INTERIORIZACIÓN DE VALORES, NORMAS Y
Enviado por anahi32 • 12 de Enero de 2014 • 3.003 Palabras (13 Páginas) • 650 Visitas
VALORES
Educar a los niños para que aprendan a dar valor a algunas conductas y comportamientos les ayudará a convivir de mejor manera y a sentirse bien en el ambiente en que se encuentren. Valores como la amistad, la comprensión, la tolerancia, la paciencia, la solidaridad y el respeto, son esenciales para un sano desarrollo de los niños. Un niño que conoce el límite del otro, podrá vivir una vida sana y saludable, sea en su entorno familiar o escolar. Un niño que sabe respetar a los demás, será más fácilmente respetado, y así con todo.
Los valores son las reglas de conducta y actitudes según las cuales nos comportarnos y que están de acuerdo con aquello que consideramos correcto. Al nacer, los niños no son ni buenos ni malos. Con la ayuda de sus padres, educadores, y de los que conviven con ellos, aprenderán lo que está bien y lo que está mal decir, hacer, actuar, vivir.
NORMAS
Las normas aportan consistencia a la dinámica familiar y son la manera en que se construye la vida familiar.
Cuanta más coherencia interna tengan, mayor claridad darán a las relaciones familiares. Por tanto, si las normas no son claras, la dinámica familiar tampoco, y esto puede ser perjudicial para los más pequeños.
Por esta razón, es importante que sepamos qué importancia tienen normas para los niños.
Las normas aportan seguridad a los niños pequeños, porque si los niños saben qué es lo que pueden y qué es lo que no pueden hacer, les da una sensación de tranquilidad interna, de saber hasta dónde pueden o no pueden llegar y, sobre todo, qué pueden esperar de los padres, hermanos y demás familiares.
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Las decisiones y las normas las ponen los adultos y es así como debe de ser, pero es importante que estas decisiones sobre la convivencia familiar sean trasmitidas de forma clara para que todos los participantes en el juego puedan jugar de acuerdo a las reglas.
El hecho de poder predecir qué va a ocurrir a continuación o de saber si va a ser premiado o castigado por su conducta, le da al niño una sensación de control sobre su ambiente y sobre sí mismo. Poder anticiparse y tener preparada una respuesta adecuada a la situación hace al niño percibirse como eficiente, ya que sabe responder a las demandas de cada momento.
Todo esto redunda en una autoestima muy positiva dado que el niño conoce el mecanismo por el cual puede llegar a ser premiado.
Normas claras, van a facilitar que el niño reconozca qué puede esperar de cada situación, qué le está permitido hacer en cada momento y le ayudan a saber discriminar entre unas situaciones y otras. Además, el hecho de seguir unas normas de convivencia estructuradas y coherentes en casa les ayuda a poder estructurar y ser coherentes en sus relaciones con los demás dado que proyectan en los otros sus experiencias de relación más tempranas.
Los niños con buena autoestima y sensación de seguridad se adaptan antes a las nuevas situaciones, por ejemplo, empezar la guardería, el colegio, el instituto, nuevos compañeros, profesores, etc. El hecho de aprender bien desde niños a discriminar entre situaciones y saber que en cada una ha de comportarse de acuerdo a unas normas, fomentan esta capacidad.
Si los adultos somos claros en las normas y los límites que ponemos, facilitamos a los niños el cumplirlos y que, a su vez, sean más respetuosos con las normas sociales más generales.
Su capacidad de adaptación se entrena desde pequeños ayudándoles a hacer su mundo más manejable y fácil de comprender con unas normas bien establecidas.
DISCIPLINA
Los niños están dotados de una importante capacidad para adaptarse a nuevos entornos sociales cada curso escolar amplía considerablemente su círculo de amistades; por otra parte, a estas edades logran aprender y absorber una gran cantidad de información. De ahí que esta etapa formativa sea fundamental en su desarrollo intelectual y en su madurez como ser adulto.
El colegio y la educación escolar tienen un peso trascendental entre los 7 y los 12 años. Los niños pasan buena parte de su jornada diaria en ese entorno, relacionándose con otros niños, no sólo de su edad, sino también de cursos superiores que les pueden servir como modelos a imitar e idealizar; así como con profesores, los adultos que, junto a los padres, más peso tendrán en su evolución personal.
A estas edades el cambio físico también es importante. Es cuando la mayoría de los niños dan el estirón, ganan altura y corpulencia. Este desarrollo físico suele empezar un poco antes en las niñas que en los niños. Y también es diferente en cada individuo. Todos estos cambios traspasan la barrera puramente física e influyen en sus emociones que, entre los siete y los nueve años, son también muy variables.
A partir de los nueve años es cuando los niños alcanzan una madurez relativa, logran un mayor equilibrio emocional que les irá preparando para afrontar la adolescencia: una nueva etapa vital llena también de cambios que les conducirán hasta la edad adulta.
Para que el niño desarrolle su verdadera personalidad necesita un entorno positivo y un clima de confianza. Impulsar ese crecimiento personal depende de que se tenga una actitud tolerante, evitando prohibiciones o castigos innecesarios. Lo más importante es tener en cuenta sus criterios, escucharles y animarles. Su autoestima subirá.
A través de la tolerancia, se estimulan las habilidades del niño y se promueve su desarrollo. Si se tienen varios hijos, es primordial asumir que cada uno de ellos es un ser independiente, con una personalidad diferenciada y unos tiempos de aprendizaje distintos. Evitar comparaciones es fundamental para no dañar su autoestima.
Durante esta etapa, los niños necesitan del reconocimiento y la aceptación de las personas que les rodean porque quieren gustar y que se tenga una valoración positiva de ellos. Por eso se esfuerzan en hacer las cosas bien y en sentirse orgullosos. Ya son capaces de asumir con seriedad las responsabilidades que se les encomiendan. Por ejemplo, si se les inculca que tienen que colaborar en las tareas de la casa, con el paso del tiempo esta actitud pasará a ser un hábito personal.
La práctica moderada de deporte beneficia el desarrollo físico y mental de niños y adolescentes; ayuda a prevenir la obesidad infantil y, ciertos deportes, inculcan en los pequeños una serie de valores esenciales en la vida, como la disciplina, el trabajo en equipo y la importancia del esfuerzo y el sacrificio en la consecución de cualquier objetivo.
A estas edades, los niños deben percibir el deporte
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