INTELIGENCIA SOCIAL EL DESCUBRIMIENTO DE UNA NUEVA CIENCIA.
Enviado por medranoheydi • 4 de Mayo de 2014 • Tesis • 4.417 Palabras (18 Páginas) • 376 Visitas
INTELIGENCIA SOCIAL EL DESCUBRIMIENTO DE UNA NUEVA CIENCIA.
Hoy en día la ciencia puede explicar en detalle el mecanismo neurológico que funciona en situaciones como, la actitud que toma un coronel cuando los musulmanes se sienten temerosos con la presencia de un grupo de soldados (hacer arrodillarlos y sonreír ante los musulmanes). Le da a un abogado la certeza de que sí quiere a determinada persona en un jurado, a un negociador esa certeza desde las entrañas que le dice que esa es la última oferta de una de las partes, a una paciente la certeza de que puede confiar en su medico.
El descubrimiento más fundamental de esta nueva disciplina: estamos fabricados, conectados para relacionarnos. La neurociencia ha descubierto que el diseño mismo de nuestro cerebro lo hace sociable, inevitablemente atraído a un íntimo enlace cerebro a cerebro cada vez que nos relacionamos con otra persona.
La corrosión social tiene muchos rostros, las relaciones humanas parecen más y más bloqueadas. La poca comunicación que existe hoy en día con los hijos de aquellos padres que dejan a sus hijos todo el día con personas desconocidas en sus casas por que el trabajo no los deja compartir tiempo juntos, estos niños crecen con poca interacción humana, no hay nadie que los ayude a aprender a llevarse mejor. La inhumana reacción de unos ciudadanos frente a un accidente de un motociclista. Las personas se alejan cuando ven a otros en peligro, no parece importarles. Las nuevas organizaciones mantienen a las personas distanciadas, la membrecía se otorga vía correo electrónico o correos masivos y la actividad principal se reduce a enviar dinero, no a reunirse. También hay algo desconocido en la manera en que los humanos en el mundo entero se conectan y desconectan conforme a la tecnología ofrece nuevas formas de comunicación nominal en un verdadero aislamiento. Todas estas tendencias indican la lenta desaparición de las oportunidades para que las personas se relacionen. Hasta el momento nadie ha calculado sus costos sociales y emocionales. Es muy cotidiano encontrarnos con situaciones donde las personas no interactúan con la sociedad porque la tecnología se ha vuelto más importante. La interacción cara a cara con otras personas ha pasado a un segundo plano. Las investigaciones demuestran una cifra bastante alta de trabajadores que aun en sus vacaciones están pendientes del correo electrónico y teléfono celular.
Podemos comenzar a encontrarle sentido a como el cerebro dirige el comportamiento social y a su vez a como nuestro mundo social influye en nuestro cerebro y en nuestra biología. El cerebro social es una suma de los mecanismos nerviosos que instrumentan nuestras interacciones además de nuestros pensamientos y sentimientos sobre las personas y nuestras relaciones. La novedad más reveladora aquí puede ser que el cerebro social representa al único sistema biológico en nuestro cuerpo que continuamente nos sintoniza con las personas con las que estamos y que a su vez se deja influir por el estado interno de esas personas.
El psicólogo Edward Thorndike definió la inteligencia social como la habilidad de comprender y manejar a los hombres y mujeres, capacidad que necesitamos para vivir bien en el mundo. Podemos pensar en la inteligencia social como un término abreviado para cuando somos inteligentes no sobre nuestras relaciones sino en nuestras relaciones. Las capacidades que enriquecen las relaciones personales son la empatía y la preocupación, es por ello que nuestra actitud social debe ser actuar sabiamente en las relaciones humanas. Las ganancias y pérdidas internas que experimentemos con una persona determinada, o en una conversación determinada o en un día determinado es lo que equivale a una economía emocional, al final del día el balance neto de sentimientos que hemos intercambiado en gran medida determina qué tipo de día bueno o malo sentimos que hemos tenido. El contagio emocional ejemplifica lo que podemos llamar el camino bajo del cerebro en funcionamiento. El camino bajo es un sistema de circuitos que funciona por debajo de nuestra conciencia, automáticamente, sin esfuerzos y a una gran velocidad. Casi todo lo que hacemos parece estar manejado por inmensas redes nerviosas que operan por vía del camino bajo, en especial en nuestra vida emocional. El camino alto por el contrario pasa por sistemas nerviosos que trabajan más metódicamente y paso a paso con un esfuerzo deliberado. En palabras del filósofo del siglo XX John Dewey uno funciona diciendo “vamos adelante, primero actuemos y después pensemos”, mientras que el otro es más cauteloso y observador. Los psicólogos dicen que una manera en la que los estados de ánimo difieren del sentir más tosco de las emociones tiene que ver con lo inefable de sus causas, mientras que normalmente sabemos que han detonado determinada emoción, a menudo nos encontramos con un estado de ánimo u otro sin saber la fuente. Cuanto más único o asombroso sea un hecho, más atención despliega el cerebro. Dos factores que amplifican la respuesta del cerebro a cualquier realidad virtual como una película son el volumen perceptual y los momentos emocionalmente fuertes, como los gritos o el llanto. Los estados de ánimo son tan contagiosos que podemos captar un dejo de emoción de algo tan fugaz como el asomo de una sonrisa o de un ceño, o tan árido como la lectura de un pasaje filosófico. Los circuitos del camino bajo ofrecen múltiples carriles en el puente silencioso que nos conecta cerebro a cerebro. Esos circuitos nos ayudan a navegar las multitudes de nuestras relaciones: detectan por ejemplo en quien confiar o a quien evitar, así mismo pueden contagiar buenos sentimientos como una infección. Las emociones que atrapamos tienen consecuencia, y esto nos da una buena razón para comprender como alterarlas en beneficio.
Este libro revela las claves neurológicas de las relaciones humanas y explica que estamos “programados para conectar” con los demás y que las relaciones interpersonales tienen un impacto muy profundo en nuestras vidas. Los seres humanos tenemos una predisposición natural hacia la empatía, la cooperación y el altruismo y por lo tanto necesitamos desarrollar la inteligencia social.
El trato cotidiano con nuestros padres, parejas, jefes, amigos, e incluso con extraños, conforma nuestro cerebro y afecta a todas las células de nuestro cuerpo hasta el nivel de los genes. Todos estamos diseñados para ser sociables, y que participamos constantemente en una especie de “ballet neuronal” que nos conecta de cerebro a cerebro con las personas que nos rodean.
Las relaciones interpersonales poseen un impacto biológico de largo monas que regulan tanto nuestro corazón como nuestro sistema inmunológico, de modo que las buenas relaciones interpersonales actúan como las vitaminas y las malas relaciones
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