Freud: Comentario crítico de Rosa López, psicoanalista
Enviado por itzeltavaresca • 3 de Febrero de 2015 • Resumen • 1.887 Palabras (8 Páginas) • 228 Visitas
Freud
Comentario crítico de Rosa López, psicoanalista.
1 octubre, 2011 en Actualida
La mirada del suicida. El enigma y el estigma
Tengo que decir que este libro me conmovió desde la primera pagina, esa en la que cada autor hace una dedicatoria de su obra, y en la que el lector busca encontrar alguna pista que le lleve a averiguar algo personal del mismo. Pues bien, en esas primeras letras encuentro, inesperadamente, una clave que me hace pasar bruscamente de lo universal a lo particularísimo. Del millón de personas que se suicidan por año, que es un dato escalofriante pero un poco abstracto, al uno concreto, localizable, tan próximo al autor. Un cimbronazo inicial que me predispone a leer este libro no como un ensayo, ni como un repaso histórico o estadístico sobre el tema más enigmático de la existencia humana, sino como algo que procede de la experiencia única de un sujeto que, a pesar de lo intransferible de la misma, busca el grado del testimonio. Entonces me doy cuenta de que el libro que tengo entre las manos me va a transmitir más de lo que dice y por eso mismo me expongo a dejarme alcanzar por los efectos de una tragedia que a mi tampoco me es ajena.
El suicidio provoca, en el campo de las representaciones con las que ordenamos la existencia, el enigma en su grado máximo. No hay tejido simbólico, ni consistencia imaginaria que nos permita entender la causa que lleva a un ser humano a quitarse la vida. Por este motivo, el que sufre una perdida de este tipo, se ve enfrentado permanentemente a la angustia radical del sinsentido o se pone a trabajar para remendar palabra tras palabra el desgarro que el acto suicida provocó. La experiencia analítica y la escritura son, sin duda, un gran remedio.
En la página 15, Juan Carlos dice: “Nuestra humana incapacidad para entender un acto tan radical es precisamente lo que nos mantiene vivos… El suicidio no es solo una forma de morir, es una acusación. Y en la incapacidad para replicar con la que nos deja el suicida radica la clave de la potencia del acto. El desamparo es absoluto en tanto que se plantean preguntas que jamás obtendrán respuesta.”
Los que conocemos la enseñanza del Jacques Lacan estamos acostumbrados a su estilo subversivo, consistente en radicalizar las preguntas más difíciles, invirtiendo la cuestión. Cuando se interna en el campo, siempre oscuro, de la causa de las psicosis plantea la siguiente interrogación ¿Cómo es posible que no todos seamos psicóticos siendo que todos estamos parasitados por el lenguaje? Respecto al suicidio Lacan lo lleva al extremo al definirlo como “el único acto logrado”. Definición que podríamos comparar con la idea de Albert Camus para quien: “El único acto importante que realizamos cada día es tomar la decisión de no suicidarnos”. Finalmente no son ideas tan opuestas las de Camus y Lacan, pues ambas colocan el suicidio en los términos de una elección radical sobre la existencia. Probablemente la elección crucial sobre la que después se fundan el resto de las elecciones que hacemos durante la vida y en la que encontraríamos la matriz de todo acto.
Es evidente que esta elección, si como dice Camus, la renovamos cada día, es mediante un mecanismo totalmente inconsciente y a veces tan automatizado que se transforma en una inercia, de manera que la permanencia en la existencia no es necesariamente la prueba de un deseo por la vida sino que más bien revela el desfallecimiento de ese acto logrado, según Lacan, mediante el cual el sujeto pondría fin a sus días.
Si “el mejor no haber nacido” de Edipo se completa con un “pero ya que se ha venido a la luz, lo que en segundo lugar es mejor, con mucho, es volver cuanto antes allí de donde se viene”; si Freud pensó la pulsión de muerte como la tendencia más pertinaz en el sujeto, entonces deberíamos preguntarnos más bien sobre qué hace que no todos seamos suicidas.
En cualquier caso la mayoría dejamos pasar los días sin plantearnos cada mañana la elección entre la vida y la muerte, pero hay ciertas encrucijadas de la vida que ponen esta cuestión en evidencia, y son aquellas en las que el sujeto se ve obligado a interrogarse seriamente por lo que justifica su existencia. Esto puede ocurrir en la vejez, cuando se realiza el balance sobre lo que cada uno ha hecho con su vida, pero ocurre también en el inicio de la adolescencia, cuando el sujeto se ve obligado a separarse del mundo familiar para escoger su camino. Son los dos puntos de empalme, el inicio y el final de esa partida que se juega entre Eros y Thanatos.
El psicoanálisis vino a demostrar que la supuesta excepcionalidad del suicidio, se produce sobre un trasfondo universal donde descubrimos la tendencia suicida del ser humano como algo que le acompañará desde su llegada al mundo hasta el fin de sus días. Es ese nudo que Lacan situó en la fase de miseria original que va del trauma del nacimiento al trauma del destete y que perdura en el centro de la constitución del yo como la marca de un sacrifico primitivo esencialmente suicida. De manera que el ser humano antes de que pueda pensar la muerte, siempre de una manera ambigua, ya ha experimentado la situación traumática del desamparo originario, la Hilflosigkeit con la que se inaugura su vida. Por tanto, si bien no es común que los desesperados lleguen a encontrar la salida del suicidio, también es cierto que en todo ser humano hay un potencial suicida presto a pasar al acto, en aquellos momentos que impliquen una actualización de la tendencia a la muerte. Si esto no acontece habitualmente es
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