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Las Dos Caras De La Moneda


Enviado por   •  1 de Mayo de 2012  •  2.140 Palabras (9 Páginas)  •  875 Visitas

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Las dos caras del espejo

Por Isabel Moya Richard

Un león y un hombre conversan frente a un conjunto monumentario que representa al rey de la selva vencido a los pies de un cazador victorioso. El hombre se vanagloria frente a la bestia de la superioridad de su especie, pero el animal, apenas sacudiendo su colosal melena, le responde impasible: ¿te imaginas cómo sería esta escultura si el artista hubiera sido un león?

El enfoque de género—como la moraleja de esta fábula de Esopo—sugiere mirar desde la otredad; analizar los saberes tradicionales con otros puntos de vista; replantearse la manera en que asumimos las representaciones sociales. Por ello, todavía hoy, resulta tan trasgresor y polémico, a pesar de haber irrumpido, a principios de la década del setenta, en los ámbitos académicos.

La categoría asumida desde diferentes disciplinas[1] se ha utilizado para analizar la organización social de las relaciones entre hombres y mujeres (Rubin, 1975; Barrett, 1980; MacKinnon, 1987); investigar la reificación de las diferencias humanas (Vetterling Braggin, 1982; Hawkesworth, 1990; Shanley y Pateman, 1991); conceptualizar la semiótica del cuerpo, el sexo y la sexualidad ( Folcaut ;De Lauretis, 1984; Suleiman, 1985; Doane, 1987; Silverman, 1988); explicar la distribución de cargas y beneficios en la sociedad (Walby, 1986; Connell 1987; Boneparth y Stoper, 1988); ilustrar las microtécnicas del poder (De Lauretis, 1987; Sawicki, 1991); iluminar la estructura de la psique (Chodorow, 1978); explicar la identidad y la aspiración individuales (Epperson, 1988; Butler, 1990), para ilustrar la división social y sexual del trabajo vinculada a la célula básica de la sociedad(Engels,1884)

Las discusiones sobre el género en historia, lenguaje, literatura, artes, educación, medios de comunicación, política, psicología, religión, medicina ,ciencia, sociedad y derecho se han convertido en temas centrales del debate contemporáneo.

Lo que no quiere decir que exista una definición universalmente aceptada del concepto que ha sido analizado como un atributo de los individuos (Bem, 1974, 1983), una relación interpersonal (Spelman, 1988) y un modo de organización social (Firestone, 1970; Eisenstein, 1979). El género ha sido definido en términos de estatus social (Lopata y Thorne, 1978), papeles sexuales (Amundsen, 1971; Epstein, 1971; Janeway, 1971) y estereotipos sexuales (Friedan, 1963; Anderson, 1983). Ha sido concebido como una estructura de la conciencia (Rowbotham, 1973), una psique triangulada (Chodorow, 1978), una ideología internalizada (Barrett, 1980; Crant, 1993). Ha sido discutido como producto de la atribución (Kessler y McKenna, 1978), de la socialización (Ruddick, 1980; Cilligan, 1982), de prácticas disciplinarias (Butler, 1990; Singer, 1993), y posturas tradicionales (Devor, 1989). El género ha sido descrito como un efecto del lenguaje (Daly, 1978; Spender, 1980); una cuestión de conformismo conductual (Amundsen, 1971; Epstein, 1971); una característica estructural del trabajo, el poder y la catexis (Connell, 1987); y un modo de percepción (Kessler y McKenna, 1978; Bem, 1993). El género ha sido descrito en términos de una oposición binaria, de continuos variables y variantes, y en términos de capas de la personalidad. Ha sido caracterizado como diferencia (Irigaray, 1985a, 1985b) y como relaciones de poder manifestadas como dominación y subordinación (MacKinnon, 1987; Cordon, 1988). Ha sido construido en el modo pasivo de la serialidad (Young, 1994), y en el modo activo, como un proceso que crea interdependencia (Lévi-Strauss; 1969, 1971; Smith, 1992), o como un instrumento de segregación y exclusión (Dávis, 1981; Collins, 1990). El género ha sido denunciado como una cárcel (Cornell y Thurschwell, 1986) y aceptado como esencialmente liberador (Irigaray, 1985b; Smith, 1992). Ha sido identificado como un fenómeno universal (Lerner, 1986) y como una consecuencia históricamente específica de la sexualización , atrevazado por la clase, la raza, la etnia y la edad.

Desde el punto de vista de la comunicación social me interesan particularmente las definiciones que destacan la construcción simbólica del género, que permite el estudio de los sujetos sexuados que se constituyen en la historia y que adquieren su identidad en ese movimiento relacional y complejo, a la vez que se definen en un ethos particular.

En un ensayo importante e influyente, Joan Scott [2] define el género como un concepto que implica dos partes interrelacionadas, pero analíticamente diferentes. "El género es un elemento constitutivo de relaciones sociales basadas en diferencias percibidas entre los sexos, y el género es una manera primordial de significar relaciones de poder". Al explicar el género como un elemento constitutivo de las relaciones sociales, Scott enfatiza que el género opera en múltiples campos, incluidos los símbolos culturalmente disponibles que evocan múltiples representaciones, los conceptos normativos que exponen interpretaciones de los significados de los símbolos, las instituciones y organizaciones sociales y la identidad subjetiva .Según Scott, el género es una categoría útil de análisis porque "proporciona una manera de decodificar el significado y de entender las conexiones complejas entre varias formas de interacción humana".

La analista de medios audiovisuales Teresa de Laurentis, por su parte, resalta que el sistema sexo- género no es sólo una construcción socio cultural, sino también un aparato semiótico. Un sistema de representación que asigna significados a los individuos dentro de la sociedad.

Si toda relación social se estructura simbólicamente y todo orden simbólico se estructura a su vez discursivamente, es evidente entonces que el género debe ser asumido como categoría de análisis en los estudios de comunicación, independientemente del paradigma desde el cual se asuma esta disciplina. No es una cuestión de estar a la moda o de ceder a presiones institucionales o de organizaciones femeninas es reconocer y asumir científicamente una realidad que atraviesa transversalmente el proceso de construcción, emisión y recepción o percepción de mensajes.

Reproductores del pensamiento dominante en cada realidad específica, constructores del universo simbólico de la sociedad, los medios de comunicación masiva constituyen hoy elementos culturales creadores, reforzadores o transformadores de las representaciones sociales e incluso han desplazado a otras instituciones que tradicionalmente tenían un gran peso en la configuración del imaginario colectivo.

Si coincidimos en que lo que consideramos masculino y femenino más allá del aspecto biofisiológico "es una decisión humana significante que no tiene una fuente natural sino social, que se sostiene sobre una desvencijada pero

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