Enseñar Y Aprender Dos Caras De La Misma Moneda
Enviado por despidespi • 1 de Mayo de 2013 • 3.547 Palabras (15 Páginas) • 490 Visitas
Enseñar y aprender, dos caras de la misma moneda
Para tratar de responder a la primera de las cuestiones que nos planteábamos en el apartado
anterior sobre la consideración de los adultos que rodean al niño como enseñantes, resulta
imprescindible acudir a la noción de “enseñanza”. Enseñar (del latín insignare, señalar) se
refiere ala acción de comunicar algún conocimiento, habilidad o experiencia a alguien con el fin
de que la aprenda, empleando para ello un conjunto de métodos, técnicas, en definitiva
procedimientos, que se consideran apropiados.
Enseñar “con mayúsculas” supone tomar intencionalmente decisiones sobre qué parte de los
conocimientos de una disciplina o materia se enseñan, en qué momento del desarrollo del niño
es conveniente enseñarlos y de qué forma es preferible enseñar esos contenidos para que sean
aprendidos. Tal como ha señalado Haberman (1991), enseñar profesionalmente requiere el nivel
de madurez necesario para tener un cierto distanciamiento de los demás como «sujetos
cognitivos» particulares, cuyo desarrollo y aprendizaje puede responder a características muy
distintas a las del enseñante, pero necesariamente respetables. En este sentido, el enseñante debe
asumir que lo que a él le sirve para aprender un contenido no será necesariamente lo mejor para
que sus estudiantes aprendan ese contenido.
Pero la noción de enseñanza, tomando su acepción original (comunicar algo a alguien para
que lo aprenda), es perfectamente aplicable a la función de mediación que realizan los adultos
con los miembros más jóvenes de la comunidad. Aun cuando esta enseñanza carezca del rigor
teórico, la sistematización metodológica y la intencionalidad educativa que debería caracterizar
la práctica profesional, tiene en común con ella la aplicación de mecanismos de guía o tutelaje
que orientan al aprendiz hacia una competencia cada vez mayor:
[...] un rasgo constante de la enseñanza humana es la forma como la persona que posee la
habilidad sirve como almacén de memoria para la persona que aprende, llevándola de regreso al
lugar apropiado una vez ejecutada una determinada subhabilidad. Este es el caso del padre que
ayuda a su hijo con los deberes, del profesor que ayuda a un estudiante posgraduado con la
investigación de su tesis, así como el caso de una madre que ayuda a su bebé a encontrar un
juguete o a utilizar el retrete (Kaye, 1982; pág. 78).
Precisamente exponíamos, en el anterior apartado, algunas situaciones de comunicación en
las que las distintas maneras de manejar los datos para resolver la tarea, mostradas o enseñadas 7
por el adulto, podían ser interiorizadas o aprendidas por el niño. Llegados a este punto, podemos
introducir la segunda cuestión: los procedimientos que se le enseñan, y que luego el niño
empleará de manera independiente para aprender, ¿son los mismos que utilizará para enseñar lo
que aprenda a otros? Si el niño aprendió a construir puzzles por ensayo y error (ir probando
pieza a pieza), cuando juegue con un compañero inexperto, ¿le enseñará mediante
procedimientos de ensayo y error? Cuando él sea padre ¿enseñará a su hijo a construir puzzles
por ensayo y error? Sin poder dar una respuesta absolutamente taxativa, podemos considerar
algunos argumentos al respecto que apuntan a contestar afirmativamente a esas cuestiones.
Uno de esos argumentos nos los proporciona el propio Vigotsky al explicar el fenómeno de
habla egocéntrica del niño preescolar cuando se autoexplica en voz alta una tarea mientras la
está realizando. Para este autor, se trataría de un paso intermedio entre el habla pública, a través
de la cual dialoga y trata de controlar la conducta de los demás, y el habla interna, por medio de
la cual interioriza esos diálogos externos (y los conceptos, procedimientos y valores implicados)
y, sobre todo, controla y regula su propio pensamiento. Como suele decirse, .acercando el ascua
a nuestra sardina., se produciría un cierto paralelismo entre la manera como el niño se enseña la
tarea a él mismo, y la forma como la aprende.
Otra voz autorizada que respalda la relativa simetría entre ambos procesos (enseñar y
aprender) es la de Kaye (1982) cuando remarca que la coordinación entre las operaciones que
efectúa un niño para llevar a cabo una acción no se debe a algún tipo de “organizador interno e
innato” que posea éste, sino más bien a la manera como se le enseñó esa secuencia
procedimental. Esta conjetura sobre el paralelismo entre cómo aprende el niño y cómo
comunica o enseña sus aprendizajes a otros, se ve nuevamente corroborada cuando lo
observamos jugando con sus muñecos o tratando de explicarle algo a otro niño; las formas
verbales y gestuales que utiliza para hacerse entender, guardan una estrecha semejanza con
aquellas que se emplearon cuando se le enseñó.
Obviamente, el niño va ampliando progresivamente su círculo de relaciones y, por
consiguiente, de potenciales enseñantes que interactúan con él; pero, probablemente, los que
más afectarán a su manera de proceder cuando aprenda algo, y también cuando lo enseñe, serán
aquellos interlocutores que consigan compartir con el niño (mediar, traspasar el control) el
significado y el sentido de un contenido informativo.
Pensamos que una primera conclusión podría redactarse del modo siguiente: En medios no
profesionales, y esencialmente durante el período de crianza, los procedimientos utilizados para
aprender y para enseñar confluyen en gran medida, produciéndose una cierta circularidad en la
que se hace lo mismo para aprender (por ejemplo, repetirse a uno mismo un dato varias veces)
que para enseñar (por ejemplo, repetírselo a otro varias veces), situación que se rompe cuando
se introduce algún grado de reflexión, es decir, cuando el sujeto se detiene a pensar sobre qué
hace para entender algo o para explicar algo, y en función de qué variables lo hace.
De todas formas, debemos ser cautos al situar en “toda reflexión personal” el cincel que
puede romper con la rutina “aprendo-como-me-lo-enseñaron, enseño-como-lo-aprendí”.
Pressley y Cols (1990) nos han advertido de las limitaciones y peligros de determinados
descubrimientos en solitario que puede efectuar
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