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El Reencantamiento Del Mundo


Enviado por   •  22 de Septiembre de 2012  •  8.492 Palabras (34 Páginas)  •  1.223 Visitas

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El REENCANTAMIENTO DEL MUNDO

MORRIS BERMAN

ED. CUATRO VIENTOS, STGO. 1987.

(CCS)

UNO. El nacimiento de la conciencia científica moderna

"Y que en lugar de la filosofía especulativa ahora enseñada en las escuelas podemos encontrar una filosofía práctica, mediante la cual, conociendo la naturaleza y la conducta del fuego, del agua, del aire, de las estrellas, del cielo y de todos los otros cuerpos que nos rodean, como ahora entendemos las diferentes destrezas de nuestros trabajadores, podemos emplear estas entidades para todos los objetivos para los cuales son adecuados, y así hacernos amos y dueños de la naturaleza".

Rene Descartes, Discurso del Método (1637)

En el pensamiento occidental, hay dos arquetipos que invaden el tópico de cómo se aprehende mejor la realidad, arquetipos que tienen en último término su origen en Platón y Aristóteles. Para Platón, los datos sensoriales eran, en el mejor de los casos, una distracción del conocimiento, el cual era la provincia de la razón pura. Para Aristóteles, el conocimiento consistía en generalizaciones, pero éstas se derivaban en primera instancia de información obtenida del mundo, exterior. Estos dos modelos del pensamiento humano, llamados racionalismo y empirismo respectivamente, formaron la herencia intelectual más importante del Occidente hasta Descartes y Bacon, quienes representaron, en eL siglo xvii, los polos opuestos de la epistemología. Sin embargo, así como Descartes y Bacon tienen más cosas en común que diferencias, lo mismo sucede con Platón y Aristóteles. El cosmos, cualitativamente orgánico de Platón, descrito en el Timaeus, es también el mundo de Aristóteles; y ambos estaban buscando las "formas" subyacentes de los fenómenos observados, los cuales siempre se expresaban en términos teleológicos. Aristóteles no estaría de acuerdo con Platón en que la "forma" de una cosa existe en algún cielo innato, sino en que la realidad de digamos, un disco usado en los Juegos Olímpicos era su Circularidad, su Peso (tendencia inherente a caer hacia el centro de la Tierra) y así sucesivamente. Esta metafísica se preservó a lo largo de la Edad Media, edad notoria (desde nuestro punto de vista) por su extensivo simbolismo. Las cosas jamás eran "simplemente lo que eran", sino siempre llevaban corporalizadas en sí un principio no material visto como la esencia de su realidad.

A pesar de los puntos de vista diametralmente opuestos representados por el Nuevo Organon de Bacon y el Discurso del Método de Descartes, ambos poseen algo en común que, a su vez, se distingue claramente tanto del mundo de los griegos como del de la Edad Media.

Él descubrimiento fundamental de la Revolución Científica —descubrimiento simbolizado por los trabajos de Newton y Galileo, fue que en realidad no había ningún gran choque entre el racionalismo y el empirismo. El primero dice que las leyes del pensamiento se conforman con las leyes de las cosas; el último dice que siempre coteja sus pensamientos con los datos de modo que se pueda saber qué pensamientos pensar. Esta dinámica relación entre racionalismo y empirismo yace en el corazón mismo de la Revolución Científica, y se hizo posible por su conversión en una herramienta concreta. Descartes demostró que las matemáticas eran el epítome de la razón pura, el conocimiento más confiable de que podíamos disponer. Bacon señaló que uno tenía que preguntarle directamente a la naturaleza, colocándola en una situación en la que se viera forzada a suministrarnos sus respuestas. Natura vexata, la denominaba, "la naturaleza acosada": disponga una situación de modo que tenga que responder sí o no. El trabajo de Galileo ilustra la unión de estas dos herramientas. Por ejemplo, haga rodar una bola por un plano inclinado y mida la distancia recorrida versus el tiempo. Entonces usted sabrá, exactamente, cómo se comportan los cuerpos en caída.

Nótese que digo cómo se comportan, y no por qué. El matrimonio entre la razón y el empirismo, entre las matemáticas y el experimento, expresó este cambio significativo en perspectiva. Mientras los hombres se contentaban con preguntarse por qué caían los objetos, por qué ocurrían los fenómenos, la pregunta de cómo caían o cómo ocurría esto era irrelevante. Estas dos preguntas no son mutuamente excluyentes, al menos eh teoría; pero en términos históricos han demostrado que de hecho lo son. Mientras el "cómo" se hizo cada vez más importante, "el por qué" se hizo cada vez más irrelevante. En el siglo veinte, como veremos, el "cómo" se ha convertido en nuestro "por qué".

Visto desde este punto de vista, tanto la lectura del New Organon como la del Discurso resultan fascinantes, porque reconocemos que cada autor está lidiando con una epistemología que ahora se ha convertido en parte del aire que respiramos. Bacon y Descartes se entrelazan también de otros modos. Bacon está convencido de que el conocimiento es poder y la verdad utilidad; Descartes considera la certeza como equivalente a la medición y quiere que la ciencia se convierta en una "matemática universal". El objetivo de Bacon fue, desde luego, conseguido con los medios de Descartes: las mediciones precisas no sólo validan o invalidan las hipótesis, sino que también sirven para la construcción de caminos y puentes. Por lo tanto, en el siglo xvii se produjo otro alejamiento crucial con respecto a los griegos: la convicción de que el mundo está ante nosotros para que actuemos sobre él, no únicamente para ser contemplado. El pensamiento griego es estático, la ciencia moderna es dinámica. El hombre moderno es un hombre, faustiano, apelación que viene de muy atrás incluso antes que Goethe, desde Chistopher Marlowe. El Doctor Fausto, sentado en su estudio alrededor de 1590, está aburrido con los trabajos de Aristóteles que están extendidos ante él. "¿Será disputar bien el principal objetivo de la lógica?", se pregunta a sí mismo en voz alta. "¿Este arte no podrá soportar tal vez un milagro mayor? Entonces no leas más..."1. En el siglo xvi Europa descubrió, o más bien, decidió que el asunto es hacer, y no ser.

Una de las cosas conspicuas acerca de la literatura de la Revolución Científica es que sus ideólogos estaban muy conscientes de su rol. Tanto Bacon como Descartes se percataban de los cambios metodológicos que estaban ocurriendo, y del curso inevitable que tomarían los acontecimientos. Se vieron a sí mismos indicando el camino, incluso posiblemente inclinando la balanza. Ambos fueron claros al decir que el aristotelismo ya había tenida

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