La Disolucion Del Complejo Edipo
Enviado por arkanjel18 • 26 de Abril de 2013 • 2.003 Palabras (9 Páginas) • 649 Visitas
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EL complejo de Edipo va designándose cada vez más claramente como el
fenómeno central del temprano período sexual infantil. Luego ocurre la disolución.
Sucumbe a la represión y es seguido del período de latencia. Pero no hemos visto aún
claramente cuáles son las causas que provocan su fin. El análisis parece atribuirlo a las
decepciones dolorosas sufridas por el sujeto. La niña que se cree objeto preferente del
amor de su padre recibe un día una dura corrección por parte de éste y se ve expulsada
de su feliz paraíso. El niño que considera a su madre como propiedad exclusiva suya la
ve orientar de repente su cariño y sus cuidados hacia un nuevo hermanito. Pero también
en aquellos casos en los que no acaecen sucesos especiales como los citados en calidad
de ejemplos, la ausencia de la satisfacción deseada acaba por apartar al infantil
enamorado de su inclinación sin esperanza. El complejo de Edipo sucumbiría sí a su
propio fracaso, resultado de su imposibilidad interna.
Otra hipótesis sería la de que el complejo de Edipo tiene que desaparecer porque
llega el momento de su disolución, como los dientes de leche se caen cuando comienzan
a formarse los definitivos, Aunque el complejo de Edipo s vivido también
individualmente por la mayoría de los seres humanos, es, i embargo, un fenómeno
determinado por la herencia, y habrá de desaparecer conforme a una trayectoria
predeterminada, al iniciarse la fase siguiente del desarrollo. Resultará, pues, indiferente
cuáles sean los motivos ocasionales de desaparición e incluso que no podamos hallarlos.
Ambas hipótesis parecen justificadas. Pero además resultan fácilmente
conciliables. Al lado de la hipótesis filogénica más amplia queda espacio suficiente para
la ontogénica. También el individuo entero está destinado, desde su nacimiento mismo,
a morir, y también lleva ya indicada, quizá en la disposición; sus órganos, la causa de su
muerte. Pero siempre será interesante perseguir cómo se desarrolla el programa
predeterminado y en qué forma es aprovechada disposición por acciones nocivas
casuales. Nuestra penetración ha sido aguzada recientemente por la observación que el
desarrollo sexual del niño avanza hasta una fase en la que los genitales se han
adjudicado ya el papel directivo. Pero este genital es tan sólo el masculino, o más
exactamente aún, el pene; el genital femenino permanece m desconocido. Esta fase
fálica, que es al mismo tiempo la del complejo de Edipo, no continúa desarrollándose
hasta constituir una organización genital definitiva, sino que desaparece y es sustituida
por el período de latencia. Pero su desaparición se desarrolla de un modo típico y
apoyándose en sucesos regularmente emergentes.
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Cuando el sujeto infantil de sexo masculino ha concentrado su interés sobre:s
genitales, lo revela con manejos manuales y no tarda en advertir que los mayores no
están conformes con aquella conducta. Más o menos precisa, más o menos brutal, surge
la amenaza de privarle de aquella parte tan estimada de su cuerpo. Esta amenaza de
castración parte casi siempre de alguna de las mujeres que rodean habitualmente al niño,
las cuales intentan muchas veces robustecer su autoridad asegurando que el castigo será
llevado a cabo por el médico o por el padre. En algunos casos llevan a cabo por sí
mismas una atenuación simbólica en su amenaza anunciando no ya la mutilación del
órgano genital, pasivo en realidad, sino la de la mano, activamente pecadora. Con gran
frecuencia sucede que el infantil sujeto no es amenazado con la castración por juguetear
con el pene, sino por mojar todas las noches la cama. Sus guardadores se conducen
entonces como si esta incontinencia nocturna fuese consecuencia y testimonio de los
tocamientos del órgano genital y probablemente tienen razón. En todo caso, tal
incontinencia duradera puede equipararse a la polución del adulto, siendo una
manifestación de la misma excitación genital que por esta época ha impulsado al niño a
masturbarse.
Habremos de afirmar ahora que la organización genital fálica del niño sucumbe a
esta amenaza de castración, aunque no inmediatamente, y sin que a ella se agreguen
otras influencias, pues el niño no presta al principio a la amenaza fe ni obediencia
alguna. El psicoanálisis ha concedido recientemente un gran valor a dos clases de
experiencias que no son ahorradas a ningún niño y por las cuales habría de estar
preparado a la pérdida de partes de su cuerpo altamente estimadas: la pérdida, temporal
primero y luego definitiva, del pecho materno y la expulsión diariamente necesaria del
contenido intestinal Pero no se advierte que estas experiencias entren en juego con
motivo de la amenaza de castración. Sólo después de haber hecho otra nueva comienza
el niño a contar con la posibilidad de una castración, y aún entonces muy
vacilantemente, contra su voluntad y procurando aminorar el alcance su propia
observación.
Esta observación, que rompe por fin la incredulidad del niño, es su
descubrimiento de los genitales femeninos. Siempre se le presenta alguna ocasión de
contemplar la región genital de una niña y convencerse de la falta de aquel órgano, del
que tan orgulloso está, en un ser tan semejante a él. De este modo se hace ya posible
representarse la pérdida de su propio pene, y la amenaza de la castración comienza
entonces a surtir sus efectos.
Por nuestra parte no debemos ser tan cortos de vista como los familiares y
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guardadores del niño, que le amenazan con la castración, y desconocer como ellos que la
vida sexual del niño no se reduce por esta época exclusivamente a la masturbación.
Aparece también visiblemente en su actitud con respecto a sus padres, determinada por
el.complejo de Edipo. La masturbación no es más que la descarga genital de la
excitación sexual correspondiente al complejo, y deberá a esta relación su significación
para todas las épocas ulteriores. El complejo de Edipo ofrecía al niño dos posibilidades
de satisfacción, una activa y otra pasiva. Podía situarse en actitud masculina en el lugar
del padre y tratar
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