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Evolucion De Criminologia

Batmax17 de Marzo de 2015

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1.4 Evolución de la criminología a través de la historia

A continuación se presentara como es que la criminología se ha considerado como ciencia desde épocas pasadas, gracias a diferentes autores y sus aportaciones.

La criminología es una disciplina “científica”, de base empírica, que surge al generalizar este método de investigación (empírico-inductivo) la denominada Escuela Positiva Italiana, es decir, el positivismo criminológico, cuyos representantes más conocidos fueron Lombroso, Garófalo y Ferri.

El último tercio del siglo XIX sella los orígenes de esta nueva ciencia. Por ello cabe hablar de dos etapas o momentos en la evolución de las ideas sobre el crimen: la etapa precientífica y la científica, cuya línea divisoria viene dada por la Escuela Positiva; esto es, por el paso de la especulación, de la deducción, del pensamiento abstracto-deductivo a la observación, a la inducción, al método positivo.

En esta larga evolución de las ideas y teorías sobre el crimen y el delincuente puede constatarse un cierto desplazamiento de los centros de interés y del propio método empleado desde la Biología a la Psicología y la Psiquiatría, y desde éstas hasta la Sociología, predominando hoy día esta última. No obstante, el problema se plantea de forma muy distinta en Europa y, los Estados Unidos. En Europa existe una dilatada y fecunda tradición biológica, de la que no se ha liberado la Psicología ni el propio Psicoanálisis. En los Estados Unidos, por el contrario, el análisis sociológico mediatiza y orienta todas las investigaciones, hasta el punto de que la Criminología nació como mero apéndice o capítulo de la sociología. Cabe apreciar, del mismo modo, una progresiva maduración del pensamiento criminológico. En su inicio se formulan teorías, después genuinos modelos; éstos son, primero modelos simples, después devendrá cada vez más complejos e integrados.

La etapa pre-científica de la criminología

Como se ha indicado, antes de la publicación de la famosa obra Lombrosiana que suele citarse como partida de nacimiento de la Criminología empírica moderna, se habían formulado ya numerosas teorías sobre la criminalidad. Teorías dotadas de un cierto rigor y pretensiones de generalización, que transcienden las meras concepciones o representaciones populares, fruto del saber y la experiencia cotidiana. En esta etapa precientífica existen dos enfoques claramente diferenciados, por razón del método de sus patrocinadores: por una parte, el que puede denominarse clásico (producto de las ideas de la ilustración de los reformadores, y del derecho penal clásico) modelo que acude a un método abstracto y deductivo, formal; De otra, el que cabe calificar de empírico, por ser de esta clase las investigaciones sobre el crimen llevadas a cabo, de forma fragmentaria, por especialistas de las más diversas procedencias (frenólogos, antropólogos, psiquiatras, etc.) teniendo todos ellos en común el sustituir la especulación, la intuición y la deducción por el análisis, la observación y la inducción (método empírico inductivo) Ambas concepciones coinciden, como es lógico, en el tiempo e incluso se prolongan hasta nuestros días.

La denominada Criminología Clásica asumió el legado liberal, racionalista y humanista de la Ilustración, especialmente su orientación iusnaturalista. Deduce todos sus postulados del iusnaturalismo que la caracteriza. Concibe el crimen como hecho individual, aislado, como mera infracción de la ley: es la contradicción con la norma jurídica lo que da sentido al delito, sin que sea necesaria una referencia a la personalidad del autor (mero sujeto activo de ésta) ni a la realidad social o entorno de aquél, para comprenderlo.

Lo decisivo es el hecho mismo, no el autor. Y el mandato siempre justo de la ley, igual para todos y acertado que el delincuente infringe en una decisión soberana y libre. Falta en la escuela Clásica un planteamiento inequívocamente etiológico(o preocupación por indagar las causas del comportamiento criminal), ya que su premisa iusnaturalista la conduce a referir el origen del acto delictivo a una decisión libre de su autor, incompatible con la existencia de otros factores o causas que pudieran determinar el comportamiento de éste. Es, pues, más una concepción reactiva que etiológica y, a lo sumo, sólo puede ofrecer una explicación situacional del delito.

El propio iusnaturalismo de la Escuela Clásica es irreconciliable con supuestas diferencias cualitativas entre los ciudadanos honestos y los delincuentes (tesis, por el contrario, que mantendrá el positivismo.

La imagen del hombre como ser racional, igual y libre, la teoría del pacto social, como fundamento de la sociedad civil y el poder; y la concepción utilitaria del castigo, no desprovista de apoyo ético, constituye tres sólidos pilares del pensamiento clásico. La Escuela Clásica simboliza el transito del pensamiento mágico, sobrenatural, al pensamiento abstracto, del mismo modo que el positivismo representará el paso ulterior hacia el mundo naturalistico y concreto.

Su punto débil no fue tanto la carencia de una genuina teoría de la criminalidad (etiología) como el intento de abordar el problema del crimen prescindiendo del examen de la persona del delincuente y del medio o entorno social de éste. Como si pudiera concebirse el delito a modo de abstracción jurídico-formal. Por otro lado, y fiel a los postulados del liberalismo individualista de su tiempo (legalista y humanitario), fue absolutamente incapaz de ofrecer a los poderes públicos las bases e información necesaria para un programa político criminal de prevención y lucha contra el crimen, objetivo de especial importancia en un momento de crisis económica y social, y de inseguridad generalizada. Optó por la especulación, por los planteamientos filosóficos y metafísicos, por los dogmas (libertad e igualdad del hombre, bondad de las leyes, etc.), deduciendo de los mismos sus principales postulados. La segunda orientación criminológica opera en el marco de las ciencias naturales, y no en el de las ciencias del espíritu; si bien hay que reconocer que no se trata de un marco unitario, homogéneo y cerrado sino del empleo fragmentario y sectorial de un nuevo método: el empírico inductivo, basado en la observación de la persona del delincuente y del medio o entorno de éste. Interesa, ante todo, en cuanto precursor del positivismo criminológico, al que se anticipó en lustros. Las principales investigaciones se llevaron a cabo en los más diversos campos del saber. En la incipiente ciencias penitenciarias, por ejemplo, sus pioneros analizaron, describieron y denunciaron la realidad penitenciaria europea del siglo XVIII, consiguiendo importantes reformas legales o formulando la tesis de la reforma del delincuente como fin prioritario de la Administración y la necesidad de acudir al empleo de estadísticas.

Desde el ámbito de la Fisionomía, Della Porta y Laveter se preocuparon del estudio de la apariencia externa del individuo, resaltando la interrelación entre lo somático y lo psíquico. La observación y el análisis (visita a reclusos, práctica de necropsias, etc.) fue el método empleado por los fisiónomos, particularmente conocido es el retrato robot que ofreció Lavater del que denominó hombre de maldad natural, basado en supuestas características somáticas de éste. Y, en la praxis, el conocido Edicto de Valerio (cuando tengas dudas entre dos presuntos culpables, condena al más feo) o la fórmula procesal que, al parecer, impuso en el siglo XVIII un juez napolitano, el marqués de Moscardi (oídos los testigos de cargo y de descargo, y vista tu cara y tu cabeza, te condeno), que responden a tales concepciones fisionómicas, de escaso rigor teórico científico, pero de gran arraigo en las convicciones populares y en la praxis criminológica. Anticipándose a los planteamientos frenológicos, mantuvo Lavater, que existe una correlación entre determinadas cualidades del individuo y los órganos o partes de su cuerpo donde se supone que tiene su sede y emplazamiento físico las correspondientes potencias humanas. La vida intelectual podría observarse en la frente; la moral y sensitiva en los ojos y la nariz; lo animal y vegetativo, en el mentón. Refiriéndose al hombre delincuente de maldad natural, auténtico anticipo del delincuente nato del Lombroso, día Lavater: tiene la nariz oblicua en relación con la cara, el rostro deforme pequeño y color azafrán; no tiene puntiaguda la barba; tiene la palabra negligente, los hombres casados y puntiagudos, los ojos grandes y feroces, brillantes, siempre iracundos, los párpados abiertos, alrededor de los ojos pequeñas manchas de color amarillo y, dentro, pequeños granos color de sangre brillante como el fuego, revueltos con otros blancos, círculos de un rojo sombrío rodean la pupila o bien, ojos brillantes y 4 pérfidos y seguido una lágrima colocada a los ángulos interiores; las cejas rudas, los párpados derechos, la mirada feroz y a veces de través.

La frenología, precursora de la moderna Neurofisiología y de la Neuropsiquiatría, realizó también una importante aportación en esta etapa de tanteos empíricos, al tratar de localizar en el cerebro humano las diversas funciones psíquicas del hombre y explicar el comportamiento criminal como consecuencia de malformaciones cerebrales. Destaca la obra de Gall, autor de un conocido mapa cerebral dividido en treinta y ocho regiones, Spurzheim, Lauvergne y otros. Para Gall, el crimen es causado por un desarrollo parcial y no compensado del cerebro, que ocasiona una hiperfunción de determinado sentimiento. De hecho,

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