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Efectos de las relaciones amorosas sobre la Felicidad de los Limeños


Enviado por   •  31 de Mayo de 2018  •  Documentos de Investigación  •  8.641 Palabras (35 Páginas)  •  103 Visitas

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Efectos de las relaciones amorosas sobre la Felicidad de los Limeños

José Luis Manrique Alva

Universidad de Lima

Capítulo I

Planteamiento del problema de investigación

  1. Enunciado del problema

Con la finalidad de comprender con una mayor amplitud los alcances de la presente investigación es de suma importancia tener en consideración de lo que se entiende por felicidad y la implicancia de la misma en los seres humanos.

El concepto occidental de felicidad tiene su origen en Grecia, aunque también en el pensamiento oriental se encuentran muchos puntos de coincidencia. Los griegos comenzaron por utilizar las siguientes palabras: eutijía, eudaimonía y makariótes. Las dos primeras se refieren sobre todo a algo pasivo y relacionado con la contingencia; la tercera alude a la felicidad en el más allá. Así, autijía significa "buena fortuna", tije es la diosa del destino que produce la fortuna; el prefijo eu indica que se trata de acontecimientos gratificantes y positivos. El segundo término, eudaimonía, tiene un significado algo metafórico: tener buen destino, éxito o que las cosas sean favorables. La tercera, makariótes, nombra al hombre bienaventurado, ya con una dimensión que rebasa el plano natural. (Rojas, 2001)

La tradición latina habla de felicitas y beatitudo, términos que han redundado en los idiomas actuales de Occidente. Así, en alemán se distingue entre "ser feliz" (Glücklichsein) y "bienaventurado" (Seligkeit). (Rojas, 2001).

“En cualquier caso, se puede hablar de un espectro de expresiones felices que se sitúan entre la alegría, el gozo, la paz, la satisfacción por el deber cumplido, la ventura, la suerte, la dicha, el bienestar (palabra muy propia del hedonismo de nuestro días), la gloria, la fama, la delicia, la complacencia..., la felicidad. Todas ellas, de algún modo, tienen ingredientes felices, pero evidentemente-no hacen la felicidad. Más adelante volveré sobre esta cuestión.” (Rojas, 2001. Página 29)

Los ingleses hablan de happiness, los franceses de bonheur y los italianos de felicità. Y, en general, en todos los casos se habla de una experiencia común: la satisfacción debida a la propia situación en el mundo. (Rojas, 2001)

Ya Tales de Mileto decía en sus Diálogos que “sabio” (equivalente aproximadamente a lo que ahora llamamos “feliz”) era "quien tiene un cuerpo sano, fortuna y un alma bien educada". Demócrito afirmaba: “la felicidad es la medida del placer en la proporción de la vida”, es decir, algo así como mantenerse alejado de todo exceso y de todo defecto. Platón negaba que la felicidad se encontrara en el placer y, por el contrario, la relacionó con la virtud: “Los felices lo son por la posesión de la justicia y de la temperancia”. Y Aristóteles determinaba que las personas felices deben poseer tres especies de bienes: exteriores, del cuerpo y del alma. “Los bienes exteriores, como todo instrumento, tienen un límite dentro del cual cumplen su función de ser útiles como medios, pero fuera de él resultan perjudiciales o inútiles. En cambio, los bienes espirituales, cuanto más abundantes, más útiles son”. (Rojas, 2001. Página 30).

La tendencia hacia la búsqueda de la felicidad por parte del ser humano es también abordada por Rojas en su libro: “Una teoría de la felicidad”. Al respecto opina lo siguiente:

Todo ser humano esta llamado a ser feliz. Todos, en algún momento de su vida, se plantean inevitablemente esta cuestión, y cada uno lo hace desde su nivel, desde su peculiar instalación (biológica, psicológica, social y cultural). Estas cuatro vertientes se articulan en una apretada síntesis. (Rojas, 2001)

“¿Existe un tipo humano que no llegue a plantearse esta problemática? Yo creo que sí. Aquel que no tenga resueltos los instrumentos más elementales para vivir es probable que no llegue a tomar conciencia de lo que le queda por alcanzar, eso que en lenguaje ordinario se llama “felicidad”. Puede ocurrir que, a pesar de ello, se lo plantee, aunque este planteamiento se realiza muy a ras de tierra, sin altura, sin elevarse sobre el cotidiano hodie-nunc. Pero aún así podemos afirmar que la tendencia a ser feliz está inscrita en la naturaleza humana. Y hablo de tendencia en el sentido original de la palabra: tendere, ir hacia algo que todavía no se posee. La felicidad no se alcanza nunca definitivamente aunque en momentos estelares la poseemos: es entonces cuando quisiéramos hacer eterno lo pasajero. Estamos siempre yendo hacia ella. La felicidad es una dimensión prospectiva que responde a la realización de nuestro proyecto personal.” (Rojas, 2001. Página 31).

Debemos partir de ahí. ¿Qué es el proyecto personal? Es la operación que yo hago con mi vida, lo que yo quiero que ella sea, los planes que trazo para que el día de mañana éstos estén impregnados de porvenir. El hombre psíquicamente sano tiene un presente en el cual el pasado está digerido y en el cual casi todo es futuro. Ese futuro no es otra cosa que la realización de mi proyecto, en singular, que se compone de diversos apartados, aunque todos, a la postre, apuntan en la misma dirección. Unidad en la pluralidad, si bien cada uno es una realidad inacabada, proyectiva y programada; nos estamos haciendo al compás del curso del tiempo. (Rojas, 2001)

El sentido de la vida se puede sistematizar en tres distritos fundamentales: el sentido del trabajo, el sentido del amor y el sentido de la cultura. Los tres tejen con sus imbricaciones el rumbo de nuestra existencia. Veamos sus notas más características:

  1. Yo soy quien debo hacer mi vida, puesto que soy su protagonista; en la medida en que me conozca mejor, podré obrar más adecuadamente. Tengo que ser realista con mis posibilidades: conocer mis limitaciones y, al mismo tiempo, ser exigente conmigo mismo. Mi teoría sobre la vida podré llevarla a cabo en tanto en cuanto lo sepa casi todo de mí. Si esto lo traslado al plano del trabajo, de aquí arrancará mi proyecto profesional. (Rojas, 2001).
  2. No puedo hacer yo sólo mi vida en sentido estricto, sino que es necesario algo que me rebase a mí mismo, que transcienda mis propias acciones: el amor. De ahí surge mi proyecto afectivo. En el amor humano, escojo entre todas las personas del otro sexo una para que me acompañe en mi empresa, que será también la de ella. Por eso la esencia del enamoramiento consiste no sólo en quedarse prendado de otra persona, sino en no concebir la vida futura sin ella; es decir, no es que me proyecto en ella, sino que me proyecto con ella. (Rojas, 2001).
  3. Pero yo estoy anclado en un perímetro sociocultural: hay otras personas, existen una tradiciones, una cultura, unos valores (aunque en la actualidad muy oscilantes), etc. En la medida en que yo entiendo y animo todo eso, tengo una concepción teórica de lo que hay a mi alrededor, en el sentido más amplio de la palabra. De ahí se desprende mi sentido de la cultura. Este es quizás el elemento menos personal de esa trípode vectorial que tira de mí hacia el futuro. Pero en cualquier caso su importancia es grande. (Rojas, 2001)

Estas tres dimensiones conjugan mi proyecto personal: hecho de trabajo, amor y cultura. Los tres en una única y singular expresión. Todos debemos tener un proyecto personal, y en la medida en que éste se efectúa, se materializa y se cumple, somos felices, estamos siendo felices. (Rojas, 2001).

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