Etapas Del Desarrollo
Enviado por irenita10 • 11 de Mayo de 2014 • 2.001 Palabras (9 Páginas) • 294 Visitas
La sexualidad infantil y sus etapas
En la mayoría de los seres humanos la amnesia infantil, (¡no en todos!) cubre los primeros años de su infancia, hasta el sexto o el octavo año de vida. En efecto se nos informa que en esos años, de los que después no conservamos e la memoria sino unos jirones incomprensibles, reaccionábamos con vivacidad frente a las impresiones, sabíamos exteriorizar dolor y alegría de una manera humana, mostrábamos amor, celos y otras pasiones que nos agitaban entonces con violencia, y pronunciábamos frases que los adultos registraron como buenas pruebas de penetración y de una incipiente capacidad de juicio. Y una vez adultos, nada de eso sabemos por nosotros mismos. ¿Por qué nuestra memoria quedo tan retrasada respecto de nuestras otras actividades anímicas?, no puede tratarse, pues, de una desaparición real de las impresiones infantiles, sino de una amnesia semejante a la que observamos en los neuróticos respecto de vivencias posteriores y cuya esencia consiste en un mero apartamiento de la conciencia yo esta es llamada represión.
Durante las inhibiciones sexuales, este periodo de latencia total o meramente parcial se edifica los poderes anímicos que más tarde se presentaran como inhibiciones en el camino de la pulsión sexual y angostaran su curso a la manera de unos diques (el asco, el sentimiento de vergüenza, los reclamos ideales en lo estético y en lo moral). El niño civilizado piensa que esos diques están relacionados con la educación, pero en realidad este desarrollo es condicionamiento orgánico, fijado hereditariamente.
El chupeteo es una de las exteriorizaciones de la sexualidad infantil, el chupeteo que aparece ya en el lactante y puede conservarse hasta la madurez o persistir toda la vida, consiste en un contacto de succión con la boca (los labios), repetido rítmicamente, que no tiene por fin la nutrición. La acción de mamar con fruición cautiva por entero la atención y lleva al adormecimiento o incluso a una reacción motriz en una suerte de orgasmo. Por esta vía, muchos niños pasan del chupeteo a la masturbación.
El autoerotismo forma parte de la acción de un niño chupeteador ya que se rige por la búsqueda de un placer ya vivenciado y ahora recordado. Su primera actividad, la más importante para su vida, el mamar del pecho materno (o de sus subrogados), no pudo menos familiarizarlo con ese placer. Diríamos que los labios del niño se comportaron como una zona erógena, y la estimulación por el cálido aflujo de leche fue la causa de la sensación placentera.
No todos los niños chupetean, cabe suponer que llegan a hacerlo aquellos en quienes esta constitucionalmente reforzado el valor erógeno de la zona de los labios. Si este persiste, tales niños, llegados a adultos, serán grandes degustadores del beso, se inclinaran por besos perversos o, sin son hombres tendrán una potente motivación intrínseca para beber y fumar.
La meta sexual de la pulsión infantil consiste en producir la satisfacción mediante la estimulación apropiada de la zona erógena que, de un modo u otro, se ha escogido. Para que se cree una necesidad de repetirla, esta satisfacción tiene que haberse vivenciado antes; y es lícito pensar que la naturaleza habrá tomado seguras medidas para que esa vivencia no quede librada al azar.
Para las diversas etapas de la sexualidad infantil, todo instinto, pulsión biológica primitiva, participa de un dato que caracteriza a todas las manifestaciones de la vida: el ritmo (fases de reposo y de excitación alternantes). Las fases de reposo son mudas, las fases de excitación corresponden a la aparición de pulsiones.
En el sentido freudiano de la palabra, sexual no significa genital, el calificativo de genital no se atribuye sino a ciertas manifestaciones de la sexualidad, las más tardías y más acabadas del desarrollo del individuo. Pero el hedonismo del niño (es decir, “la búsqueda del placer”) se despierta extraordinariamente temprano.
En psicoanálisis, se distinguen sucesivamente la etapa oral, la etapa anal y la etapa fálica, llamados también etapas o estadios pregenitales. Los sucede una fase llamada de latencia, que se sitúa, más o menos entre los 7 y los 13 años.
Viene después la pubertad y finalmente la etapa o estadio genital propiamente dicho, que alcanza su expansión definitiva en nuestros países alrededor de los 17 o los 18 años.
Es la historia de estas etapas de organización provisional la que nos permite comprender las bases del comportamiento ulterior no sólo de los individuos considerados normales, sino también de aquellos que presentan anomalías, desde las simples excentricidades hasta los trastornos graves de la adaptación a la sociedad.
Etapa oral
Tal es el nombre que se le da a la fase de organización libidinal que se extiende desde el nacimiento al destete y que está colocada bajo la primacía de la zona erógena bucal. La necesidad fisiológica de succionar aparece desde las primeras horas de vida; pero, una vez saciado, el bebé continúa durante el sueño de su digestión realizando movimientos de succión con los labios, mientras que su aspecto exterior reposado y beatífico traduce la voluptuosidad.
El niño ama, al igual que a sí mismo, todo lo que se le mete a la boca (el pezón, el chupete) y, por extensión (porque no ha adquirido la noción de los límites de su propio cuerpo) la nodriza o la madre, siempre ligadas necesariamente al placer de mamar y a las que se identifica en consecuencia. Por lo demás, todos los momentos de sensación voluptuosa, el baño, el aseo, el mecerlo, se ligan a la presencia de la madre, por la vista, el sonido y el tacto.
Asociada como está a estas sensaciones de placer, llega a ser en su presencia y en su persona, un objeto de amor y el niño le sonríe y le hace fiestas incluso fuera de las horas de mamar. Desde el momento en que una cosa le interesa la niño, se la llevará a la boca. Absorber al objeto, participar de él, implica el placer de “tener”,
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