El Camino de las Lagrimas. ¿Qué nos viene a la mente cuando escuchamos la palabra pérdida?

EL CAMINO DE LAS LÁGRIMAS

POR JORGE BUCAY

CAPITULO 2

¿Qué nos viene a la mente cuando escuchamos la palabra pérdida?

Esa pregunta retórica con la que empieza el capítulo dos de la aventura que ha sido leer este libro me hace retomar fuerzas para tratar de explicar lo que para mí Denisse Kareli Lopez Lozano significa, ya que si alguien cree conocerla, experimentarla, respirarla incluso; esa sin duda soy yo. En los siguientes párrafos trataré de expresar el por qué, claro a través de la lectura de este libro como guía… Pues veamos.

Hay una parte del libro en la que hace mención que aunque quisiéramos erradicar la palabra en sí, con sus tantos sinónimos, esta se vuelve inherente en nuestras vidas ya que nos enseña y de la forma más difícil, más dura, las lecciones son tan fuertes, que en ocasiones te dejan tan vapuleado que ni siquiera puedes recobrar el aliento.

En el ensayo anterior mencioné que parte de mí, era la virtud de la resiliencia. Empero la palabra que definitivamente me representa y la tengo marcada como un tatuaje, se trata sin duda de la pérdida. Y tengo que expresar que en realidad me molesta este capítulo en el que se habla de pérdida; la conozco también que me enfurece mencionarla.

Por lo que hablaré de mi vivencia ante la pérdida, por lo que le pido a usted lector, que use un poco de imaginación y visualice a una niña de 7 años; algo timada e insegura pero con la certeza de que su abuela materna la amaba con todo el corazón, pues de ahí parte la primera pérdida la abuela muere meses después y esta niña se tiene que quedar con unos padres que están a punto del divorcio y es cuando no empieza ni con el duelo de haber perdido a su ser más amado; cuando la vida la está empujando a su segunda pérdida, la ruptura de sus padres trajo consigo mucho abandono, pues aunque la niña fue obligada a quedarse con su madre, esa madre estaba llena de dolor y coraje; por lo que se rehusó a hacerse cargo emocionalmente de la niña y la ignoro año tras año. Lo que pasa con el padre no es menos de lo que se espera de un nuevo soltero; por supuesto, volvió a casarse y creo una nueva familia, procreando a otra niña y olvidando a la primogénita.

Lo que paso a través de los años con esta situación y con esta niña es tan penoso que no se contará a detalle, sólo lo esencial para poder seguir en el contexto de la historia; los años pasaron y esta niña sin afecto, siguió conociendo sobre de lo que se trata perder; ya que si bien sabemos para cada perdida se requiere de un duelo ya sea una perdida material, perdida de pareja: familiar, amigo, amante e incluso mascota. Cualquier cosa u objeto al que le hayamos aportado algo de nuestro afecto y tiempo para olvidarlo y mejor aún dejarlo ir, se le debe un duelo este un proceso que consta de etapas y en este libro se nos recuerda a cada capítulo como serían potencialmente estas etapas para atravesar y superar un duelo. Yo creo que aquí la verdadera duda es si cada ser humano estamos o no preparados para ese proceso, ya que bien cada persona se caracteriza por la forma racional o irracional con la que lleva o dirige su vida.

En el caso de la niña que creció ante la pérdida; se hizo adolescente y posteriormente un adulto joven, se puede enunciar que el proceso de duelo siempre se postergó, ante la incapacidad de esta joven por enfrentar los problemas y el dolor que conlleva aceptar la realidad, ella decidió no procesar sus duelos. El resultado inminente detonó en esta joven en un trastorno de la personalidad llamado “Trastorno Límite de la Personalidad”, acompañado de Depresión Mayor.

Será que todas las personas que no enfrentan sus duelos; que no regulan y atraviesan el proceso, se les destina a terminar condenado a padecer una enfermedad mental; esto sin lugar a dudas es una hipótesis creada por mí situación y lo antes escrito. Empero debería ser estudiada a fondo; qué hay si de esta persona no influyeron factores genéticos y predisponentes para su enfermedad, que tal si se tratara de una fisura mental creada por no enfrentar sucesos de la vida en los que se involucra la pérdida.

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