulta
- Hacerse necesario a partir de ese inacabamiento estructural cuando interpreta las demandas que el propio sujeto no puede significar.
- Hacerse responsable, garante de abrirle por esa vía la posibilidad de que pueda reconocerse parte de una trama simbólica que lo trasciende, al reconocerlo necesario para ese Otro encarnado en la función que se ejerce: un alumno necesario para un maestro, un hijo necesario para una madre.
2°) Un segundo aspecto del desamparo subjetivo que nos ayuda a enfocarlo, alude más específicamente a la necesidad de no dejar librado al cachorro humano a sus propias pulsiones agresivas.
Algunos indicios de esa agresividad que es inherente a la condición humana los encontramos en los juegos infantiles, en los despedazamientos de muñecas, en algunas crueldades clásicas con animales, las mordeduras entre los más pequeños, etc.
Es una operación importante para sumarle a la función adulta, que es tan necesaria como el alimento material, porque es la que ampara al cachorro humano de la propia agresividad, de las propias pulsiones que buscan satisfacerse consigo mismo o con los otros.
De las investigaciones de Spitz también surge que los bebés que no contaban con quien cumpliera la función subjetivante, dirigían esa agresividad inherente hacia sí mismos, se golpeaban la cabeza contra los barrotes de sus cunas.
3°) Un tercer aspecto del desamparo subjetivo es el que hace referencia a la necesidad de significar, metabolizar, simbolizar, tanto las propias impulsividades, las violencias endógenas, como las exógenas que irrumpen del exterior y que muchas veces los inunda.
Este amparo simbólico se suma a las dos operaciones inherentes a la función adulta, hace referencia a mediar entre el sujeto y su realidad, tanto interna como externa.
Esta operación es la herramienta clave que tiene el trabajo educativo, porque esas mediaciones están hechas de palabras, de colores, de sonidos, de fórmulas y de relatos, que son diferentes modos de proveer de significados con los cuales tejer una malla simbólica en la que el sujeto se va ubicando.
Se trata de un amparo simbólico, de una red protectora que alberga significados
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