Histeria De Conversion
Enviado por c.Ruvalcaba • 29 de Abril de 2013 • 3.388 Palabras (14 Páginas) • 445 Visitas
Era un término muy común la palabra histeria, en el siglo XIX, sin embargo poco era el conocimiento que se tenía sobre ella. Con las publicaciones e investigaciones de Freud sobre la neurosis y sus histerias y algunos otros autores destacados, hoy en día es más sencillo el poder entenderlas y verlas desde un plano moderno.
Sigmund Freud nos deja como legado al psicoanálisis y aporta aún más a su creación, nos dejo diversas teorías, no sólo de la composición de la psique y el aparato mental, sus trabajos llegaron más allá rebasando fronteras, y en el presente trabajo nos concentremos en una sola, la cual es la estructura neurótica, hablando específicamente de la Histeria de Conversión.
Primero hay que hablar de la conversión en si, lo cual se denomina como un proceso inconsciente a través de determinados conflictos intrapsíquicos, generadores de ansiedad, alcanzan una representación externa simbólica. Siempre expresa en alguna medida lo reprimido y las fuerzas represoras.
En lo que hay que hacer hincapié es que en las histerias de conversión son predominantemente somáticas, se encuentra con esta predisposición o facilitación a alguna parte del cuerpo, la cual siempre tendrá un simbolismo reprimido. No hay que dejar de lado a la angustia, pieza clave en esta estructura, ya que la angustia en la histeria y en otras neurosis hace responsable al proceso de la represión, es la idea (representación) la que experimenta la represión, por eso el afecto es trasformado en angustia.
Y es aquí en donde nos surge la duda: ¿Es para la histérica consabido la causa de su padecer? sabe que hay angustia en ella, pero ¿sabrá el motivo y porque la hay? Es lo que trataremos de descubrir, basándonos en un caso de Freud, de una señorita llamada Elizabeth von R quien sufría de terribles dolores en sus piernas desencadenados por varias situaciones familiares. Por lo que en este caso vemos un claro ejemplo de una histeria de Conversión de su sintomatología va en la línea de lo somático, como otro ejemplo para mencionar sería el caso de Dora también de S. Freud en donde sus síntomas son también físicos y desencadenados por una vivencia en especial. Y sabemos que detrás de estos síntomas son dados por las vivencias sexuales infantiles
Caso de “Histeria de Conversión”
Elisabeth Von R., una joven de veinticuatro años de edad y quien llevaba dos años quejándose de grandes dolores al caminar, y de una fatiga que le sobrevenía muy rápido al hacerlo y al estar de pie (hiperalgesia de la piel y de los músculos en las piernas), el dolor era de naturaleza imprecisa. A lo largo de su vida había sufrido algunas pérdidas familiares importantes: la muerte de su padre tras una dolencia cardiaca, una enfermedad en los ojos de la madre y la muerte de una hermana después de dar a luz a su segundo hijo.
La paciente refirió que la cara anterior de su muslo derecho era el foco de los dolores que la asechaban, de donde ellos partían la mayor parte de las ocasiones y alcanzaban su máxima intensidad. Sin embargo, la piel y la musculatura de esa zona, eran particularmente sensibles a la presión y el pellizco; la punción con agujas se recibía de manera más bien indiferente. Esta misma hiperalgesia de la piel y de los músculos no se registraba sólo en ese lugar, sino en casi todo el ámbito de ambas piernas. Quizá esto se deba a que los músculos eran aun más sensibles que la piel al dolor; inequívocamente, las dos clases de sensibilidad dolorosa se encontraban más acusadas en los muslos.
Podemos inclinarnos a decir que, la paciente presenta una histeria de conversión. En primer lugar, era llamativo lo imprecisas que sonaban todas las indicaciones de la paciente, acerca de las características de sus dolores. Una persona que padece de dolores orgánicos, si no sufre de los nervios además de esos dolores, los describirá con mayor precisión y tranquilidad. A diferencia, el neurasténico describe sus dolores de manera exagerada como si estuviera ocupado con un trabajo demasiado difícil intelectualmente, muy superior a sus fuerzas. La expresión de su rostro se torna tensa y como deformada por la influencia de un afecto penoso; su voz se vuelve chillona, lucha para encontrar las palabras, rechaza cada definición posible que el médico le propone para sus dolores, aunque más tarde ella resulte indudablemente la adecuada; es evidente, opina que el lenguaje es demasiado pobre para prestarle palabras a sus sensaciones, y estas mismas son algo único, algo novedoso que uno no podría describir de manera exhaustiva, y por eso no cesa de ir añadiendo nuevos y nuevos detalles; cuando se ve precisado a interrumpirlos, seguramente lo domina la impresión de no haber logrado hacerse entender por el médico. Esto se debe a que sus dolores han atraído su atención íntegra.
Pero más determinante todavía para la concepción de esos dolores era por fuerza un segundo aspecto. Cuando en un enfermo orgánico se estimula la zona de la cual se produce un dolor físico, produciendo un sobresalto. A diferencia de un neurasténico, como la señorita Elisabeth Von R. cuando se pellizcaba la piel y la musculatura hiperálgicas de la pierna, su rostro tomaba una expresión bastante peculiar, daba la impresión de placer en lugar de dolor; lanzaba unos chillidos, su rostro enrojecía, echaba la cabeza hacia atrás, cerraba los ojos, su tronco se arqueaba hacia atrás. Nada de esto era demasiado evidente, pero sí lo bastante nítido, y compatible sólo con la concepción de que esa dolencia era una histeria y la estimulación afectaba una zona histerógena. en pocas palabras, el gesto no concordaba con el dolor que supuestamente era excitado por el pellizco de los músculos y la piel; probablemente concordaba mejor con el contenido de los pensamientos escondidos tras ese dolor y que uno despertaba en la enferma mediante la estimulación de aquellas partes del cuerpo asociadas con ellos. Este tipo de gestos significativos como los de la paciente, los cuales surgen a raíz de la estimulación de zonas hiperálgicas son característicos de un ataque histérico.
Retomando los antecedentes familiares de Elisabeth Von R., entre los cuales destacan que era la menor de tres hijas mujeres, había pasado su juventud, con tierno apego a sus padres, en una finca de Hungría. Durante ese tiempo, la salud de la madre se deterioró en varias ocasiones a raíz de una dolencia ocular y también por estados nerviosos. Por lo cual, la paciente tenia una relación muy estrecha con su padre, lo describía como un hombre alegre y dotado de la sabiduría de vivir, quien tendía a decir que esa hija (Elisabeth) le sustituía a un hijo varón y a un amigo con quien podía intercambiar ideas. La llamaba en broma «impertinente» y «respondona», la ponía
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