LA Histeria Y Los Sueños
Enviado por 1900 • 17 de Octubre de 2012 • 8.190 Palabras (33 Páginas) • 492 Visitas
CONFERENCIA SEMANAL
LA HISTERIA Y LOS SUEÑOS
Capítulo I
HISTERIA CASO DORA
CLAVES DEL TEXTO PARA UNA POSIBLE LECTURA
Este escrito es el intento de encontrar ciertos hilos conductores en el Caso Dora que nos permitan un abordaje de sus claves de lectura.
En este caso clínico Freud nos presenta una experiencia breve e intensa en la que trata diversos temas de la histeria y la sexualidad de la mujer.
La paciente, Dora, aparece en relación a ciertos personajes con los que jugará el desarrollo de su enfermedad y su tratamiento con Freud.
Cuatro de ellos, su padre, su madre, el sr. K y la señora K, cuarteto que va a intervenir en las asociaciones de Dora en su conversación con Freud donde ella re-vive su despertar amoroso.
En la relación que sostiene en su pubertad con la señora K, Dora va poniendo los primeros sentimientos surgidos en la relación de su primera infancia con su madre.
En los comienzos de la relación con los señores K, ella sentía intensos impulsos amorosos y de protección hacia la señora K. Comienzo donde podemos decir que los hombres no estaban presentes, pasando inadvertidos para ella.
Cuando Dora se da cuenta que la señora K no la ama a ella sino que es a él a quien ama, a su propio padre, comienza un desdoblamiento significante donde Dora, ser sujeto de una metáfora interrumpida: mujer, se desliza sin saber, por un mundo más complejo y turbio que el de su primer amor, hacia alguien de su mismo sexo.
En aquella temprana época de las pulsiones infantiles, la niña, constitucional y biológicamente bisexual, es sujeto de amor y odio, pertinaz ambivalencia que le es inspirada en ese esfuerzo de coordinación con dos amores, de distinto sexo, ambos padres.
Desde aquí podemos reconstruir sobre la relación con la bella señora K, aquella hostilidad y rivalidad, aquel enamoramiento insondable del que prevalecerán en su adolescencia la intensidad de los encuentros y la agitación, la furia de los desengaños, el odio, la sospecha.
En la escena del beso, vemos su apertura al mundo de lo distinto. En esta escena vivida a los catorce años con el sr. K., en la tienda de la pequeña localidad donde vivía con sus padres, Freud reconstruye la significación de uno de los síntomas, la opresión en el pecho como percepción del órgano masculino presionando sus propios genitales y que Dora desplaza de abajo hacia arriba, hacia esa sensación en el pecho que luego describe en el tratamiento.
En ese desplazamiento corporal y en su repetición, aparece la percepción de las diferencias y también su negación.
Decimos que el significante de la diferencia no alcanza su categoría de tal y Lacan afirma «No hay significante para la diferencia sexual».
En la Carta de Almor sobre la sexuación, atribuye a lo masculino el goce fálico y a la mujer, tachada, atribuye el goce fálico y un goce más, goce plus, goce otro. Este a su vez se relaciona con el dolor y con el éxtasis y pareciera a la luz del desplazamiento que el dolor confinara con el deseo y que el síntoma como máscara del deseo nos llevara al dolor; el deseo excéntrico a toda satisfacción tiene su afinidad con el dolor, como si en su forma pura y sin pie el deseo confinara con el dolor de existir.
En lo distinto, en lo masculino aparece el humo. El olor del humo que liga a Freud con el Sr. K y con su padre.
Seguramente, lo que no está dispuesta a sobrellevar Dora una vez más es esa percepción dolorosa de lo distinto que se ha resuelto antes del tratamiento en conversión corporal, síntoma histérico, que en el sueño resuelve con algo errante y evanescente como el olor a humo.
Freud ha podido levantar las manifestaciones sintomáticas, también se ha hecho amar por ella como su padre y el Sr. K. Pero cuando reconstruye los planes de la paciente se olvida de incluirse él.
Quizás en esa falta está el futuro de la interrupción, quizás porque Freud no pudo decirle que era mucho para ella, Dora sintió que ella como su madre para su padre «no era nada para él». Y huye de esa figura de mujer deteriorada que no puede modificar.
Freud aborda en «Análisis terminable e interminable» los innumerables escollos del tema de la castración. Roca que debe ser atravesada múltiplemente en el tratamiento clínico, Roca que se presenta en la demanda excesiva de Ferenczi, insostenible por mantenerse en el nivel de la necesidad para no acceder a la resta que desnudará el deseo separándolo de la demanda. Necesidad ficticia, demanda ininterrumpible, insostenible, de amor infantil... Presente también en el pedido de amparo y protección revelado por Freud a Dora en el primer sueño.
Roca de la parálisis, envidia y castración, detiene el sentido a través de la acción: huida, interrupción.
VENGANZA DESAMPARO DOLOR
Con la interrupción del tratamiento se interrumpe el viraje a la femineidad de Dora, su aceptación de lo distinto.
En su historia y en el encuentro con Freud, tras ella haberse encontrado con lo diferente y negarlo. Ante la interrupción se nos abre un interrogante, Freud la atribuye a su deseo de venganza. ¿De quién tenía que vengarse Dora? ¿De los hombres, como Freud, como K, como su padre a quienes reprocha ser usada como objeto de intercambio masculino o sea como «algo» que no es ni tiene, algo que de lo humano existente sólo obtiene el dolor de no ser ni tener?
Antes de interrumpir el tratamiento Dora manifiesta que la cura se le hace larga.
El acto de rechazar la ayuda de Freud y continuar su camino sola tenía el sentido de aquella venganza, ya que también se le omite la interpretación de su amor por las mujeres, también la que ella es.
Un tiempo después Dora vuelve a la consulta de Freud pidiendo nueva ayuda.
En el paréntesis ha habido un nuevo acercamiento a los sres. K en el cual Dora consuma la venganza: le manifiesta a la Sra. K que está al tanto de sus relaciones ilícitas con su padre y obliga a K a confesar la escena del lago.
Después no reanuda la relación con ellos. Consulta a Freud en esta nueva ocasión por una neuralgia facial que Freud interpreta en relación con una noticia sobre él aparecida en los periódicos. Correspondía a un autocastigo.
Freud no desaprovecha esta segunda oportunidad que le da su paciente y en la frase en que se despide de ella: «Le aseguré que la había perdonado haberme privado de la satisfacción de haberla liberado más profundamente de sus dolencias» se implica transferencialmente
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